Final.

919 131 69
                                    

Dejé la taza en la mesa de noche. Creo que lo único que deseo ahora es dormir. También dejé de pensar en Tori. O al menos alejé de mi mente el tema de la sudadera negra. Ahora que lo pienso era algo estú-

— Hey.

Y entonces, Tori. Pensé que se había ido. Solo se está asomando.

— ¿Que mierda quieres ahora?

— Hablar, es todo.

— Adelante.

Avanzó y luego de cerrar la puerta se sentó en mi cama.

— ¿Entonces vienes, dejes una taza de leche en mi mesa, esperas a que me despierte, te vas y de repente regresas porque quieres "hablar"? No entiendo tu rutina.

— Escucha, iba a decirte te esto antes, pero no tuve la valentía, y ahora estoy de vuelta.

— Bueno, habla.

Amabas permanecieron en silencio por unos segundos, y lugo Tori empezó con su "confesión".

— Volví porque extrañaba a Ell y a Matilda, pero sobretodo, te extrañaba a tí. Extrañaba la época en la que solíamos ser amigas.

— ¿En serio? ¿Cuándo fue eso? — Sí, si sé a qué se refiere. Solo quiero ver que me responde.

Se quedó callada por unos momentos, antes de proseguir.

— Cuándo éramos más jóvenes. Antes de que yo empezara a pasar más tiempo con Ell que tú. Antes de que todos fijaran su mirada en nosotras. . . antes de que te abandonara. Antes de que cambiará y dejara de usar la sudadera negra. — una gran cantidad de lágrimas corrieron por sus mejillas.— Lo siento. Lo siento mucho.

¿Ella recuerda eso? Y sobre todo, ¿de verdad lo siente? La verdad es que yo simplemente había querido olvidarlo.

Cuando conocí a Tori, todavía éramos muy pequeñas. Estábamos en el jardín de niños. Sin embargo, a pesar de que el lazo de "amistad" que teníamos era porque ambas éramos amigas de Ell y Matilda, un día empezamos a pasar más tiempo juntas. Tori resultaba ser interesante si la conocías bien. Tenía una gran pasión por la tecnología y hablaba en noruego cuando estaba muy nerviosa. Esto último me parecía adorable. Ella decía que le gustaba mi sentido del humor (lo cuál nunca entendí, ya que no considero que sea tan bueno) y mis brackets.

Una vez, me puse celosa de ella. O, más bien, del que pasara tanto tiempo con Ell. Traté de disimularlo, pero me enteré de que no lo hacía muy bien; ya que al final ella se dió cuenta y me pidió perdón. Luego, para su cumpleaños, le regalé la sudadera negra. Le quedaba bastante grande, pero de todos modos a ella le gustaba. Se la ponía todos los días, y aquello me hacía sentir. . . apreciada.

Sin embargo, llegó un día en el que los demás decidieron que sería divertido burlarse de como "Tori estaba enamorada de la rara sin ojos". Ella me decía que estaba bien, y que aquello no le importaba.

Estaba mintiendo.

Un día, de repente, empezó a evitarme. Estaba más callada y seria. Ya no había rastro de la Tori de la que me e- de la que solía ser mi amiga.

Así que volvimos a estar como antes. Lo único que nos unía eran Ell y Matilda. Luego, empecé a odiarla. Peleábamos bastante seguido; y luego dejó de usar la sudadera negra, y mucho más tarde, se fue de la casa. Pero no me importó. Nada de eso me importó, o al menos eso creí yo.

Y ahora, aquí estamos; y sin darme cuenta, yo he empezado a llorar también.

— Maldita. . . Ahora yo también estoy llora-

Y entonces, me abrazó de repente. No sabía qué hacer o decir, así que solo correspondí el gesto.

— Lamento mucho haberte dejado.

— Lamento mucho haberte insultado.

Así duramos un rato, y al separarnos, ambas nos limpiamos las lágrimas.

— La leche de miel estaba bien, por cierto.

— Sabía que te iba a gustar. — respondió Tori, luego de una pequeña risa.

— Bueno, ¿que hacemos ahora?

— No lo sé. — se levantó de la cama y posó una mano en la manija de la puerta. — Creo que iré a ver como están las otras.

Al abrir Tori la puerta, Ell y Matilda resbalaron. Cuando levantaron la cabeza, notamos que Ell estaba sonriendo con ternura, y Matilda también lloraba un poco.

— Solo era curiosidad. Lo sentimos. — dijo Ell, al parecer avergonzada.

— Sí, deberían. — respondí, sonriente.

Todas reímos, y Matilda preguntó:

— ¿Y si vamos a comer algo? Ya saben, ¿como amigas?

— No estaría mal.

— Anótame. ¿Tori?

Miró a la pelirroja y a la castaña, y luego a mí.

— No estaría mal pasar tiempo con mis viejas amigas. — respondió, sonriendo.

Las chicas salieron a prepararse, y Tori y yo nos quedamos solas.
Ella volvió a sentarse en la cama y me miró de frente, como si quisiera decirme algo.

— ¿Hay algo más que quisieras decir?

Ella esbozó una sonrisa, y nerviosa, exclamó:

— Jeg elsker deg, Tamara.

— Qué.

— ¡Te amo!

Cubrió su boca de repente. La verdad, no pude evitar reír un poco. Abrió la boca para quejarse, pero luego sonrió pícaramente.

— ¿Tú riéndote? Eso no se ve todos los días.

— No es nada, solo. . . yo pensaba que yo me vería ridícula si te dijera lo mismo.

Ahí está. Lo dije. No directamente, pero lo hice. Ella se quedó boquiabierta.

— ¡Oigan! ¿No van venir? — interrumpió Ell.

— Sí, de hecho. — respondí.

Tori salió de su trance y las tres salimos a la calle. Al salir iban Ell y Matilda cuestionando a Tori sobre lo que había hecho mientras estaba fuera. Yo, sin embargo, me quedaba pensativa. Era curioso pensar como confesamos lo que sentíamos en tan poco tiempo, con tan pocas palabras y todo gracias a una taza de leche de miel.

19/10/17 - 17/04/19

Muchas gracias por leer esta historia tan corta y mediocre (?) Y lamento que cada actualización haya demorado tanto tiempo; aún así gracias también por la paciencia. ❤️

— Ana

Leche de miel. | ToriTam |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora