Capítulo 01

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Erior.

Cinco minutos, solo esos faltan para que acabe de una vez por todas este tedioso día para mí.

Los chicos han salido al comedor, y luego de vuelta a sus aulas así que saco mi teléfono y lo enciendo.

¡Dios mío! Tengo diez mensajes de Aurora, mi novia. Olvide por completo que anoche discutimos porque a ella le apetecía salir a ver una película y a mi quedarme en casa para descansar un poco todos los malos ratos que he debido pasar durante la semana.

Paso de todos los mensajes y voy con la nota de voz, por lo general lo resume todo entre gritos al final.

"Estoy cansada Erior, harta de tener que aguantar tu actitud de sedentario metido en la casa día y noche. Y es que hasta en los tiempos libres te da por encerrarte a ver películas o leer libros ¿Acaso no piensas en lo nuestro? ¿No crees que merezco más que una simple noche de placer y unos buenos días amor?, Necesito más, necesito acción y siendo sincera tu no me la estás dando"

La grabación se acaba y siento un nudo en la garganta, Aurora está molesta de verdad y por lo que mandó no pinta bien nada para cuando llegue a casa.

Carraspeo un poco para aclarar a garganta y no sonar como un completo imbécil con la voz quebrada al hablarle, no voy a caer tan fácil ante sus acusaciones.

"Cariño, a diferencia de ti... Yo tengo que trabajar ocho horas demás en un curso extra ¿Se te olvido quien paga la cuenta de los muebles de gamuza que compraste hace seis meses? Ese soy yo, aparte tengo que ahorrar para darte los lujos que te mereces por favor calma tu drama, prometo que este fin de semana saldremos"

Le doy enviar pero queda cargando, frunzo al ceño al intentar llamar pero el contacto sale en blanco. Tardo nos segundos en entender que me ha bloqueado.

—Y a esta que bicho le pico.

Esta vez marco al número de teléfono y al quinto tono contesta, — ¿Quién habla? —Indaga con voz risueña.

—Pues... tu novio ¿no?

Tarda unos segundos y escucho la risa de fondo de otro hombre.

— "Sh, calla creo que es Erior" —la escucho decir.

Siento que se me baja la presión de tan solo escuchar como su acompañante le dice que cuelgue y vuelva a la cama, antes de obtener respuesta cuelgo y dejo caer el teléfono a mis pies.

—Ramera, zorra arrastrada... —Digo, las lágrimas bajan por mis mejillas y golpeo varias veces el escritorio.

Fueron muchas las veces que debí dejar de lado a mis amigos para estar con ella, muchas las veces que deje de hacer lo que quería por complacerla. Incluso, llegue a punto de no salir de casa para que no hubieran problemas entre nosotros por sus celos irracionales pero ¿Para qué? si al final me ha pagado de esta manera.

Arrojo todo al suelo y dejo caer la cabeza sobre el pedazo de madera, me he quebrado y no hay manera de recomponerme.

Escucho tres golpes en la puerta a lo lejos pero supongo debe de ser los de la limpieza, pueden esperar.

— ¿Profesor? ¿Está bien? —levanto la cabeza rápido y limpio mi rostro con las mangas de la camisa, Carraspeo un poco y miro a quien se atrevió a sacarme de ese hoyo negro en el que estaba por caer.

Mía y su usual vestimenta negra esta parada a unos pasos de la puerta, de tal forma que pareciera podría escapar en cualquier momento. Se ve confundida y con los ojos rojos, creo que aguanta las ganas de llorar justo en este momento, como lo hago yo.

— ¿Que se te ofrece? —indago.

Sin responder se agacha y comienza a recoger las cosas que he tirado al suelo, las empieza a ordenar sobre el escritorio justo como lo coloco siempre. Algo muy extraño puesto que a pesar de ser manía no pensé que alguien más lo pudiera notar.

—Así está mejor. —Dice, al terminar de arreglar todas las cosas en su lugar. — ¿Le apetece un dulce? —Abre su mochila de lado y saca de ella dos chocolates enormes y una bolsa de gomitas. —A mí siempre se me sube el ánimo comiendo algo, pero supongo que usted debe tener otras maneras de hacerlo.

Río, río porque me parece gracioso que una adolescente de diecisiete años trate de subir mi ánimo cuando debería ser yo quien la ayude.

—Tomaré un chocolate ¿está bien? —asiente con un bonita sonrisa sincera— gracias, Mía.

—No hay problema, puede quedarse con el otro y las gomitas en casa tengo muchas más. —Su alegría en cierta forma es contagiosa, tanto que me siento un poco mejor. —No sé con exactitud que ha sucedido pero sé que toda estará bien, no hay mal que dure para siempre ni cuerpo que lo resista.

Sorprende escuchar eso venir de alguien que viste de negro y tiene calaveras hasta en sus uñas, pero debo admitir que es muy oportuno escuchar la frase.

—Será mejor que te retires antes de que algún compañero malinterprete la situación. —Asiente y se da media vuelta, con tan solo dos pasos queda de espalda y me llega a sorprender lo que hace.

Me da un cálido abrazo... Uno que dice mucho sin emitir palabras.

—Ahora si me voy. —Comenta con las mejillas rojas y corriendo en dirección a la salida.

Te quiero siempre mía. (LIBRO I &II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora