☪︎·̩➳͙ DOS ͙

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En cuanto aquellos ojos azules se posaron sobre él, aquel tinte tan inusual que brillaba como el agua que fluía atrás de aquel chico; podía reflejar su yo tan lívido que dejaba a Kei aturdido en su totalidad.

Lo adoraba, aquel color del océano profundo que nunca pudo conocer.

Tras el trance, se percató de que aquel chico lo miraba tal y como el desconocido que era con una mirada un poco hostil. Tsukishima bajó su mirar a los finos labios del azabache que temblaban por el frío que descendía el anochecer, parecía murmurar siendo apenas audible el timbre de su pobre voz desgastada.

Al final, el cuerpo del azabache terminó desfallecido sobre el cuerpo del más alto, que termino dando como respuesta alzando los brazos en un acto de asombro.

—O-oye...







Dos¦
En esa tiniebla...






*'¨)
 ¸.· '¸.·*'¨) ¸.·*¨)
(¸.·' (¸.·'* ☆☆*:..。.:*☆

Sujetó aquel brazo desnudo, colocó sobre ella la aguja para pincharlo colocó las gasas sobre el área sujetando de manera segura el catéter, para finalizar abriendo el sistema de perfusión.

Suspiró agobiado más de lo usual. Esperaba a que no se le muriera.

Se alejó del sitio en que estaba recostado el azabache, cruzó el poco espacio que había dentro de la tienda de campaña evitando chocar en el transcurso con la pequeña lámpara de carbón que iluminaba su noche, y se sentó en el otro extremo del campamento que en realidad sólo era un par de pies.

Quitó los guantes de látex, colocó sin afán sus lentes de marco negro y miró por arriba encontrándose con lo poco del cielo estrellado que la tela trasparente de la carpa podía proporcionar, que era como tener un techo de cristal.

Kei tomó ese tiempo para pensar. Lo raro, era que su mente que iba al mil por hora terminará en blanco en esos momentos. En el tiempo que se dio cuenta, ya había ayudado al sujeto moribundo, que por cierto también estaba debilitado y con pequeñas heridas, tenía suerte de contar con suero y equipo de primeros auxilios; e invitándolo a invadir lo que era su pequeño campamento improvisado para pasar la noche. Incluso le quitó la ropa que aún seguía mojada y le cubrió con su preciado saco largo.

Debía sentirse como un estúpido al dejarse engatusar por aquel chico que no conoce.

—¿Uh?— murmuró mientras posaba sus manos en los bolsillos de su pantalón. Sacó ambas cosas que hacían espacio, lo había olvidado, la bendita carta y la dichosa insignia.

Y tras estársela pensando decidió guardarla por otro rato, ¿la razón? Por si las dudas.

Luego investigara sobre eso y tampoco quería más problemas innecesarios por si rompe alguna ley que desconoce.

Verificó por el pequeño dispositivo sí la zona estaba resguardada, la pequeña pantalla párpado un par de veces verificando que la seguridad que colocó con anterioridad estaba activada. Y despegando la vista del pequeño aparatito se encontró por segunda vez aquellos ojos que lo miraban con atención que lo atrapo desprevenido. Aquel chico recobró la conciencia.

—Tú...— su voz grave con un tono gastado, tal vez por la resequedad en la que se encontraba su garganta, pero no lo detuvo de seguir hablando; —¿Quién eres?

—Son quien te ha sacado del río— o te ha salvado. Pero Tsukishima estaba algo incordiante esa noche y para aclarar todo, con gesto de ironía dijo: —te he salvado...

Ironía burlona ▌TsukiKageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora