Aspros de Geminis

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El hombre cayó en cuenta en el tiempo al notar la masa griseada cubriendo el cielo de manera voraz como si fuera una jaula cayendo vertiginosamente sobre un nido de pequeños polluelos. Sin embargo, el clima dio un giro esperado para él, aunque eso le provocó incomodad en lo más profundo de su conciencia.

Miró a través de los cristales de la ventana de su casa, pasmó los ojos azulados en el jardín que yacía completamente cubierto por la nieve... Las flores habían reemplazado el color a uno muy blanquecino, los árboles ya no emitieron ese colorcillo agradable.

Él sonrió con nostalgia. Allá afuera se veía un panorama muy familiar, tal vez similar a lo que le ocurrió cuando era un pequeño. Se tocó el cuello al sentir la tela de su bufanda, ese obsequio que ella le ofreció cuando se conocieron.

El hombre solo suspiró y meneó la cabeza en señal de negación. Hoy no iría a sucumbir a los malos recuerdos. Hoy nada de tristeza se reflejaría de su rostro porque él era Aspros de Géminis, el tipo frío y serio, aquel que con nada se doblaba en espíritu o comportamiento. Tosió levemente y se dispuso a sentarse para retomar un plácido descanso. Aún era temprano para ir a verla y, como era de costumbre, en aquellas fechas se tomaría más tiempo de lo normal.

Sin embargo, el ruido de las pisadas producidas por un par de botas capturó su atención. El causante de aquel leve ruido manifestaba la impaciencia y cansancio, no lo culpó pues había heredado su carácter poco paciente.

— Siéntate que me produces mareos. — ordenó sin despegar los ojos del pequeño peliazul que caminaba con los brazos cruzados.

— Pues tarda demasiado — siseó el niño pateando el sillón lo cual provocó que Aspros frunciera el ceño —. Ah, tal vez volvió atorarse con los pantalones, será mejor que vaya a ver.

El niño corrió tan aprisa para escapar de la mirada de Aspros quien se puso de pie nuevamente para ir detrás de muchachito. Al alcanzarlo hacia los pasillos del templo, lo vio de pie frente a una puerta y supo que el ser un buen niño aún le causaba vergüenza así que caminó aprisa para quedar a lado del menor. El niño alzó la mirada de incomodidad para hacerle saber a su padre que no era necesario su compañía más el mayor solo enarcó la ceja y miró la puerta.

— ¿Ya terminaste? — preguntó al tocar la puerta de la habitación.

— ¡Sí! ¡Espérenme un ratito! — contestó la vocecilla de otro varoncito.

Ambos varones suspiraron con fatiga y desgana; si de algo sabían muy bien con la frasecita: "Espérenme un ratito", era porque el niño tenía algo muy extravagante que cumplir. Aspros mantuvo serenidad pues lo había aprendido muy bien de ella y uno de sus pequeños también había adquirido esa costumbre.

— Listo. — la vocecita del niño interrumpió los pensamientos vagos de los varones — ¿Sí quedó bien? — cargó un canasto de flores con adornitos curiosos como dibujos y detalles infantiles.

— ¿Por una canastilla de flores es que tardas mucho? — indagó el otro muchachito con aires de molestia.

— No seas grosero conmigo además yo le estaba preguntando a papá. — el niño infló los cachetitos en señal de molestia y rápidamente miró a su padre.

—Si lo hiciste tú, entonces creo que está bien— Aspros miró con detenimiento ese obsequió, algo fugaz pasó por su mente—. Tu madre hacía ese tipo de adornos.

El niño solo sonrió, había oído muchos relatos por parte de sus tíos como para ocurrírsele hacer una especie de regalo de esa similitud.

— Está nevando. Pónganse las bufandas — ordenó Aspros haciendo un ademan con sus manos para entregarles el pedazo de tela bordada —. Kanon, ve a ponerte un abrigo.

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⏰ Última actualización: Oct 26, 2019 ⏰

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