"La princesa prometida", de William Goldman.

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     Hoy quiero hablaros de un libro que creo que, si os animáis a leer, os va a sorprender (conmigo lo consiguió). Hablo de "La princesa prometia" de William Goldman, que fue llevada al cine por Rob Reiner en una adaptación que seguro que os sonará a todos.

     La historia la conocéis de sobra: una historia de aventuras, con caballeros y luchas por recuperar el honor, de venganza y, cómo no, de amor. El tipo de trama no presenta nada nuevo, sin embargo, Goldman consigue darle una vuelta al género, a la historia clásica de caballeros y princesas, y lo hace con humor, con un toque de sarcasmo que invita a seguir leyendo, con un tipo de escritura muy ameno, donde inevitablemente se le coge cariño a cada uno de los personajes (excepto a Buttercup, no me digáis... Buttercup es tonta). Sin esa chispa, sin esa distinción que le va aportando a cada uno de sus diálogos y de las situaciones absurdas que van ocurriendo, "La princesa prometida" sería un libro más, otro de tantos. Y sin embargo, esa irreverencia es la que ha conseguido que todo el mundo recuerde frases tan memorables como la de Iñigo Montoya o pasajes tan amenos como los duelos entre el extraño grupo de tres y el misterioso caballero enmascarado.

     De hecho, Goldman escoge un libro que ya existía y lo adapta a la actualidad. Con lo que a pesar de estar llena de personajes arquetípicos, el resultado es una novela llena de absurdos y situaciones divertidas, pero en la que se sigue apreciando desde donde parte: la novela de caballeros clásica.

     Cuando William Goldman era un niño, estuvo muy enfermo. Su padre decidió entonces leerle "La Princesa Prometida", un libro escrito por el autor florinés S. Morgenstern. A William no es que le guste leer en absoluto, pero su padre se empeña en leerle la historia y el mozalbete va quedando prendado de las increíbles y maravillosas aventuras que su padre le hace vivir en cada lectura. William no llegará nunca a leer él mismo la novela, quedándose fascinado por la narración de su progenitor y recordándola para siempre. Cuando él mismo es padre, decide regalarle un ejemplar del libro a su propio hijo y para su sorpresa, a éste no le cautiva en absoluto. Extrañado ante ese hecho, decide leer por fin la novela por sí mismo y descubre horrorizado que el libro en sí mismo es un tostón. Su padre, en un alarde de encomiable buen gusto, solo le leía las partes divertidas, las que realmente valían la pena, omitiendo el resto, que resultan ser un tocho infumable.

     William decide en ese momento hacer una revisión de la novela, reescribirla, eliminando todo lo que a su entender sobra y dejando únicamente las partes que su padre le relataba, en un intento por mejorar la obra original del tal Morgenstern. Esta nueva versión, será la que todos conocemos y en la que después, se basará la película.

    ¿Cómo se os queda el cuerpo? Pues eso no es todo. "La Princesa Prometida" está repleta de apuntes, reflexiones, incisos y demás interrupciones en las que William nos explica todo esto y nos relata un sinfín de anécdotas de su propia vida, además de incontables comentarios sobre las partes que ha eliminado, explicándonos el porqué de ello, que se contaba en ellas y poniendo de vuelta y media al pobre autor florinés.

     ¿Os parece una locura? Pues esperad, que aún hay más…. Resulta que todo lo que el autor nos hace creer hasta este momento, lo de su padre, lo de su hijo y lo del condenado Morgenstern, no es cierto. William Goldman juega con nosotros en un alarde de genialidad y nos hace creer a pies juntillas una historia digna del Reader Digest. En lo que a mi entender es un ejercicio metaliterario en mayúsculas, Goldman no solo nos cuenta las grandes aventuras de Westley y Buttercup, sino que inventa una historia paralela en la que nos narra el supuesto origen de la novela y las particulares circunstancias que le llevaron a REescribirla, las partes que decide eliminar y el porqué de tal decisión, más otros cientos de comentarios y detalles que nosotros, los lectores, llegamos a creer reales y que no son más que un ardid del autor.

   Si se os ha quedado cara de “¿Pero que me estas contando?”, no os preocupéis. A mí me pasó lo mismo. Y es que tras la primera impresión ante una historia tan rocambolesca y descabellada, hay que reconocerle el mérito a Goldman por su increíble capacidad para tejer ambas historias, en una novela en la que solo esperábamos encontrar una trama de amor y aventuras a la vieja usanza.

     La historia principal, la misma en la que se basa la película y que es la que cualquier lector confía en descubrir en sus páginas, se ve de este modo magnificada por la historia paralela de  las desventuras del autor ante el supuesto original y ante los despropósitos del pobre Morgenstern, que pasa de ser el presunto autor a convertirse en un personaje más creado por Goldman para cebarse con él y darle un tono entre cómico y crítico a la novela, más allá del argumento inicial. Un juego, una broma, una muestra de talento, genialidad y grandes dosis de ironía, sin más propósito que jugar con el lector y ofrecerle una lectura distinta, fuera de lo común.

     En conjunto el resultado es muy ameno, una trama muy fácil de seguir y de continuar de un tirón, diálogos disparatados y recursos recurrentes que, aunque basados en la repetición, consiguen el efecto deseado: la reducción al absurdo.

     No se puede hablar de esta historia sin hablar de la película, de la maravillosa película que nos hizo (y nos sigue haciendo) soñar. Aquí sí que podemos hablar de una historia de amor completa que nos mantiene pegados a sus páginas (o a la pantalla) hasta que finaliza. Deja un ligero regusto amargo, claro, porque nos gustaría que durase más y poder seguir disfrutando de las mil aventuras de Wes y Buttercup (y, a veces, darle una torta con la mano abierta a la segunda...).

     La novela es una muestra de lo que la imaginación puede hacer cuando vuela. La fantasía se mezcla con la acción, con el humor, con la venganza y la maldad. Y con la magia. Porque también hay magia.

     Es curioso que en esta novela todos y cada uno de los personajes se vayan convirtiendo, poco a poco, en entrañables. Incluso el malvado príncipe y el miserable secuestrador. Porque es un cuento, una increíble fantasía. Y en los cuentos no hay nadie que sobre, todos tienen su rol.

     El personaje de Wes cala apenas hacer su aparición. Guapo, valiente, perdidamente enamorado de Buttercup, capaz de separarse de ella y correr mil aventuras para regresar a sus brazos como alguien importante y ofrecerle lo que ella se merece. Convertido en un famoso pirata, hace fortuna y regresa a por ella. Pero se encuentra con que el príncipe quiere  desposarla y que la han raptado. Se lanza entonces en persecución de los secuestradores y debe enfrentarse con un gigante  y con un temible espadachín. Aunque acaba haciéndose amigo de ambos, es hecho prisionero y sometido a tortura. A la peor tortura de todas. Muerto (aunque no del todo), es salvado por un mago y consigue enfrentarse a su enemigo mortal. En resumen, un héroe como el que nos enamora. Cínico, bizarro, varonil, intrépido y encantador.

     Buttercup es tan hermosa que el príncipe no puede resistirse a hacerla suya y se vale de todos los trucos para conseguirla. Ella es una muchacha fuerte que se resiste. Sólo tiene un amor y es Wesley, y espera que vuelva a rescatarla. Cuando Wes no aparece, cuando cree que ha muerto, prefiere quitarse la vida antes que casarse con su raptor. Una heroína en toda la extensión de la palabra (pfffff).

     Los personajes secundarios, que en esta novela no lo son, se meten en la piel. Se disfruta con las gansadas del gigante. Nos entusiasma Iñigo de Montoya, el espadachín que persigue vengar la muerte de su padre y lo consigue. Nos atrae Vizzini, el estúpido y divertido secuestrador. Entusiasma el personaje del príncipe, malvado hasta la médula, engreído y fanfarrón. Conmueve el personaje del pequeño al que le cuentan la historia, por su inocencia. Y magnetiza el abuelo por su paciencia y el amor que destila hacia su nieto, haciéndole ver que una historia de amor no tiene por qué ser ñoña, sino que puede convertirse en una aventura sin precedentes.

    Hay que leer este libro. Y ver la película. Luchar codo a codo con Iñigo, reir con el gigante, odiar al príncipe, entusiasmarse con Buttercup, y enamorarse de Wesley.

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