❥ Chapter two.

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  Simplemente no me dí cuenta cuando Luna se fue, estaba inmersa en mis pensamientos

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Simplemente no me dí cuenta cuando Luna se fue, estaba inmersa en mis pensamientos. No podía dejar de pensar en él. Tenerlo en frente mío o al lado a la hora de comer, me resultaba muy incómodo y no solo porque ahora vivía conmigo, sobretodo por el simple hecho de que él y yo habíamos peleado hace unos días.
El tema central de la discusión fue Benicio, como la mayoría de las veces, claro. El mismo me había dicho para participar de su plan de venganza por lo que sucedió en el Red Shark Festival, yo no quería formar parte de ello, porque sinceramente ya no me importaba. Luna terminaría acaparándolo todo, ¿Para qué esforzarme?, tendría que aceptarlo. Sin embargo él me obligó, me hizo cambiar el número de un patinador exitoso que venía en busca de la mexicana que odiaba tanto, lo hice; porque la última vez que no acepté su propuesta todo fue de mal en peor ó cuando quise acabar con esta maldita farsa, desde ahí tengo temor a que las cosas lleguen a extremos que no pueda controlar. Al día siguiente tenía la mejilla morada, ¿Desde cuándo me dejaba manipular así?, nunca fui débil en ese sentido, pero Benicio incrementó un miedo irreparable. Simón al cabo de unos días se dió cuenta del plan, primero habló conmigo y me dijo un montón de santurradas, luego inspeccionó bien mi rostro y me preguntó:

- ¿Qué te sucedió? - inquirió, viendo el color que había adquirido mi mejilla, estuve segura de que estaba pálida -. Dime Ámbar, por favor.

- No me sucedió nada, simplemente me caí, ¿Contento? - entrecerró sus ojos y me tomó la mano.

- ¿O alguien te pegó?, dudo que en tu casa, así que lo único que me queda por preguntar es... ¿Fue Benicio? - entonces ahí tuve miedo de admitirlo y que luego el recién nombrado nos hiciera daño a ambos, a mí por buchona y a Simón por entrometerse. Yo no quería dañarlo, por lo que fingí estar enojada.

- ¿Pero qué te pensás?, Benicio no es un salvaje inmundo como vos, él no haría eso. Me caí y punto, Simón, fin del asunto - corrí mi mano y me crucé de brazos, mordiendo levemente mi labio inferior.

- No dejes que él te vuelva a tocar, Ámbar, ten cuidado. Conozco a Benicio, puede usar mil formas para manipularte - sus manos acunaron por unos instantes mi rostro -. Tengo miedo de que salgas lastimada bonita, mataría a quien sea para que no te hagan daño.

- Cállate y dejá de decir estupideces, por dios - me alejé de Simón, seguido de eso me marché a la pista, porque no podía seguir hablando con él.

Desde ahí todo se tornó incómodo, no paraba de mirarme, esperando a que Benicio hiciera algo para finalmente molerlo a golpes.

Jugué con el postre que yacía en la mesa, era helado de chocolate, mi favorito. No tenía apetito. Estaba tan angustiada con mis problemas que el querer comer ya no tenía espacio en mi vida, porque la misma era un lío sin fin. Escuché unas voces llamarme, pero era incapaz de escucharlas claramente estaba muy ensimismada en lo mío, hasta que gritaron mi nombre con fuerza.

- ¡Hey, Ámbar! - Mónica me miraba confundida por mi actitud, la miré aturdida -. Cariño, ¿Te sientes bien?

- Sí, sí... Estaba pensando en algo. - desvíe mi mirada por unos instantes a otra parte, o mejor dicho, a otra persona.

- Hace rato andas así, no comiste nada en toda la noche. Pensé tal vez que el helado te daría apetito, pero veo que no - retiró el plato que estaba con dicho postre.

- Sí, lo siento, fue un día agotador para mí. Gracias igual.

- Está bien, quería presentarte a alguien. Él es Michel, el estudiante de intercambio venezolano, ¿Te acordas que te habíamos comentado sobre él? - asentí, el chico era castaño; tenía puesto un sombrerito, unos jeans y un suéter horrible. Le resté importancia a su presencia.

- Hola, bienvenido. - saludé cordialmente - Voy a mi cuarto, ¿Sabés?

- Está bien, que descanses - sonrió mi abuelo, me acerqué a él y besé su mejilla para luego marcharme.

En el trascurso del comedor a mi habitación, esa voz tan conocida para mí me detuvo. Volteé para verlo, le dediqué una mirada indiferente, como lo hacía con todos.

- ¿Qué querés? - dije sin ganas.

- Necesito hablar contigo - suplicó, reí con ironía, lo que me faltaba.

- Yo no tengo nada que hablar con vos, ni siquiera hay una conversación pendiente. Andáte - ordené.

- Por favor Ámbar, es urgente, al menos para mí.

- Ay, dios, bueno dale - le dije, bajé los pocos escalones que había subido para poder estar más cerca de él.

- Es sobre lo del otro día - me crucé de brazos y rodé mis ojos, no de nuevo -. Sé que no quieres que me meta y te entiendo porque son tus problemas, pero quiero que sepas que me importas mucho, no quiero que te hagan daño. Te dejaré en paz, si me prometes alejarte de él.

- ¿Perdón? ¿Me estás cargando? - digo sin gracia -. ¿Quién sos vos para preocuparte ahora por lo que me pasa o no?, te recuerdo muy bien que me dejaste sola cuando más te necesitaba. Vos en la fiesta a principio de año me demostraste lo poco y nada que te importo, porque si no te habías enterado, a mí me dolió mucho más él no ser quien yo creía ser. Pero no, a nadie le interesó, totalmente típico desde que Lunita llegó a este país. No te voy a prometer nada nunca, porque a diferencia de vos no prometo sabiendo que no cumpliré dichas promesas.

- Ámbar... - advirtió.

- No, Ámbar nada, basta. Estoy cansada de que siempre estés de su lado y que yo tenga que ser la segunda opción Simón. ¿Por qué no te ponés en mi lugar un segundo?, hago lo que hago porque tengo que sobrevivir de alguna u otra forma, ¿Entendés? - el timbre sonó, bufé y me dirigí hacia la puerta.

Abrí la misma y me encontré con la silueta de mi querido novio, estupendo. Dentro de mí maldecía a los mil demonios el que esté acá.

- Hola mi amor - dijo, causando repugnancia en mi interior, se oía fastidiosa esa frase saliendo de sus labios.

- Hola Benicio, ¿Qué haces acá?

- ¿Qué no puedo visitar a mi novia?, nadie me lo informó - frunció el ceño, miró a mi costado, seguramente Simón seguía allí.

Maldita sea, ¿Por qué no se iba?, empeoraría las cosas. A mi novio no le gustaría la idea en lo absoluto.

- ¿Qué hace él aquí? - preguntó, mis manos comenzaron a sudar.

- Ehm... Me venía a decir que Mónica quería que vaya con ella. ¿Te molesta? - su intensa mirada volvió a mis ojos.

- Está bien, solo vine para darte esto, guárdalo bien. Hasta mañana - me entregó un paquete azul y luego se despidió con un beso en la mejilla, finalmente se marchó.

De: Benicio.
Para: Ámbar.
"Recuerda que eres solo mía."

Inmarcesible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora