Segundos antes de su entrada a la secundaria Hartley, el chico quien sabía exactamente lo que ocurría en su cabeza, dudó. Sus manos temblaban y sudaban como nunca antes la habían hecho, y no es para menos, apenas si acababa de mudarse de ciudad y sus padres lo empujaban a entrar de improvisto a la matricula escolar que ya había comenzado.
El otoño era cada vez más evidente, y el viento soplaba con menos calma que antes. Todos miraban al nuevo, quien aún con su sweater descolorido, no lograba destacar especialmente entre todos los demás. Caminó hasta la entrada donde uno de los profesores estaba repartiendo volantes a los estudiantes sobre el bullying; "tu puedes comenzar con el cambio", ponía de título el volante que Morgan había recibido. Lo arrugó sin detallarlo, y lo guardo en el bolsillo de su pantalón para verlo más tarde.
Curiosamente los jóvenes suelen hacer alarde de su estatus social. La popularidad contribuye a ser el factor clave en las relaciones interpersonales entre quienes son aún no han sido capaces de experimentar los karmas que esto conlleva. Morgan lo sabía. La causa de su traslado no era otra que su simple afición de crear conflictos entre quienes buscaban des-equilibrarlo emocionalmente. Su sonrisa era apenas evidente. En su memoria se detallaban eventos pasados que de cierta manera complementaban su ser. Una trágica mente repleta de vaivenes que quien más que el mismo Morgan podría manejar.
La campana de la escuela no paraba de sonar. Tintineaba una y otra vez. El niño nuevo había bajado la capucha de su sweater y por primera vez mostraba su rostro; nadie lo notó. Entro en el aula de clases donde todos esperaban con desdén a quien sería el tutor. Una niña quien parecía delicada por su cuerpo delgado levantó la mano llamando la atención de Morgan, ella simplemente gritaba: "Oye tú, el nuevo. Ven aquí". Morgan la miró de reojo, caminó hasta el asiento vacío que se encontraba a un lado de la chica y se sentó. Ya sabía de que trataba aquello.
-Gracias -dijo él sin exponerse.
-Soy Ashley.
Él no la miró siquiera cuando la chica dijo su nombre. Intentó colocarse nuevamente la capucha pero ella lo detuvo.
-No deberías colocártela. Llamarás la atención de los matones del salón.
Tenía razón. A Morgan le tomó poco tiempo antes de darse cuenta de que las miradas de los chicos a su alrededor estaban fijamente puestas en él. No reparó mucho tiempo en detallar todos quienes le miraban, sin embargo, supo de inmediato quienes serían un problema en el futuro. Bajó nuevamente la capucha y miró fijamente a la chica a su lado.
-Soy Morgan.
La chica llevaba una remera blanca con el dibujo de una tortuga. Su piel era blanca y sus cabellos rojizos le otorgaban la apariencia típica de una chica sin estatus social.
-La señorita Harrison no debe tardar en llegar -dijo la chica algo nerviosa.
Morgan supo que aquel sería un evento complicado. Debía presentarse ante todos, y temía que ocurriese lo mismo que la vez anterior. Los nervios lo hacían mostrar una tenue pero aterradora sonrisa.
-No te preocupes, te mostrare más tarde la escuela y te ayudaré con los deberes.
Ashley parecía emocionada de haber conocido al chico a su lado, sin embargo, Morgan no reparaba en la presencia de la chica. Tenía otros asuntos pendientes. Manejarse a sí mismo ya requería de mucha determinación. El sabía de lo que era capaz, y de lo mucho que sus adentros lo empujaban a acabar con la represión social que su existencia encarnaba.
-Ashley... -Susurró él.
La chica se vio interrumpida por la entrada abrupta de la tutora. La señorita Harrison era una mujer joven y esbelta, de cabello castaño y tez clara. Llevaba consigo unos cuantos libros abrazados, y su bolso de mano que lanzó al escritorio una vez estuvo lo suficientemente cerca.
-Ya que estamos todos demos inicio a la clase.
Un chico se levantó y recordó a la tutora de la llegada del nuevo estudiante. Morgan ya lo veía venir. Con la orden de la señorita Harrison se levantó, intentó abrir la boca para presentarse pero nunca antes había sentido tal necesidad de dejarse llevar. El nudo en la garganta que lo aquejaba tanto se acrecentaba y cuando intentó pronunciar palabra, ocurrió lo inevitable.
Su mente se desfaso de la realidad, y el mundo a su alrededor se detuvo. Inspeccionó las mentes de todos aquellos que llenaban el aula sentados uniformemente en los robustos pupitres de madera. Sus ojos eran capaces de ver más allá de lo que nadie sería capaz, y su mente trazaba el camino de cada ser que se atreviese a compartir con él tan siquiera un diminuto espacio de tiempo.
Cuando terminó su escrutinio, se dio cuenta de que a quien buscaba no se encontraba ahí. El pensamiento disociante le hacía verse envuelto en una marejada de opciones que no eran compatibles entre si, y su propia percepción de lo que vivía no reflejaba en lo más mínimo lo que se supone tenía que llevar a cabo.
Su presentación nunca ocurrió, y nuevamente su hambre fue dejada a un lado. Aquel chico llamado Morgan nunca tuvo la necesidad de levantarse de su asiento para dar cabida a la petición de aquel chico. La señorita Harrison continuó con su clase como si aquello nunca hubiese ocurrido, y todos marcharon según el libreto que Morgan había dibujado en su mente.
Las horas pasaron, y la clase no parecía tener fin. El cabo de un rato la campana para el descanso previo al almuerzo se dejo escuchar por todos lados. El mismo caos del que siempre había sido testigo Morgan se presentaba de nuevo en aquella escuela. Todos levantándose rápidamente del que sería su captor. Muchos tomaban sus cosas y las resguardaban en los casilleros que estaban dispuestos en los pasillos del edificio. Morgan no perdería el tiempo en tal acto. Se levantó, y antes de poder mover un pie Ashley mencionó su nombre.
-Vamos a comer algo.
Él la miró de reojo nuevamente. Su mirada fría y calculadora causaron que la chica se sintiese incomoda. Aún así no desistió en su propuesta. Morgan aceptó.
-Está bien...
Recorrieron la escuela hasta llegar a la cafetería. Ashley intentó mostrarle todo lo que pudo al chico nuevo como lo había prometido. La cafetería estaba repleta. Ashley tomó de la mano a Morgan y lo arrastró hasta un asiento libre. La chica se sentó e invitó a Morgan a sentarse a su lado. El chico no paraba de pensar en todos aquellos que le rodeaban. Su rostros, sus miradas, eran en cierta forma incomodas de asimilar. Sus manos no paraban de temblar y el sudor se escurría entre sus dedos. Ashley notó los nervios de Morgan, pero eso no la detuvo. En su mente solo cabía un pensamiento que había tratado de asimilar sin éxito alguno. Morgan lo intuía.
-¿Cómo hiciste eso? -preguntó la chica nerviosa.
Él notó su respiración acelerada. Era natural. Morgan sabía de lo que ella estaba hablando. Sintió una punzada en su pecho. No era posible que ella lo hubiese notado.
-¿Qué quieres decir?
-Te levantaste, y luego todo cambió como si nunca te hubieses levantado... George olvidó lo que dijo...
Ella tenía miedo. Sus ojos desbordaban la inquietud en la que se encuentra sumergido alguien que no es capaz de entender lo que sucede a su alrededor. Morgan nunca había sido capaz de conocer a un ser con tal capacidad. Ashley era capaz de ver a través de sus ojos, y quizás si se esforzaba, sería capaz de ver en su pensamiento. Él lo hizo una vez más. No tenía alternativa. Ella no debía saber lo que él era capaz de hacer.
-No debes saber eso...
Ashley se paralizó. Los ojos de Morgan reflejaban dureza y le hacían sentir incomoda mientras la miraba. Él se levantó, y entonces todo se detuvo una vez más. Morgan sabía que hacer eso llamaría la atención de quienes le perseguían, pero era mejor a estar expuesto de aquella forma. El tiempo se paralizó, y escudriñó los más recónditos sitios de la mente de Ashley. Llenó su pensamiento con el guión perfectamente diseñado que guardaba para una ocasión similar. No pudo hacerlo. El supo porque ella no era capaz de verse influenciada.
Se apoyó con las manos sobre la mesa y mostró grandes síntomas de agotamiento. Ashley lo miró, y sin pensarlo le apuntó con el dedo.
-¡Lo hiciste de nuevo!
Él la miró fijamente, pero esta vez su mirada era diferente. Ella lo sintió. Era una mirada de sorpresa y más cálida. Morgan encontró parte de lo que buscaba, y aquella chica no sabía lo que se ocultaba en su mente.
-No es posible.
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