Prólogo

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❝A Takami Keigo le gustaban las personas completamente rotas por dentro, mientras que Todoroki Fuyumi amaba la simpleza con que los demás la hacían sentir indefensa❞

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❝A Takami Keigo le gustaban las personas completamente rotas por dentro, mientras que Todoroki Fuyumi amaba la simpleza con que los demás la hacían sentir indefensa❞


El hervidor de agua se apagó en el momento en que ella gritó angustiada. Luego, estando sola en la cocina del pequeño departamento, aprovecha para derrumbarse dramáticamente hasta que puede sentir el frío de la superficie chocando contra sus muslos desnudos. Fuyumi tenía la mirada perdida y mordisqueaba su pulgar, temblando de vez en cuando, notando como su piel se erizaba al contacto de sus manos. Ella puede oír el ruido que hace su pareja al recorrer el lugar, de un lado a otro, respirando efusivamente mientras balbuceaba frenéticamente en busca de un perdón. Él se escucha tan paranoico en cada oración que la contraria evita soltar una intrépida carcajada desde la profundidad de su garganta al notarlo. 

Entonces, antes de poder soltar la primera áspera carcajada, las lágrimas cubren su rostro y su piel comienza a sentirse fría, aun cuando ella siente que está ardiendo en sus adentros. Tiene que detenerse, debe obligarse a hacerlo, pero vacila y solo se limita a lloriquear con más fuerza. Estaba exhausta, nadie entendería lo mucho que Todoroki Fuyumi había arrevesado cualquier posible cúspide de su piadosa mansedumbre envuelta en una falsa moral. Así que la casi albina llora, lo hace tan fuerte que el suelo a su alrededor se congela, desgarrando parte de sus ropajes en el proceso, lastimando su piel ahora al descubierto. Sentía que le faltaba el aire, que no podría salir bien de aquello. Cuando parte de su cuerpo comienza a erizarse, levanta la cabeza y su cuerpo comienza a paralizarse cuando las miradas de ambos chocaron, Keigo la estaba observando perplejo por encima de la encimera de la cocina.

Vete  Susurra de forma tan baja que ni siquiera ella misma puede percibir lo que había acabado de expulsar, muy a pesar de esto, le es imposible volver a repetir aquella palabra.

Antes de que él pueda responderle, hay un ligero ruido de pasos pesados, como de tacones chocando contra la madera del pasillo; estos, al mismo tiempo, se escuchan cada vez más cerca hasta que logran detenerse cuando la otra persona golpetea con sus nudillos la puerta principal. Ambos se vuelven a mirar y Fuyumi intuye lo que pasa, debe ser algún periodista, una reportera que logró localizar la dirección de su hogar en busca de preguntas, hechos, algún indicio que de hincapié a un titular amarillista sobre la situación que estaban protagonizando. 

La fémina se levantó con dificultad, retrayendo su cuerpo ante la posibilidad de tener contacto alguno con el de su marido. Keigo, por otro lado, intenta acercarse, pero en el momento en que sus alas se aproximan al cuerpo de la contraria, para atraerla hacia el dueño de las mismas, estas caen al suelo con fiereza cubiertas de una espesa escarcha blanca. Quiere llamarla, pero el pánico incesante abunda sus entrañas al existir la posibilidad de ser escuchados por la periodista que no deja de llamar a la puerta. 

¡Todoroki Keigo, Todoroki Fuyumi, necesitamos hablar! En algún momento tienen que salir, estaré encantada de tener una charla con alguno de ustedes para explicar las noticias que han salido el día de hoy... — Dijo la mujer desde el otro lado, tocando un par de veces más, teniendo cuidado en no acabar con la paciencia de la pareja. 

Otro día la albina le hubiera pedido que se marchara, le diría que nada de lo que pasa en su vida matrimonial es del interés de los medios. Se siente ingenua al pensar en ello, porque al haber sido expuesta, Hawks le dio el derecho al mundo a su corazón, a su hogar, a todo lo que ella era. Su pasado, su familia, las disputas; tantos escándalos que saldrían a la luz y ahogarían cada fibra de su persona, con el único propósito de hundirla más en aquel infortunio. Entonces niega, tenía derecho a mostrarse invadida de ira, su mundo entero le había caído encima. 

La Todoroki endereza su espalda mientras se tambalea a la puerta principal, los cuadros que invaden las paredes del departamento evocan una ligera nostalgia de la cuál no se puede liberar, la planta de sus pies se siente pesada y cada vez se le hace más difícil caminar  —si fuera más atenta, notaría que esa acción se debía al resultado de estar congelando todo lo que tocaba— pero continua hasta que puede rozar la madera de la puerta con la punta de sus dedos. 

Fuyumi, ven aquí. 

La serena voz con la que es llamada la hace enojar y antes de que Hawks pudiera llegar a detenerla, comienza a congelar el objeto enfrente de ella, logrando por consecuencia consumir los alrededores de este; la escarcha es tan gruesa que se vuelve una capa completamente externa a la de las paredes del departamento, arruinando todo a su paso. Cuando Keigo la intenta palpar, dudoso por la sensación acalorada que le transmitía el poder helado de su cónyuge, aleja despavorido sus manos de aquella zona, dándose cuenta, por primera vez, que la nieve a su alrededor estaba ardiendo. No había fuego alguno que invadiera la habitación pero, lejos de ese lógico hecho, sentía que alguien había encendido cientos de llamaradas entorno al lugar en donde estaban.  

En el momento que aleja su mirada de su mano rojiza por la sensación anterior, se dirige hacia donde se encontraba Fuyumi. Ruega internamente que su esposa lo mire y cuando lo hace,  lo único que puede ver plasmado en los grandes orbes turquesa es dolor; parecía bloqueada ante ese sentimiento, ajena a lo que estaba causando con su poder fuera de control, porque el dolor la hace sentir estable y le da rumbo a su vida, pues siempre lo ha sentido. Así que él se ubica enfrente a ella, colocando su palma en el rostro contrario. Y es en ese momento que Fuyumi vuelve a ser consciente de su presencia, intentando sonreír, pretendiendo que aún había algo ahí que él pueda compartirle. Quiere pensar que estará bien defendiendo que nada de aquello había pasado, que se solucionaría, que el ruido que abunda al fondo de la habitación no es el de su teléfono con sus conocidos y familiares llamándola intentando consolarla, cuando, sin imprevisto alguno, fue destrozada por la persona que logró hacerla sentir amada, dependiente e ingenua.  

Lo siento  Dice él. 

Pero una disculpa ya no era suficiente.

❝Porque ante el dolor de aquella, la nieve lamentó tanto la perdida del corazón de ella que ardió, por primera vez, hasta consumirse en grisácea ceniza❞

❝Porque ante el dolor de aquella, la nieve lamentó tanto la perdida del corazón de ella que ardió, por primera vez, hasta consumirse en grisácea ceniza❞

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Burn [FuyuHawks]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora