Y volvíamos a la misma situación de antes: la misma cena incómoda, con la diferencia de que ahora no solamente era incómoda, sino que había algo - alguien - que lograba que me recorriera un escalofrío por el cuerpo. Y no, no era una linda sensación.
Michel no despegaba su intensa mirada de mí. Quería levantarme en este mismo momento y decirle que por favor dejara de mirarme así, porque simplemente no me gustaba. No era como esas miradas en las que te miran con ternura y calidez. Su mirada era fría e ilegible.
— Ahora que estamos todos acá reunidos, es un buen momento para hacer una fiesta, ¿Verdad? —habló mi abuelo, intentando sacar tema de conversación y que el ambiente sea menos tenso, pero el intento fue en vano.
— Abuelo, no creo que sea el mejor momento para una fiesta, neta —dije mientras ahora no solamente sentía la mirada fija de Michel sobre mí, sino también la de Matteo.
— Luna tiene razón, Alfredo —habló mi mamá dándome la razón —. Por ahora concentrémonos en darles una linda bienvenida a nuestros huéspedes.
Mi mamá señaló a los chicos, y todos sonrieron de manera amistosa, menos Matteo, quien se encontraba mirando Michel con el ceño fruncido. ¿Él también habrá sentido la mala vibra que puede transmitir ese chico? ¿O solamente a mí me pasa?
De todos modos, aunque puede que esa mala vibra esté, también tiene un estilo amistoso. Como si su único deber fuera hacer amigos y caerle bien a todo el mundo.
Cuando menos pude darme cuenta, ya se había entablado una conversación, la cual al principio me costó seguir por estar tan sumida en mis pensamientos.
— Entonces, Michel, ¿Has viajado mucho?—Ésta vez fue Simón el que habló mientras cortaba un pedazo de carne.
— La verdad es que sí—contestó —. He pasado por lugares como Italia, España, Francia, México... Y Luna —levanté la mirada hacia él forzosamente—. Déjame decirte que tu país es precioso—sonrió mostrando sus dientes.
— ¿Sí? Que buena onda que te haya gustado—intenté sonreír, pero solamente me salió una mueca.
— A mí me encantaría viajar por todo el mundo, conocer gente nueva, lugares—habló Simón volviendo a la conversación.
Cuando Michel estaba por contestar al comentario de mi mejor amigo, Matteo intervino:
— A mí la verdad es que no me parece una muy buena idea. Yo me he tenido que cambiar de país muchas veces por el trabajo de mi papá, y sinceramente me parece horrible perder a tus amigos y la gente que más quieres —habló hacia el venezolano, como si estuviera retándolo a algo.
Noté como Ámbar soltaba una pequeña risa, lo que supuse que era a causa de la situación. La forma en la que se notaba que Matteo intentaba darle a entender que "tenía razón".
Realmente concordaba con el italiano. Yo me he mudado de país una sola vez en mi vida y neta es algo muy difícil. Perder a todos esos amigos con los que pasé millones de cosas durante muchos años. En eso le daba la razón a Matteo. Hacer amigos tampoco es lo más fácil del mundo.
Miré a Matteo, y como si se hubiera dado cuenta de que lo miraba, él giró su vista hacia mí. Abrí la boca para poder contestarle lo anterior dicho, pero el chico venezolano me interrumpió.
— No, al contrario. Haces amigos por todo el mundo—habló como si fuera algo obvio.
Volví mi vista hacia el italiano, y pude ver como miraba con enojo a Michel mientras apretaba los puños. Y lo entendía. Michel no tenía ningún derecho de contradecirle, ya que realmente no conocía por todo lo que había pasado Matteo. No es lindo conocer personas, tomarles cariño y luego estar obligado a dejarlas para conocer otra sabiendo que existen posibilidades de que también las vayas a dejar.
A pesar de lo que pensaba, me callé. No que quería era generar un conflicto justo aquí.
— Por cierto, en este tiempo que esté aquí, me encantaría escuchar tocar a la Roller Band, y también escucharte cantar a ti, Luna.
Fruncí el ceño mientras levantaba la vista de mi plato. ¿Cómo sabía que cantaba?
— ¿A mí? —asintió con esa sonrisa que lo último que me generaba era confianza.
— ¿Así que conoces nuestra banda?—habló Pedro.
— Algo así. De casualidad vi un vídeo de ustedes cantando en una terraza.
El momento en el que Michel pronunció esas palabras, me ahogué con el jugo de naranja. Aquél beso con Matteo hizo presencia en mis recuerdos. También haciéndome recordar que realmente extrañaba los tiernos besos de Matteo. Extrañaba a Matteo, eso era verdad, pero debido a las circunstancias, me tendré que quedar con las ganas de confesárselo.
Cuando miré al chico que nombré anteriormente en mis pensamientos noté una pequeña sonrisa saliendo de sus labios mientras cortaba un trozo de carne.
— Y eso lo encontré de casualidad buscando unos vídeos de Luna—habló, como si fuera lo más normal del mundo.
Aquello me hizo salir de mi pequeña burbuja de fantasías. Fruncí mi ceño y por un momento sentí mis manos temblar.
¿Por qué estaría buscando vídeos míos? ¿Qué necesidad tendría?
Volví a sentir el llamado "temor". Tragué en seco mientras intentaba forzar una pequeña sonrisa y hablarle de la manera más cortes posible, pero era una situación incómoda, y extraña, que me dejó un mal sabor de boca.
Mi mamá, quien estaba a mi lado, se mostraba igual de confundida que yo.
— Espera, ¿Por qué estabas buscando vídeos míos?
Una de las ya notables características del chico era que no dejaba de sonreír, y en parte, eso era algo un tanto abrumador.
— Es que tenía curiosidad de saber un poco más sobre la persona que me iba a hospedar en su casa. —Se encogió de hombros. Asentí de manera desconfiada, pero un poco más tranquila —. Y déjame decirte que eres una gran patinadora y cantante.
— Gracias, neta. —Hice el intento de regalarle una sonrisa amistosa.
Finalmente, la mesa volvió a ese incómodo silencio.
ESTÁS LEYENDO
Inmarcesible ©
Hayran Kurgu"Que no se puede marchitar" La visita de los chicos de la Roller Band y Matteo en la mansión, resulta de la manera menos pensada. Ámbar y Luna ilusionadas por reparar aquellas relaciones que tanto anhelaban volver a vivir, pero que ahora estaban de...