my (sweet) bunny

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Especial de Halloween
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Ha pasado un año desde que Archie y yo comenzamos a salir, y ha sido el mejor año de mi vida. Nunca creí que conocería a alguien tan especial como él; me hace reír, me anima a hacer cosas que nunca antes me habría animado a hacer (ni en un millón de años); me ha hecho sentir más confianza sobre las imperfecciones de mi cuerpo y ha llenado de colores mi vida. Si tuviera que describir mi vida antes de conocerlo probablemente terminaría mencionando el nombre de alguna película de los años cuarenta, como El Expreso de Shanghai. Una buena película. Por ella conozco los nombres de Anna May Wong y Clive Brook, mas nunca entendí por qué mi abuelo estaba tan embelesado con Marlene Dietrich, tal vez era por su voz o por su «hermoso rostro de porcelana.»

Aunque si tuviera que describir a Archie en una película probablemente Mary Poppins sería el primer título que me vendría a la mente. Definitivamente lo veo bailando con pingüinos y vistiendo un traje a rayas, o bailando por los tejados, cubierto de ollín, dando de brincos y volteretas por las chimeneas en medio de la noche. «¿Por qué Mary Poppins? —me preguntó curioso, yo le abracé por detrás y dejé un beso en su mejilla rosada— Me gusta la película, mucho, pero no creo que un paraguas pueda llevarme por el cielo de Londres.» Archie no estaba tan consciente de ello, pero yo estaba más que seguro de que aquello podría ser remotamente posible; era muy ligero y podía cargarlo sin dificultad. Sus pisadas eran comparables con las de un ratón en una fábrica de almohadas, ligeras, silenciosas, discretas. Pero un día comenzó a preocuparme su peso, estaba perdiendo masa muscular y a veces se le marcaban las costillas, sus clavículas comenzaron a notarse más y sus dedos eran más delgados.

—¿Estás comiendo bien? —le pregunté preocupado.

Archie desvío la mirada y se metió a la cama. Me acerqué con cuidado. Tenía un mohín en el rostro y los ojos llorosos. Me puse de rodillas junto a él y le acaricié el rostro con la punta de los dedos, estaba frío y tenía los labios partidos. Era la primera vez que nos veíamos en varias semanas.

—Archie, ¿estás bien, amor? ¿Qué ocurre?

Sentí que mi corazón se hacía pedazos al verlo llorar. Eran pequeñas lágrimas que se transformaron en un profundo llanto, uno desgarrador, de esos que te hacen sentir vacío y despedazado por dentro. Sus manos se aferraron a mi camiseta y ocultó su rostro en mi hombro; sentí el frío de sus lágrimas y su aliento caliente chocando contra mi piel, al mismo tiempo sentía su corazón. Bajó su delgado cuerpo de la cama y se ocultó en mis brazos, literalmente, estaba tan delgado que fácilmente podía cubrirlo y aun sobresaldrían las puntas de mis dedos. No sabía qué hacer, salvo quedarme ahí con él hasta que su llanto cesara, eso fue alrededor de la una de la mañana. Sus ojos se hincharon y tenía la cara completamente roja y con rastros secos de lágrimas; murmuró lo que pareció ser una disculpa y yo besé su frente. Lo subí a la cama y le tomé la temperatura. Tenía fiebre. Así que preparé un té de manzanilla y saqué algunos antigripales que guardaba en los cajones de la cocina.

Se quedó dormido al poco tiempo.

Pasé la noche en el sofá, no quería incomodarlo. Levi se quedó plantado afuera de la puerta de mi habitación y actuó de perro guardián. Traté de dormir, de verdad que traté, pero ningún té o pastilla me ayudó a conciliar el sueño; ¿cómo se puede dormir después de lo que había pasado con Archie? No nos habíamos visto en semanas y cuando queríamos pasar tiempo a solas él no se sentía con ánimos; su peso estaba por debajo de lo ideal y ya no sonreía tanto como antes. Realmente me dolía verlo así.

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