3. Trabajo

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Bajó la cabeza y vio el suelo con ira. El sol de la tarde comenzaba a picar en su nuca, y ya lo habían rechazado mas de tres veces en su busqueda de trabajo.

Se sentía harto, frustado, ya iba siendo hora de pagar las cosas por su cuenta y quitarle un peso de encima a Edd. Apretó la mandíbula y sintió un nudo en su garganta.

Del otro lado de la calle, su bar favorito le hacía ojitos, parecía llamarlo con una voz ficticia y metafórica.

Desahogarse de su desgracia, aunque al día siguiente no recordará nada.

Miró a ambos lados de la calle con el cuidado de no morir al cruzar. Sus pies golpearon el pavimento con velocidad para después detenerse frente al establecimiento y el gran letrero rojo neon en la parte superior.

Nuevamente recordó a Edd, sus deberes originales. Miró a la calle indeciso. Soltó un bufido y entro al lugar.

Sus pasos se cronometraron sobre el suelo de madera hasta la barra de bebidas. Ahí, en la mesa de piedra, el hombre que siempre lo corría al final de la noche rodó los ojos.

Tom rió. —Una cerveza porfavor.

El notorio mayor de rasgos robustos y peinado moribundo asintió para dirigirse al otro lado de la barra.

El amante de Ska se recargó esperando por su orden mientras divagaba la mirada por el tan conocido lugar. Las paredes de madera, el moderno estilo que mantenía, los cuadros, las luces amarillas, los cacahuates en cada mesa y las personas del lugar.

Una que otra le parecía familiar, pero tras sus estados de ebriedad extrema, prefería no meterse en detalles.

Una que otra pareja del lugar le hicieron inclinar ligeramente la cabeza. Segundos después se dijo estúpido por pensar en pareja cuando aún no tenía empleo.

Un tarro de vidrio grueso se posó frente a él con la suficiente fuerza como para que ligeras gotas resbalaran por la orilla.

El de cabellos en punta no pudo evitar recordar a Tord, con curiosamente el mismo vaso en que le había servido el jugo de tomate la mañana anterior. Cerró los ojos con brusquedad y negó. Últimamente el maldito Commie se estaba metiendo mucho en su cabeza.

Enredó sus dedos en la oreja del tarro y lo levantó para darle un largo sorbido, disfrutando del placer y ardor que la cerveza daba a su lengua. Volvió a bajarlo y desvió la mirada al escenario, un destartalado escenario que nunca se le había visto en uso.

Ladeó la cabeza, luego al lado contrario. Algo parecía querer nacer de su cerebro. Tomó de su cerveza y la luz del foro se encendió junto con una idea.

Se levantó de golpe y golpeó fuertemente el tarro contra la barra.

El hombre que anteriormente le atendió se acercó con molestia reflejada en su mirar pero apenas abrió la boca cuando Tom le miró con esperanza. —¿Necesitan un músico?.

El gerente del lugar y barman se vio completamente confundido. Primero este loco llega a causar caos como cada vez que viene, luego amenaza con romper su barra y tarro, llama la atención y de plano le pregunta algo completamente obvio. —Sí, el letrero tiene afuera desde hace seis meses.

El británico de suéter azul se sintió un completo estúpido.
—Trabajaré con usted— aseguró.

El mayor sonrió. —Para eso, niño, necesitas saber música. Y estar sobrio— miró de reojo la bebida a medio tomar del de cuencas.

Póngame a prueba, prometo que no lo defraudaré.

El barman se lo pensó por unos segundos para finalmente darle la espalda.

Alcohólico ||TomTord||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora