Manigoldo de Cancer

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— ¿Desde cuándo tengo que hacer todo esto?

Chasqueó la lengua. No podía perder la paciencia así de simple. Lo odiaba, no había duda en ello. El solo hecho de hacer exactamente lo que ese maldito papel lo describía era un dolor de cabeza.

Crispó los puños casi maldiciendo enteramente el horror que le tocaba superar.

Se frotó la sien esperando que Athena le concediera el poder de calmar su angustia, aunque se preguntó muchas veces en qué maldito momento se le ocurrió cometer un desliz como aquello. ¡Nadie le había preparado a cometer tal trabajo!

El pobre hombre estaba desesperado, casi queriendo abrir un agujero en su templo para enterrar al diabólico ser que no dejaba de chillar desde varias horas.

¡Y su mujer tuvo la desfachatez de dejarlo con ese paquete baboso!

Manigoldo de Cáncer miró con desaprobación al niño que era indiscutiblemente una réplica suya, su propio hijo. El nene no dejó de observarlo sin cerrar la boca para evocar los llantos, de alguna manera le divertía ver a su propio padre en apuros.

Y si pudiera hablar, sería capaz de decirle: "Viejo estúpido, las telas están en el cajón donde mamá lo saca"

—Si tu madre no hubiese sido una doncella virgen, tal vez me hubiera cuidado—el italiano soltó un golpe sobre la cama, el niño dejó de llorar—. Y tú, renacuajo, no estarías gozando de los beneficios de un caballero de Athena, su élite.

El bebé, al que bautizaron en Italia con el nombre de Giovanni, observó atento a su progenitor. El gesto enrojecido en la cara del adulto le provocó soltar carcajadas que, en un inicio, elevó la ira de Cáncer.

¡Hasta su propio mini demonio estaba burlándose de él!

Pero esa criatura no tenía la culpa. Nadie le mandó jugar con una muchachita menor. Nadie le ordenó seducirla. Nadie le obligó robarle un beso, y por consiguiente darle una ardiente noche pasional.

Por lo menos debía de aceptar y admitir que poseía una muy buena suerte para atinarla a la primera. Genes perfectos. O tal vez estaría allí mismo haciéndole el amor a la noble Gioca, su mujer y esposa.

—Por tu culpa, el viejo hizo que tu madre y yo nos casáramos antes de que su vientre se notara—se cruzó de brazos pensando cómo haría para cubrir la desnudez de su niño—; por lo menos me saliste varón porque no creo hubiera sobrevivido con una niña. Eso de soportar pretendientes no es lo mío, todos se largarían al Yomotsu y quemaría sus almas para que no renazcan.

Giovanni movió las manitos como un reflejo propio de su edad. Apenas llevaba seis meses de conocer el mundo, ese pequeño espacio que sus padres le dieron, aunque Gioca pasaba más tiempo en dejarlo con ese hombre al que en un futuro no muy lejano debía de llamar papá.

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