Capítulo 1

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Nací en Venezuela, para mí el mejor país del mundo (obviando nuestra situación económica y política) puesto que a todas las personas que han emigrado, y a todos los que se iban de vacaciones fuera, les escuchaba que la gente allá, y en donde sea, no son como acá. Ni muy amables, ni echadoras de broma, ni piden la bendición, ¡¿pueden creer eso?! Aquí se pide la bendición cuando llegamos, cuando nos vamos, cuando va a pasar algo importante, mejor dicho, el que no pida la bendición mínimo unas 7 veces al día, no es venezolano.

Mi familia es gigantesca, bueno, en general aquí todos somos familia de algún modo, así sea porque seas primo de un primo del tío de la señora de la cuadra que era amiga de tu abuelito fallecido, que era sobrino de un señor que era hermano de la tataratía de tu amigo, ¿complicado verdad? Bueno, así es aquí, pero de verdad, es el mejor lugar en el que pude haber nacido, porque nuestras costumbres y tradiciones, nuestra comida, nuestra gente, nuestros paisajes, todo es digno de admirar y de sentirse orgulloso.

Mi nombre es Miranda Isabel, mi madre me puso así por dos razones. La primera: El general Miranda: un político y militar, sugerido, se imaginarán, por mi papá, quien es un general de la guardia bolivariana de Venezuela. Y la segunda, y última: por la reina Isabel, ya se lo esperaban ¿no? Bueno, mi segundo nombre fue sugerido, obviamente por mi madre, con algo de influencia de mi tía María, pero el caso es que ella había tomado la decisión final.

Para no hacerles esto tan largo, vamos a comenzar a contarles mi historia, a lo largo de ella ya tendré oportunidad de irles mencionando algunas cosas que serán importantes.

Cursaba yo mi último año en el liceo y era conocida por ese peculiar nombre, pero también porque era parte de un grupo de baile de la institución en la que estudiaba, de la cual solo les voy a decir pertenecía a la AVEC, lógicamente católico. Éramos 7 en total, aunque ocasionalmente siempre había actos en donde nos presentábamos 6 o 5, eso dependía del baile, del estilo y hasta quizás del lugar, ya que nuestro reconocimiento nos llevó a representar al colegio incluso en competencias municipales y estadales, además de visitar otros colegios de la zona, y de la cadena a la cual pertenecíamos; debo decir que ese grupo me dio muchas oportunidades.

–Isa, ¿tú también quieres estar en el baile?

–Yo venía desde mi asiento a ver de qué hablaban las chicas en ese círculo, y comía parte de mi desayuno. –Si –dije después de haber tragado el bocado, con un gesto, sin mayor importancia.

Y en ese escenario comenzó todo, practicando cada día al menos dos horas, con falda, sin falda, con canción, sin canción. Nos sabíamos ese baile al derecho y al revés, y todas estábamos emocionadas por la noche cultural, sin idea alguna de que sería la manera tan espectacular en la que debutábamos, mostrando el talento que teníamos de la mano de nuestra profesora guía: Marlene. Ella es una señora ya mayor, pero aún tiene espíritu joven, con un gran carisma y se viste con colores muy vivos, todo un personaje; digna de conocer.
A partir de ese momento, aunque comenzamos con un baile venezolano, fuimos cambiando de estilos, y así cada vez dábamos más de qué hablar, todos estaban fascinados con nuestro grupo y aunque tan solo estuviéramos en 3er año, teníamos la atención que se supone debería tener 5to.  Ah, pero esperen, que olvidé mencionar algo muy importante: ese acto fue animado o dirigido, como quieran llamarle, por mi entonces profesora de inglés Mariana, su apellido además de gustarme mucho me parece que es bastante único, pero vamos a saltarnos esa parte. Ella, quien después también se convertiría en mi madrina de confirmación, estuvo allí para mí esa noche tan hermosa, así que fue aún más especial de lo que creen, pero no coman ansias, seguiré con mi relato, ella tendrá una parte especial más adelante… bueno, tal vez varias.

Cada día era especial y único debido a las personas con las cuales estudiaba, especialmente por Daniel, Carlos y Luis. Ellos eran los saboteadores de la clase, para los que no conocen este término, bueno, aquí en mi país se le usa para referirse a alguien muy echador de broma que te hace reír mucho. En general siempre he sido una persona seria, no tanto, pero… a ver, a lo que me quiero referir es que me gusta echar broma también, pero cuando hay momentos serios o cuando hacen cosas que puedan tener malas influencias en todo el grupo en común no los apoyaba mucho. Teniendo clara mi posición, todos siempre me shipeaban con Daniel, de hecho, él fue el que comenzó con esto.  

–Si Isabel, ya todos sabemos que el culpable de todos tus problemas soy yo –todos rieron de su comentario a mi espalda–. Lo que pasa es que yo te gusto, eso es lo que pasa.

–¿Qué? –le respondí con cara indignada mientras me levantaba de mi asiento–. Ta´s loco.

Salí del salón y me quedé detrás de una baranda junto a las escaleras, ya que nuestra aula estaba en el segundo piso. ¡Dios! Si me preguntaran, creo que podría asegurar que ese era mi lugar favorito en el colegio, porque se tenía una vista tan perfecta. Creo que exagero con lo de perfecta, pero lo aseguro porque soy una persona muy romántica, muy bohemia, y tan solo esa pizca de… ¿libertad? Me llenaba mucho, y ese sentimiento permanecía aunque estuviera triste o molesta, por eso siempre que salíamos como ganado alborotado en nuestros cambios de materias y profesores, siempre me iban a ver ahí.

Otro de mis lugares favoritos era el espacio que quedaba en las escaleras del otro lado, allí se tenía una vista más completa supongo, porque la que tenía frente a mi salón me dejaba ver todo ese patio del colegio (había tres), pero allí tenía una vista más completa, y se lograba divisar una parte de la parroquia, aunque se obstaculizara un poco por un terreno que había al frente, lleno de un poco de monte, y a veces, de ganado. Siempre me animaba la idea de estar allí, ahora imagínense tan solo estarlo.

–Miranda, a clase –me reprendió mi profesor de historia.

–¡Pero, si ni siquiera ha entrado usted al salón!

–Muy bien –entonces pasó y comenzó a cerrar la puerta del aula, y bien sabía yo que si esa puerta se cerraba tendría que ir a buscar un pase con el subdirector por llegar tarde a clase.

–Gracias, González –susurré por lo bajo cuando pasé a su lado, con sarcasmo.

No era yo una chica irrespetuosa para con sus mayores, pero sólo con él me daba el lujo de tutearlo, porque nos lo permitía y era divertido. Estando en 5to año llamar a tu profesor de esa manera te hace sentir más grande, cayendo en la realidad de que ya eres casi un adulto y de que de ahora en adelante vas a tener que enfrentar y hacerte responsable de muchas cosas. Era abrumador, pero los jóvenes siempre creemos que podemos comernos el mundo de un bocado, y no es así. No todo es tan fácil.

Debido a que tengo miopía y astigmatismo siempre he elegido sentarme al frente, lo cual me impidió copiarme y enriqueció en gran medida mis conocimientos. Detrás de mi puesto estaba sentada Martha, quien debo confesar (con mucha vergüenza) fue la que me ayudó a pasar muchos exámenes para los que simplemente no quise esforzarme, aunque debo recalcar que en ciertas ocasiones era más porque no entendía y necesitaba ayuda, no copiándome precisamente, pero lo había hecho durante 2 lapsos. No en todas las materias y no en cada examen, pero era reconocedora de que ya no le ponía el mismo empeño a mi labor.

Luego, al lado estaba Rina, mi mejor amiga. Es una chica alta, con un cuerpo para morirse y un alma de oro, llena de mucho carisma y una inocencia que le toca el corazón a cualquiera. Ella era como una hermana para mí, tan parecida y tan desigual, que nuestra relación era perfecta para apoyarnos, entendernos, consolarnos, hacernos reír y… solo vivir. Las cosas con ella siempre se tornaban mejor. Era mi voz de la razón, casi como mi conciencia, y yo era la suya.

Del resto, cada salón tiene su grupo. Graciosamente uno de esos grupos era llamado “los del closet” debido a que sus asientos estaban pegados a dicho mueble, y no era sino el doble sentido lo que molestaba a los chicos gamers y fanes del anime, pero yo no le daba mayor importancia a lo que pudieran decir, eran muy inteligentes y me había tomado el tiempo de conocerlos y analizarlos uno por uno como para saber que eran grandes personas.

Estaban los sifrinitos, los que no estudian, los que siempre duermen, los que nunca hablan, bueno, hasta los que pasan desapercibidos, así que además de molesto también se habían tornado divertidas las visitas matutinas de la directora para darnos un sermón por los desastres causados por el trío dinámico del salón, del cual ella sospechaba claro, pero como un grupo unido jamás corroboramos nada que ella no hubiese visto. Sin embargo existía un respeto muy grande por nuestra superiora, quien además debo mencionar, es monja.

¡No les había dicho! En el colegio instalaron cámaras en cada salón y cada área porque en 3er año unos chicos de mi salón se robaron el disco duro de una computadora en la sala de máquinas. Esa cosa al fin apareció, pero hubo dos estudiantes expulsados ese día, y con causa justa.

En general mi rutina siempre era la misma, aunque hubiese cambiado algo en ese último año, cargado de tantos sentimientos que… espero que entiendan en su debido momento a lo que me refiero.

Esta es mi historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora