Capítulo VII

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Son las 3 a.m. Mi mamá ronca como oso. Mágico yoga. Ahora soy yo la que no puede dormir. Es por lo de Lauren. Creo que la he invadido demasiado. He tocado algo que le duele muchísimo y me siento culpable. Es posible que, ahora sí, no quiera volver a hablar conmigo. Hay ocho bolas de papel en el suelo. Son todas las cartas que empecé a escribirle, pero no encuentro las palabras exactas para decirle cuanto lo siento sin darle la oportunidad de mandarme al diablo. Va otra...

"Lauren, siento mucho haberte molestado. No volveré a preguntar nada que tenga que ver con eso que tanto te duele. Por favor, discúlpame. No tengo ninguna mala intención, pero como me dijo alguien alguna vez "de buenas intenciones está empedrado el infierno" Cuando vuelva a encontrarte, solo diré: "Hola". Empecemos de nuevo. No intentaré descubrir nada que tú no quieras mostrarme.
Camila"

Así de simple. Sin beso ni nada. Espero que funcione y me responda pronto.

Hoy hice algo que antes no se me hubiera ocurrido hacer ni loca. Antes de conocer a Lauren. Cuando acabó la clase de Geografía, me acerqué a hablar con el profesor Vélez. Le dije que solo quería disculparme por haber estado desatenta y por no haber puesto más interés en su clase. El pobre se quedó mirándome confundido, luego se sentó en el escritorio, cruzó los brazos sobre su panza y dijo: "Es la primera vez, en todos los años que llevo enseñando en esta escuela, que un alumno se acerca a pedir disculpas sin que, de por medio, haya una amenaza de expulsión o algo así. La felicito y le agradezco la consideración, señorita Cabello. Estaré entonces pendiente de su progreso en mi curso". Recogió su maletín y se fue rascándose la cabeza y despeinándose los cinco pelos que le quedan. Me sentí bien y me fui pensando:

"Las oportunidades de progresar se acaban". ¿Lauren me habrá respondido?

***

Regresé a mi casa con Dinah. Le ha pasado algo horrible. Lo que más me preocupa es que está muda desde que pasó lo que pasó. No llora. No grita. Nada. Mutis.

Estábamos regresando en el autobús y en un semáforo en rojo la camioneta de su papá quedó parada casualmente al costado de nuestro bus. "Dinah, ¿ese no es tu papá?", abrí la bocota. Dinah volteó emocionada:¡Siii! ¡Papá! ¡Papito, aquí estoy!", gritaba golpeando la ventana. ¡Señor Hansen! ¡Aquí está Dinah, la niña de sus ojos!", grité yo también burlándome y Ally, que iba con nosotras, también empezó a bromear y golpear la ventana, pero no nos escuchaba. Una mujer iba en el asiento del copiloto. De pronto, esta mujer se acercó a él y le dio un beso en la boca y luego los muy idiotas se dieron un beso esquimal. O sea, frotaron sus narices y se rieron. Luego Ally dijo: "Mira, Dinah, también está tu mamá. ¡Señora Hanseennn!" Gritó. Yo le puse una mano en la boca y le dije bajito: "Esa no es la señora Hansen". Ally enmudeció. Dinah se quedó helada. No dijo nada y volvió a acomodarse en el asiento. Lo único que dijo es: "No quiero volver a mi casa", y aquí estamos.

Apenas entramos a mi casa lo que vimos fue como para preguntarse si, de pronto, todo el mundo se había vuelto loco. Encontramos en mi sala a un hombre vestido de blanco, descalzo y parado de cabeza. Parecia una vela humana. Casualmente, luego me enteré, esa posición se llama precisamente "la vela" y el sujeto de cabeza ers el profesor de yoga de mi tía Virginia y, ahora, también de mi madre. Arrastré a Dinah hasta mi habitación y le serví un vaso de agua. Luego salí a pedir refuerzos, porque yo no sabía que hacer. Encontré a mi madre y a mi tía en la cocina. Les conté todo a mil revoluciones y luego me acompañaron a ver a Dinah. Seguía allí la pobre con la mirada perdida. El vaso de agua intacto y en ángulo de 45 grados en sus manos. Pobrecita. Mi madre se acercó despacio. Le quitó el vaso y la abrazó. En ese momento, Dinah regresó del trance y se puso a llorar como un bebé en los brazos de mi mamá.

―Ya, preciosa, ya. ―le decía mi mamá acariciándole la cabeza.

―Mi papá... mi... mi papá. ―decía Dinah ahogada.

―Ya lo sé. Ya lo sé. ―decía mi mamá.

―¿Por qué?... mi mamá... mi... mamá.

Dicidimos dejarlas solas. Mi tía y yo volvimos a la cocina. En el camino, le pedí que por favor le dijera a la vela que se pusiera de pie. ¡Que bárbaro ese tipo para no enterarse de que el mundo se derrumba! Luego estábamos los tres sentados en la sala y en silencio.

Pasó como media hora y mi madre y Dinah salieron. Dinah estaba destruida, pero ya no lloraba.

La recomendación de mi tía fue llamar a la casa de Di y pedir hablar con su padre primero, ya que por las tardes no iba al zoológico. Dinah estuvo de acuerdo. Iba a hablar con su padre y a pedirle que venga a mi casa a conversar. Eso hicimos. El señor Hansen no tardó ni quince minutos. Los dejamos solos en la sala.

Yo estaba autorizada a escuchar desde la cocina. Dinah fue muy valiente. Le contó todo lo que habíamos visto desde el autobús, aunque se le quebraba la voz. Su padre con la cabeza agachada hasta parecía que se había encogido de tamaño. No podía escuchar muy bien lo que él decia. "Lo siento tanto, princesa", llegué a escuchar. Hablaron más de una hora.

Al final su padre se fue y todas, porque la vela se había ido levitando, salimos para saber cuál había sido el resultado de la conversación. Dinah no le diría nada a su madre. Su padre juró por los mil santos que lo de la mujer esa no era nada serio o importante y que no la vería más. Dijo que no podría perdonarse el haber lastimado así a su única hija y que por nada de este mundo sacrificaría a su familia. "Soy un miserable ser humano que se ha equivocado de la peor manera", fueron sus palabras. Dinah le ha dado la oportunidad de reparar su error. Esta noche prefiere dormir en mi casa.

Antes de acostarme, revisé mis mensajes y tenía uno de Lauren.

"Camila, lamento ser tan... no sé... dura contigo. Sé que tu intención es buena y te lo agradezco. Hay muchas cosas que no te podré explicar nunca. Hay problemas que el tiempo se encarga de resolver y espero que el de mi madre sea uno de ellos. Otros no se resuelven nunca...
Empecemos de nuevo. Gracias otra vez y lo siento.
Un beso, Lauren."

Leí su mensaje muchas veces. Dos "nunca" en pocas líneas es demasiado. Lo bueno es que "empezaremos de nuevo", si eso es posible. Ahora debo cuidar mis palabras una a una y eso me fastidia. Si no fuera porque me hace tanto bien hablar con ella, le pondría el punto final a esta historia. Además, esta vez sí me mandó un beso.

M e s s a g e s; camren. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora