Yusaku contemplaba a su pareja descansar junto a él apaciblemente después de haberse demostrado amor en el acto carnal como nunca; pero, aun sabiendo el infalible amor que Ryoken le daba, no podía estar en paz con aquella amenaza del jefe de su suegro.
No podía dormir, sencillamente aquella necesidad del cuerpo había sido bloqueada por la incertidumbre.
Sintió un terrible escalofrío entonces, éste erraba por todo su cuerpo hasta abarcar cada milímetro de su interior como un tornado embravecido.
¿Qué es este sentimiento? —lo atormentaba.
¿Qué iba a pasar? ¿Qué augurio les esperaba? ¿Cómo iban a salir de eso ahora? ¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Por qué tenía que ser precisamente su Ryoken?
Eran demasiadas preguntas y especulaciones terribles que maquinaba su mente sin tregua alguna; ciertamente sus pesadillas se encontraban en la realidad, y cada minuto consumido agigantaba su ansiedad.
Esto no podía terminar así, no lo iba a permitir. Ryoken era suyo y de nadie más.
Dispuesto a hacer algo para apoyar a su pareja— y evitar su mal presentimiento—, se levantó de la cama poniéndose su bata azul para dirigirse al armario y sacar combinaciones horribles para el día de mañana, o, mejor dicho, para dentro de unas horas donde su amado enfrentaría su destino.
Colores brillantes, corbatas floridas, zapatos que no combinaban. No había que ser cínicos para no definir que el motivo principal del interés de Takeru por Ryoken, era su apariencia.
Yusaku no era tonto, tampoco lo ignoraba; sabía que Ryoken era altamente atractivo, que todo mundo lo miraban a donde sea que se pasearan, solo a él; llamaba mucho la atención aunque disimulaba muy bien no darles importancia.
Quizás no lo demostraba por su aparente seriedad, pero Yusaku cada vez había estado a punto de saltarles encima a sin números de esos intrusos y destrozarlos por mirar lo que le pertenecía, mas estaba seguro de que exageraba. Sin embargo, esta vez había un peligro genuino.
Poco antes de las cuatro de la madrugada, el ruido comenzó a molestar al chico de ojos azules angelicales, hasta que su psiquis fue sacada de su agradable descanso por el disturbio.
—¿Yusaku? ¿Qué haces?
—No, esto no me gusta, todavía te hará ver bien. —cambiaba el estilo sin decidir cuál horrenda combinación sería la correcta—No, esta tampoco. Mmmm ...No, aun no...
Ryoken se levantó adormilado.
—Regresa a la cama, es muy temprano.
—No, aun debo elegir un atuendo feo para que no se fije en ti.
—¿Atuendo?
—Esto, más este pantalón bombacho y estos zapatos viejos....umm, no, aun se ve bien.
—Yusaku.
—¿Y si conseguimos mejor un traje de payaso? A nadie le gustan esas cosas, aunque ya es muy tarde y está cerrado. Mañana dudo que abran temprano...
—Yusaku.
—Pero, pensándolo bien, son muy limpios y coloridos, o quizás....si le quitamos la ropa a un vagabundo muy temprano mañana...
—¡Yusaku!
Lo obligó a prestarle atención con el grito alterado.
El aludido lo miró por unos momentos y de inmediato bajó la mirada por culpa de su insistente escalofrío. Los sentimientos del oji-esmeralda estaban a flor de piel, pero a pesar de que deseaba llorar y tumbarse en sus brazos, su seca personalidad le impedía demostrar lo mal que se encontraba en esos momentos y el terror que lo asechaba a cada momento.