Nueva Vida

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Giró la cabeza hacia el lado opuesto, los destellos que emitía el poste por pocos momentos mostraba como su rostro era ocultado por la noche mientras el tacto del piso se sentía más y más frío. La bala pronto la mataría pero al menos nadie la vería llorar, no había nadie cerca, ni dolor alguno,  había cumplido su promesa.

Ruby Tucker, la reina del caos si es que este existiese en sí; sólo era dueña del legado que su hermano dejó tras una sorpresiva desapareción, aparente secuestro. Su hermano no era de irse porque sí, él no traicionaba a la familia.

El sujeto en sí era desconocido y a menos que tuvieses toda una investigación detrás de suyo, nunca sospecharías de él. Era escuálido, nervioso y torpe, no sintió el sabor diferente del café hasta que empezó el dolor. Lento, su dolor era fuerte y lento, su noción de la realidad se hacía cada vez más lenta, las pisadas de Ruby alrededor suyo eran lentas también.

-¿Por qué?.- fue lo primero y último que le dijo el rubio.

-Recuerda todo lo malo que hiciste, Tweek Tweak...- le susurró  ella, sintió como la piel del chico se erizaba y se alejó-...piénsalo en los minutos que te quedan.

El chico estaba frío, sus labios estaban secos, era la miseria cual rata que lo devoraba. Analizó su situación, esa niña no se parecía a nadie que hubiese conocido antes, tenía una cara larga, de mirada cansada, cabello sucio y desaliñado atado en dos sueltas coletas.

No pudo pensar más, la droga acabó con él.

Finalmente la puerta se abrió, Ruby salió.

Nunca nadie supo dónde estaba Tweek ni Ruby. Sólo noticias incrédulas de una niña de 9 años que mató al ex novio del inestable mental de su hermano. Sólo el cuerpo de una niña atravesado por una bala suelta que tiró el nuevo dueño de la cafetería Tweek Bross, Craig Tucker.

De recuerdos enfermos y shipps accidentalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora