Extra: Segunda Parte

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Candice caminaba furiosa por los senderos del jardín. El idiota de su marido ha bailado con cuánta mujer se le ha parado enfrente y ni siquiera ha recordado que ella sigue ahí.

Y lo peor es que ahora su conciencia empezaba a escocerle por lo que acababa de hacer.

«Ellas se lo buscaron», rebatió su parte celosa, resistiéndose a sentirse culpable por haber mandado a sacar a las mujeres de la tienda.

Porque claro que sabe quiénes son. Las había escuchado cuchichear al principio de la noche y había reconocido sus voces, sobre todo la de la tal Johanna. Ella portándose amable, llevando el vestido a la tienda para que no tuviera que ir hasta su casa, y ellas conspirando para birlarle el marido.

«Y el muy idiota siguiéndoles el juego», detuvo un instante su andar y zapateó furiosa.

—Los zapatos no tienen la culpa, hermosa dama. —Una voz baja y enronquecida sonó a su espalda, muy cerca de su oído.

Miró a los lados, en busca de más paseantes, mas no vio a nadie. Estaba sola, en un jardín medio oscuro, a expensas de un desconocido. Sintió que el hombre se acercaba un poco más, casi tocándola con su cuerpo. Tragó saliva. Las piernas se le estaban aflojando, y el corazón le latió apresurado. Un aroma, que ella conocía muy bien, flotó hasta su nariz, revelándole la identidad del susodicho. Al instante, una sonrisa afloró en sus labios rojos.

—No —contestó en medio de un sonoro un suspiro—. La culpa es de un idiota —dicho esto reemprendió la marcha, alejándose del hombre.

Terrence vio el furioso caminar de su esposa y sonrió. La tenía justo como la quería. Celosa y con ganas de guerra.

***

Fuera de la casa, una escalera humana estaba a punto de derrumbarse.

—¡Cuidado, Johanna! —Aurora miró furiosa las pantorrillas cubiertas con medias de su amiga. Esta estaba sobre su espalda, tratando de escalar por encima de la barda que rodea la mansión donde se celebra la fiesta.

—Perdón —susurró la mujer, quitando el pie del cuello de Aurora.

—Esto no está funcionando —intervino Pattylu, tenía las manos en la cintura de Johanna, intentando darle impulso para que pudiera alcanzar el filo de la barda y luego a una rama que sobresale por encima de esta.

Johanna miró a su amiga y luego a la cabeza de la pobre Aurora; con una mueca de pesar se bajó de la espalda de la mujer y luego se recostó de la barda. Pattylu se paró junto a ella, con los brazos cruzados, y una expresión de desamparo en el rostro, miró a Aurora enderezarse y llevarse las manos a la parte baja de la espalda.

—Quizá debemos irnos —dijo Aurora con una mueca de dolor. La espalda y la cintura la estaban matando.

Las otras dos tan solo la miraron... pensando...

***

Al otro lado de la barda, Terrence caminaba tras Candy. La mujer, a pesar del voluminoso vestido, daba largas zancadas. Cuando parecía que iban a recorrer todo el jardín, ella se detuvo junto a la pared que separa la propiedad de la calle.

Candice tenía la respiración agitada, más por la presencia de su marido que por la caminata. Su intención no había sido alejarse tanto, pero con cada paso que daba su enojo se iba difuminando, entonces, una loca idea pasó por su mente y decidió llevarla a cabo.

—No debería estar sola. —Escuchó tras ella la voz fingida de su marido—. Alguien podría aprovecharse... —Lo sintió más cerca y sonrió.

—Tal vez yo quiero que se aprovechen... —Terrence frunció el ceño, no gustándole la respuesta de su esposa. No obstante, lo dejó pasar y regresó a su papel.

Para siempre: algunas historias de amor nunca terminan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora