Look at the stars fall down

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And so I sent some men to fight,

And one came back at dead of night.

Said he'd seen my enemy.

Said he looked just like me.

Millie Brown se había comprado un cuaderno especial para comenzar a planear su boda. En la primera página escribió su nombre y el de Lucas y los adornó con pegatinas de flores. También anotó la fecha del gran día: 9 de diciembre, 1998.

Faltaba un año y medio para la celebración, pero ella ya se estaba tomando en serio todos los preparativos. Debía quedar todo en orden mínimo tres meses antes de la boda o no soportaría llegar al altar con tanto estrés y presiones.

-Contrataremos una agencia de organización de eventos -le tranquilizó la madre de Lucas en una ocasión-, ellos se encargarán de absolutamente todo. No tienes de qué preocuparte.

Pero Millie quería ahorrarles el mayor trabajo posible. Le pareció buena idea tener lista la gama de colores para las flores, el adorno y los vestidos de las damas, así como el estilo de la celebración: Bohemio, de etiqueta rigurosa y todos los demás conceptos de los que hablaba el último numero de la revista para novias a la que ya estaba suscrita. No hay nada mejor que trabajar con un cliente que sabe lo que quiere, Millie lo sabía por experiencia. Le encantaba recibir en su estudio a personas con una visión clara del atuendo que querían que les confeccionara, ella sólo se encargaba de hacerlo único y especial.

Por supuesto que Millie diseñaría su vestido de novia, aunque Page le recomendaba acudir a una boutique, probarse unos cuantos y comprar el que más le gustara, así evitaría más trabajo del que ya se había adjudicado.

-No quiero verte entre rollos de tela, trabajando hasta tarde en bordados y aplicaciones -repuso Paige-. Debes descansar, no tener ni la más mínima ojera para tu boda.

Millie decidió ocuparse luego del vestido y empezaría por lo primordial, según el artículo de Katherine Walters: El lugar de la celebración.

Millie se encargó de buscar salones y jardines de eventos, los anotó en su cuaderno y convenció a Lucas para que visitaran el primer sitio de su lista. Un jardín a las afueras de la ciudad. Si les agradaba, lo considerarían como opción, de lo contrarió, Millie lo tacharía de la hoja, quedando automáticamente descartado.

Aquel día partieron temprano. Millie preparó sándwiches para comer en el camino. Estaba muy emocionada y apenas podía contener las ganas de sonreír. Le hacía muchísima ilusión su compromiso, y convertirse en la esposa de Lucas era lo que más deseaba en la vida. Lo amaba, estaba enamorada de él como nunca lo estuvo de alguien. Lucas era un chico impresionante, todo un caballero. Le gustaba su forma de ser, de pensar, de hablar; su atractivo era la cereza que coronaba el pastel. Millie estaba decidida a pasar el resto de su vida a su lado, nada le haría más feliz, más dichosa y bendecida. Lucas irradiaba la luz que iluminaba su vida.

Aquel día, sin embargo, Lucas irradiaba oscuridad, frío y tristeza. Millie nunca lo había visto tan abatido, como si estuviera haciendo esfuerzos sobrenaturales para conducir el auto, y se arrepintiera de cada kilómetro que llevaban recorrido.

-¿Te encuentras bien? -Quiso saber Millie.

-Me temo que no -Murmuró Lucas a regañadientes.

-¿Dormiste bien? ¿Te sientes enfermo?

La pregunta se quedó en aire, Lucas se concentró en la carretera y Millie estuvo esperando su respuesta, llegaron al jardín y se resignó a no escucharla.

Same Mistake [Fillie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora