Parte dos: Min Yoongi.

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Min Yoongi siempre lo supo. Él sabía que Kim Taehyung nunca seria suyo, lo supo desde que lo vio entrar en aquél cuarto rodeado de concreto. Lo sabia y aun así se entregó, entrego lo último que le quedaba y fue infinitamente feliz en una historia ínfima. Porque desde la primera vez que lo vio supo su destino y cuál sería su final, quien venía en forma de un castaño delicado consumido por las llamas del deseo de poder de alguien más.

Por eso no pudo evitar sonreír con dolor cuando lo vio partir. Porque a pesar de que quería creer con todo su corazón en las palabras del castaño, él sabía mejor. Sabía que él no era nada a comparación con lo que le esperaba a Kim detrás de las puertas de acero y los muros de concreto.

Aun así, quiso creer, porque si de algo quería morir era de esperanza. Esperanza de reencontrarse con quien amo más de lo que alguna vez se amó a sí mismo.

Y así los días pasaron, noches pesadas en soledad, tardes que destilaban la añoranza de algo que nunca fue realmente suyo. Porque Min siempre creyó estar solo, lo estuvo de niño, lo estuvo de joven, lo estuvo en esa fría celda, encerrado por un crimen del cual jamás se arrepentiría. Porque él, Min Yoongi, siempre estuvo solo, hasta la llegada de Tae.

Estuvo meses esperando, meses en los cuales la vida lo trato aun peor que la muerte. Porque él ya no podía ser un ciudadano respetable, porque sus manos estaban teñidas de sangre y la sociedad no podía soportar a alguien que este envuelto en muerte, no podían soportarlo, entonces lo exiliaron. Vivió un exilio que lo hacía desear estar muerto, pero el brillo inusual en los recuerdos del joven canela le daban la suficiente fuerza para poder continuar. Continuar con una vida que desde esa noche ya no le pertenecía.

Pero, así como la espera de Taehyung lo hacía vivir, también lo estaba matando lentamente.

Y, una noche, rodeado de paredes mohosas y un par de muebles viejos, decidió terminar con su vida.

No era demasiado, no se merecía demasiado. Colgó una soga de alguna viga descubierta, armo el escenario de su final. Acomodo el viejo y polvoriento sofá, de una forma en la cual este de espaldas a él. Encendió el televisor en uno de los canales de noticias que menos lo molestaba, subió el volumen, preparo la silla.

Dio unos pasos hacia atrás, toda la escenografía estaba en su lugar. Apago las luces, la iluminación ya estaba preparada. Se maquillo levemente, mirando por última vez su reflejo en el espejo de ese diminuto baño, y sonrió. Una sonrisa dolida, cansada, temerosa, pero una sonrisa al fin y al cabo.

Un paso, dos, estaba frente a la silla. Levanto una pierna, la otra, estaba sobre la silla. Acomodo su cabello gris, peino sus cejas, una lagrima traidora se deslizo por su mejilla. Así que... esto era todo. Una vida miserable con un final deplorable.

Un nombre, logro escuchar aquel nombre. Ese nombre que susurraba cada noche de extrema añoranza, el nombre de aquella persona que se había convertido en su todo. No importa, ya no importa nada. Avanza, él no volverá, un susurro que retumbaba en sus oídos.

"Hoy se cumple un año desde el fallecimiento del hijo del difunto político Kim TaeYoung, luego de ser encontrado muerto en su habitación de hotel horas posteriores a su salida de prisión. La razón de su muerte sigue siendo un misterio, su posible atacante sigue siendo desconocido. El caso..."

Yoongi sonrió con sorna. Bueno, pensó, yo estaba en lo correcto, nunca volverías por mí. Y con la sonrisa aún en sus labios y las lágrimas cayendo con más fuerza, empujo la silla. 

De recuerdos dolorosos y finales (in)felices. | Two-Shot (Taegi/Yoontae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora