🎃•Especial Halloween•🎃

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Con su disfraz de fantasma y sus dos vampiros, empezaron a recorrer las calles de toda la ciudad de Tokyo en busca de dulces y caramelos.
La pelinegra llevaba consigo una pinta espectral; no es que simplemente llevase una sabana en la cabeza y recortará dos hoyuelos, no. Su traje era realista y muy creativo; había tejido un vestido que llegaba un poco más arriba de las rodillas con sabanas blancas ya a punto de desechar, rasgó las partes inferiores e hizo unas muñequeras con la tela sobrante, maquilló un poco su rostro para que luciera pálida y se puso las medias a rayas blanco y negras que le llegaban más allá de las extremidades ya mencionadas. Como últimos detalles, tiñó temporalmente varios mechones en color blanco, se colocó un lente de contacto rojo en su ojo derecho para parecer una heterocromática y finalizó al colocarse una máscara con forma de calavera a un lado de su cabeza como si fuera una pinza de pelo.

Ese mes pensó en celebrar la noche de brujas con sus pequeños favoritos: Los gemelos Okumura.
Ella misma realizó los trajes de vampiros inspirada en el Conde Drácula. Logró obtener colmillos falsos de alguna manera y canastillas en forma de calabazas de los que sobresalían pequeñas gotas de sangre falsa de los ojos de las mismas.
Nada podía salirle mal esa tarde como para no poder ir a buscar dulces, solo tenía que pedirle permiso a Shiro y ya, todo quedaba bajo su control.
Tocó la puerta varias veces y fue en la quinta vez cuando el padre Fujimoto había abierto las puertas.

—¡Dulce o truco! —gritó la oji-azul al aire mientras levantaba sus manos al mismo, las cuales traían dos bolsas de regalo.

En ese preciso momento, los hijos adoptivos del exorcista salieron corriendo en busca de aquella voz que tanto amaban.
Sus ojos se iluminaron más al saber que las bolsas de regalo eran para ellos dos. Haruka le pasó ambas envolturas a sus pequeñines viendo con ilusión como abrían sus trajes de Halloween.
Shiro al ver esto, estuvo totalmente de acuerdo de que por lo menos salieran esa noche a pedir dulces, sabiendo lo problemáticos que eran los demonios en noche de brujas, pero si andaban con Minesa nada les pasaría.

Y ahora ahí estaban. Tocando las puertas de los vecinos, donde cada uno alababa los trajes con ideas simples pero muy bien diseñados del trío.

—¡Dulce o truco! —especularon los gemelos al momento de ver como la puerta de la séptima casa se abría.

—Aquí tienen, pequeños. —habló la señora rubia dueña de la edificación depositando varios chocolates en las canastillas de los hermanos Okumura— ¿Tu eres su hermana mayor?

—No, señora, soy su niñera. —habló con amabilidad.

—Debes disfrutar mucho estar con estos dos. —miró a los Okumura que estaban contando los chocolates dados por la mujer— En fin, espero y se diviertan esta noche.

—Igualmente, señora. —devolvió— Buenas noches y gracias por atendernos.

Finalmente la noche había acabado y casi entraba la madrugada. En la casa de los Okumura tuvieron la oportunidad de contar todos los dulces que lograron reunir; 64 caramelos en variedad, 28 paletas, alrededor de 31 chocolates y uno que otro muffin de calabaza.
Al finalizar el conteo, ambos gemelos se recostaron de la fantasmita de su niñera y acabaron en brazos de Morfeo. Haruka, al ver a ambos vampiros en sus brazos, beso sus cabecitas y durmió con ellos aún sin quitarse los disfraces Halloweenescos.

Raising a Demon. [Demon Series Book #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora