Día 11: Final.

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Mi respiración agitada era lo único que se escuchaba en la habitación.

Mis manos y pies estaban apresador entre cuerdas fuertemente atadas, tanto que cada vez que movía alguna de estas extremidades, sentía como raspaba hasta el punto de terminar en pequeños e indefensos cortes.

Aunque intentara gritar o pedir ayuda, mi voz era retenida por la cinta sobre mi boca. Intenté todo lo que pude pero nadie me oía, nadie más que él.

— Nadie te va a oír aquí, estamos en medio de la nada.

Fue lo primero que dijo al entrar a la habitación, yo ne tense de golpe y apreté mis puños al verlo. Era alto y pálido, no destacaba en nada, podía ser tranquilamente tu vecino y ni en cuenta lo tendrías.

— Hace mucho que quería tenerte así.

Su porte era serio, además de que su voz grave y fría resonaba en mi cabeza, causando que un escalofrío recorriera mi espalda.
Él se acercó lo suficiente como para agacharse y estar cara a cara los dos, me miraba directamente a los ojos y yo lo veía horrorizado, no sabía en lo absoluto que es lo que quería. Ni siquiera lo conocía.

— Parece que a alguien no le caes muy bien.

Siguió hablando a pesar de que yo no contestaba. Lo seguí con la mirada hasta una mesa de metal oxidada, de ahí, quitó lo que parecía una tela negra que tapaba todo tipo de herramientas y cosas que a simple vista, se sabía que eran para hacer daño.

— Me pagaron una gran cantidad de dinero para tenerte aquí y... Hacerte mucho daño.

Una vez más, su pesada mirada terminó sobre mi. Me quedé congelado viéndolo, mientras que él levantaba lo que parecía ser una tijera.

Yo negué varias veces con la cabeza, oír todo lo que decía y ver todo eso sobre la mesa, no me daba nada de confianza, sabía perfectamente que de aquí no saldría. Aún así, rogaba por un poco de clemencia, no quería morir aquí, no quería nada de esto.

— No es un asunto personal.

Y una vez más se acercó hasta mi.

— Comencemos con tu final.

Fictober [2018]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora