Degel de Acuario

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Su corazón debía de ser muy frio, tan frio como lo era su templo. Sus intenciones eran profundamente inciertas, ni siquiera cuando se le dio la noticia de un acontecimiento que se suponía iba a cambiar su vida, o por lo menos parte de ella.

Él estuvo al principio bastante inconforme pero no pudo quejarse, de hecho, ni palabras tenía para responder a lo que, en un inicio, comenzó como algo simple. Carente de sentido. Tal vez a eso se refirió Unity con respecto a que una persona estaba sujeta a cambiar, y si no lo hacia uno, entonces la vida le iba a dar el remezón.

Pero él se había enamorado desde muy jovencito. Y desde que ella murió no aceptó en abrirse a conocer a otras mujeres, ni siquiera ser partícipe de la rutina de una vida llena de libertades muy diferente a su mejor amigo y compañero de armas. Fue entonces que Degel de Acuario tenía que sincerarse consigo mismo.

Su vida sí había cambiado. Su destino se vio alterado desde el primer momento en que accedió responder una carta que, después de varios meses de envío al Santuario, jamás se animó en escribir a su remitente. Porque su intención no fue clara desde que volvió a la vida, le era engorrosamente una confusión lo que podía hacer con su existencia.

Las cosas nunca marchaban como lo planeaba desde que contestó esa carta.

Degel frunció el ceño. Acomodó los anteojos que usaba únicamente para leer, un obsequio que al final de todo decidió conservar.

"Querido señor Degel me alegra mucho que la vida le sonría. No sabe lo feliz que me siento al saber que usted sigue sirviendo a la diosa Athena después de lo ocurrido en esa guerra. Me gustaría que leyera mi obra que recién ha salido a la venta. Es una edición únicamente para usted"

Es lo que recordó de esa carta. La niña la que conoció hace muchos años sí cumplió con su promesa: Convertirse en la escritora famosa de toda Francia.

Y él se sintió bien por esa pequeña. Una mente brillante como la de ella merecía ser reconocida, aclamada y elogiada.

"Me da gusto que me contestara, y lo siento por quitarle su tiempo. Sé que después de estos meses está muy ocupado y lo entiendo. Espero pueda leer mi segundo material, es un borrador, pero tengo planeado sacarlo a la venta antes de las festividades navideñas"

Una semana después recibió la segunda carta. Una donde la niña solo dio pocos detalles. Debió estar ocupada, fue lo que pensó por lo que se limitó a leer las historias que Fluorite le mandaba.

Era un pasatiempo que luego se convirtió en hábito. Degel de Acuario comenzó a pasar horas y horas encerrado en sus aposentos para leer esas ideas que, en un primer momento, creyó que fue redactado por un anciano maestro en las artes de la escritura. Esa rubia tenía el potencial para ser una maravilla.

La historia era concisa pero cargada de muchas emociones. Fluorite lo había escrito con mucha dedicación para que todo aquel pudiera sentir lo que ella intentaba transmitirle. El cuento iba de un joven que había perdido el sendero, creció solo y vivió de esa manera por muchos años. Intentando encontrar el sentido a vivir.

—En unos minutos llegaremos a puerto.

La voz del capitán del navío hizo que Degel perdiera por unos segundos la concentración. El libro que tenía en mano lo guardó dentro de su abrigo, le tenía un gran cariño y valor a esa historia que era muy difícil de separarse o dejar de leerlo.

VínculosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora