A veces me he puesto a pensar en la culpabilidad, ese sentimiento tan agobiador que hace a las personas cometer los peores actos que uno pensarían jamás vendría de sí mismos sin embargo es bastante posible que las más grandes ofensas, daños y perjuicios provengan de la más profunda y simple culpa. Una horrible retroalimentación de nuestras peores acciones que crecen con la desmedida repetición de más acciones ruines.
¿Qué a que me lleva todo este pensamiento? A muchas cosas en realidad. Para empezar, nunca he sido muy asiduo al sentimiento de culpabilidad puesto que la mayor parte de mi vida nunca tuve sentimientos de culpa por acciones que sean consideradas horribles ni si quiera por mí mismo. Eso claro hasta lo sucedido contigo... pero por desgracia inconscientemente hallé una forma de desviar la culpa hacia alguien más, y en el transcurso de eso la convertí en algo más dañino: la ira.
Javier era un nuevo vendedor en la empresa, un joven bastante enérgico, extrovertido y proactivo, ya saben el estereotipo que la mayoría de empresas quieren para el área de ventas. Debido a la incorporación de nuevas promesas, a mi buen amigo Fred lo ascendieron a supervisor de cinco de los nuevos empleados incluyendo al joven Javier. Y conociendo a Fred, no tardaría en presentarlo a mis compañeros y a mí.
- Buenas buenas, Dieguini. Jaja. Tu servidor aquí presente ha sido ascendido a supervisor del área de ventas. –dice mientras pone un pulgar arriba a la altura de su pecho.
- Qué grandiosa noticia, hombre. Me alegro por ti, hace tiempo que venías esforzándote por algo mejor. (en verdad me sentía alegre por él, era mi mejor amigo después de todo)
- Sí la verdad porque un poco más y yo mismo ponía una patada en el culo para buscar algo mejor jaja. Cambiando de tema quería presentarte a los nuevos talentos que beberán de la fuente de sabiduría que resguarda el viejo sabueso, o sea yo mero. Estos son: Marcos, Gabriel, Alexander, Juan y Javier.
- Un gusto conocerlos, muchachos. De parte de mis compañeros y mía quiero que sepan que seremos compañeros de trabajo a partir de ahora. Si necesitan cualquier cosa pídansela a Fred. Jaja. (La mayoría de ellos se veían bastante inexpertos y en sus propias cosas a excepción de Javier que ni corto ni perezoso al escuchar lo que dije no tardó en responder.)
- Gracias, Diego. Y de mi parte de mis compañeros cachorros queremos que el sabueso no sea tan mezquino con su fuente de sabiduría. Jaja. En especial con la cartera de clientes también. Jaja. –dijo mientras guiñaba un ojo a Fred.
- Este chico tiene algo que me recuerda a mí, Diego. Jaja. Será porque también le gusta ir directo al grano. Jaja.
- Ya lo creo, Fred. Aunque tú eras peor en el instituto.
- Ah... esas épocas, hombre. Tú y yo tenemos que volver al instituto algún día al menos de visita. Bueno debemos irnos que ya casi acaba la hora del descanso. Dí adiós Javier.
- "Adiós, Javier."
- Jaja. Este chico me mata. Nos vemos, Diego.
Te mentiría si dijera que desde un principio el muchacho me caía mal, pero en lo particular siempre he creído que la primera impresión no siempre es la más acertada, ya sea para bien o para mal. Lo que sucedió iba presentándose de forma tan gradual que no me percaté que estaba a punto de estallar. Y lo peor es que fue frente a mis demás compañeros de trabajo.
Algunas semanas después se realizó una pequeña reunión de bienvenida para los nuevos trabajadores de la empresa y a pesar de ser obligatoria a todos nos gustaba asistir de buena gana ya que por una parte nos librábamos del trabajo por unas dos horas. Recuerdo particularmente ese día por dos motivos: el primero era que yo había logrado avanzar en buena medida con el tema de la auditoría y eso me había dado una felicitación no sólo por parte de mis amigos en el área sino también por el gerente general de la empresa; el segundo motivo era por haber caído en cuenta de lo irritante que me parecía la actitud de Javier.
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Invitación de lo no hablado
HorrorDiego es un hombre de 27 años que está atravesando la terrible separación que pasó por un trágico evento. En momentos donde no sabe qué más sentir aparte de tristeza se verá forzado a admitir sus propios defectos y errores; tanto como aceptar que no...