CAPITULO 5: DOLOR

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Rayan había pasado un momento incomodo en el supermercado que siempre frecuentaba en busca de sus comestibles.

La razón.

"Palomitas de maíz dulce", su último antojo adictivo, todo tras haber visto un anuncio del día del mismo dejado en una pared ya viejo, se le antojo y bueno tras tener constantes ascos y ser al fin un alimento que pudo tolerar no había parado de consumirlo al menos una vez al día y para su buena suerte había encontrado una sección bastante surtida en el súper que nunca había visitado pero, que ahora era cliente asiduo.

Cuando iba por el mismo una niñita de coletas con un vestidito muy mono de 3 o 4 años hacia un berrinche por algún dulce que suponía no le quería comprar, por el ruido que provocaba.

Nunca le importo esas cosas, ni siquiera las había tomado en cuenta ya se iba a ir pues el molesto chillido le molestaba, cuando apareció un hombre de mediana edad que parecía ser el padre de la cría porque él la levanto y arrullo entre sus brazos muy cariñosamente hasta que momentos después esta le devolvió un tierno abrazo y un beso en la mejilla incluido y como si nada se calló y se fueron como una familia feliz.

Pero, él se quedó allí con su corazón siendo estrujado. ¿Qué haría cuando no pueda controlar a su hijo? ¿Quién le ayudara a educar a su hijo? Las dudas de si había hecho algo imprudente empezaron a carcomerle, por lo que no pudo evitar soltar unas lágrimas que se transformaron en fuerte sollozo tras darse cuenta en la magnitud del lio que se había metido.

Recién caí en cuenta de la gran responsabilidad que tendría y no lo había hecho en el lugar indicado ya que aunque, trato de controlarse le fue imposible y cuando alguien le fue a preguntar si se encontraba bien solo atinó a decir un "me duela muela" por lo que sin realizar compra alguna se fue lo más rápido a su casa.

Nunca más regresaría allí.

Pero, esa preocupación con el pasar de los días se convirtió en un pensamiento que no le abandonaba.

Hasta pensó en hacerse un aborto.

Pero, ya era tarde había cumplido 18 semanas en un abrir y cerrar de ojos. Siempre había imaginado que su embarazo la pasaría normal y hasta de maravilla.

La realidad era muy diferente y dura.

La obstetra que había visitado confirmando su embarazo a sus 8 semanas le había dado las indicaciones necesarias y las de rigor. Le mando a realizar varios exámenes de sangre y le indico ciertas circunstancias a tener en cuenta, al igual que el siguiente control.

Lugar a donde se dirigía en ese instante. Un día atrás se había realizado los exámenes que le solicito la doctora.

En realidad, él había cambiado la fecha para 2 semanas más tarde por circunstancias laborales cosa que toca recalcar que casi no logra aludiendole la importancia de los mismos.

Se preguntaba si sería tan normal aún tener tantas náuseas en las mañanas y escuchar un zumbido en sus oídos desde hace 2 semanas además, de tener un vientre tan crecido. No recordaba que se tendría que mostrarse de ese tamaño para esa época.

Tras ser tomados sus signos vitales donde no le gusto como le vieron, tuvo que esperar junto a otras pacientes que suponía para lo mismo unas solas y solos o en compañía.

Se encontraba nervioso. Siempre había sido confiado, extrovertido y seguro de sí mismo, pero, ahora ya no. Sentía que su personalidad se desvanecía y aparecía otro ser inseguro que a ratos le decía cosas que él no quería no escuchar. Por alguna razón sentía que ya no era el mismo y no estaba tan seguro que si todos los que estaban en su estado pasan por lo mismo.

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