☪︎·̩➳͙ TRES ͙

1.3K 191 23
                                    

Kageyama. No es un apellido muy común, pero a Kei le sonaba, recordó que en el pasado era muy reconocido porque pertenecía a una destacada familia noble que lo usaba. De hecho, una de las principales familias nobles antes de que la democracia llegará a su país. Eso no quiere decir que dicha familia ya no subsistan.

Tobio, Kageyama Tobio. No hallaba algún dato disponible sobre aquel nombre. No existía.

Pero daba la casualidad de que justo alado tenía alguien cuyo nombre es ése.

Acaso le había mentido sobre su nombre y en realidad recuerde quien es, o no había datos sobre su persona. Acaso era hijo de una oculta familia noble de la Nueva Nación, o simplemente alguien cuyo apellido existe en otra territorio de manera común.
Kei no lo sabía.

Kageyama Tobio, con diecinueve años, solo recuerda que tenía que volver quien sabe a dónde, es algo que aún no recuerda.

Kageyama Tobio, pueda que sea una caja de Pandora.






Tres¦
Fresas insípidas.







 *´¨)
¸.· ´¸.·*´¨) ¸.·*¨)
(¸.·´ (¸.·'* ☆☆*:..。.:*☆





Cerró la ventana que sobresalía del bisel de su reloj de mano, dicha ventana se esfumó como el humo del cigarro del sobrecargo que no tenía nada mejor que hacer; giró la corona controlando la energía y regresándo al temple cristal, que marcó los números de la hora de vuelta tras el apretón. Kei comenzó a meditar más el asunto, aunque le costaba creerlo un poco.

Un sujeto extraño al que encontró a orillas del río, ayudó, curó y trajo consigo al pueblo más cercano a pesar de tener que sufrir el infierno a pie por falta de transporte. No sólo eso, que también beso por pura curiosidad al igual que las ganas de querer molestarlo. Besarlo. Ahora que es consciente de su acto el calor llegó a sus mejillas que cubrió de manera instintiva con sus manos.

«¿Por qué eso? ¿Acaso soy un idiota?»

Desde la mañana en que partieron de aquel río, Kei no miró a los ojos a Kageyama. Al parecer, el azabache lo notó pero no preguntó nada. En cambio de ello, mientras caminaban bajo del sofocante sol, Kageyama hablaba de vez en cuando dando datos de su información que recordaba con vagues. Parecía esforzarse por recordar.

No debía olvidar lo que tenía enfrente, sus bolsillos refuerzan una teoría conspirativa en común.

Tsukishima tras colocarse la chaqueta tomó la maleta que estaba a sus pies y se encaminó al lugar en donde se reuniría con Kegeyama. Porque sí, se separaron después de buscar por una hora en el pueblo, y por las pocas noticias de la actividad de transportes, decidieron separarse con la excusa de que sería mejor así.

Ese pueblo que parecía desértico resultó ser una gran fuente de cultivos naturales, nada mal para la subsistencia. Así que Kei no se negaría de quedarse algunos días mientras que los trenes tardarían en retomar su servicio. Por supuesto, fue en vano ir a la estación de tren que estaba cerrada hasta un “nuevo aviso”. Sabes, hay gente ocupada.

Las calles parecía estar cubiertas de los rayos naranjas del atardecer, las pocas nubes de vapor que provenían de los hogares estaban en un nivel bajo teñidas de rojo por la luz; la clásica vista de un pueblo hogareño.

Tsukishima se acercó a aquel café que estaba justo al frente de la estación, donde la silueta calmada del azabache se podía ver por una de las tantas ventanas. Kei podía asegurar que el rostro neutral de Kageyama y desde lejos, parecía ser un sujeto inocente, como la de un niño.

Ironía burlona ▌TsukiKageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora