Capítulo 7: Noticias oportunas

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Rosalinda Adachi, Rosen como la llamaban sus hermanas, Princesa Heredera del Trono Oscuro, se levantó al oir un aleteo de alas cerca de ella. Abrió somnolienta sus ojos, pues las llamas de luz aún ardían con fuerza en lo alto de la bòveda y las lunas estavan lejos de salir. Su querida cuervo Suimei la observaba des del cabecero de su cama y al verla despierta, lanzó un suave graznido.

—¿Ya estan aquí? —Suimei hizo una inclinación de cabeza y Rosen suspiró— Bien, pues ahora bajaré. Cuando Sheila llegué, llevalas a la sala del trono.

Una vez sola, Rosen se vestió rapidamente de negro, con un vestido suntuoso que le daba un aire altivo y real y se cepilló su melena plateada delante del espejo. Al salir de la habitación le esperaba Cerbeus, el Guardian principal del castillo, que la escortó hasta el trono en silencio, siempre unos pasos por detrás de ella. Mientras caminaban por los suntuoso pasillos del castillo, la princesa pensó en lo oportuna que había sido la visita del otro día, cuando el Príncipe Bastian havia pedido una urgente audiencia con ella, denunciando el ataque de una Moradora contra su guardia cuando daba un paseo. Ya des de un principio la história le había llamado la atención ¿Una mariposa contra tres hombres lobos, uno de los quales de sangre noble? Parecía imposible, no solo que no hubiera quedado destrozada, si no que además se las hubiera apañado para matar a uno de ellos. Movida por la curiosidad le había concedido la audencia y había escuchado como el licántropo explicaba enfurecido y medio desquiciado el gran ultraje que había sufrido y pedía la pena de muerte para la diablesa. Rosen empezó a cansarse del estúpido orgullo herido del príncipe, que al fin y al cabo se había dejado derrotar por una joven sin experencia en la lucha, y ya estaba pensando en darle permiso para cobrarse la justicia por su mano para así deshacerse de él, cuando de repente Bastian describió a la diablesa: Pelo rojo como las llamas y ojos plateados como el acero.

—Esta bien, esta bien Príncipe... esto...

—Bastian su alteza.

—Si eso Sebastian. Lo que sea —dijo tajante al ver que el licántropo habría la boca para protestar— Comprendo su queja y dada la gravedad del asunto, yo personalmente me encargaré de encontrar a esa diablesa y aplicarle la justícia.

—P-Pero Alteza... —El Hombre Lobo se quedó blanco como el papel y empezó a temblar— No quisiera que usted se tomara tantas molestias para un caso así, yo mismo me encargaré de ajusticiar a esa desvergonzada, tan sólo venía a comentarle...

—No —Bastian emmudeció de golpe, y la miró con terror— He dicho que me encargaré del asunto. Muchas gracias por su colaboración, Príncipe Bestia, le agradecemos que sea un buen ciudadano y que nos ayude a mantener el orden. Si no tiene nada más que decirnos -abrió la puerta antes de que pudiera decir nada más- ha sido un placer recibirle.

Una vez en su estudio, Rosen comprobó que la descripción de la diablesa y la ciudad donde había tenido lugar la pelea coincidian con sus objetivos. Había estado esperando mucho tiempo, pero ahora por fin tenía una razón de peso para llevarla al castillo sin que sus homonimos de la Luz sospecharan demasiado.

—Bien, bien, bien... Ahora veremos por que Anabella, esa princesita iluminada, tiene tanto interés en ti. —Chasqueó los dedos y un Guardian se le acercó— Quiero que Sheila venga en mi estudio inmediatamente, tengo una favor que pedirle, un favor con nombre y apellidos...

—Yami Akumu.

Yami alzó la cabeza temerosa para encontrarse con los ojos lilas y brillantes de la Princesa Rosalinda. Un escalofrio la recorrió de arriba a bajo y empezó a temblar de miedo. Había pensado en tantas cosas que decir en su defensa durante el viaje, y ahora no le salían las palabras. Había oído demasiadas cosas de las Princesas Oscuras y sabía de sobras hasta donde podían llegar sus poderes mágicos, y más allà de eso, eran las amas absolutas de todo el Inframundo, así que podían hacer y deshacer cuanto se les antojara.

La Princesa la mirava sentada en su trono, el más grande los quatro. Antiguamente, después del fallecimiento de los Reies Oscuros, en la última guerra contra la Luz, habían instalado cinco tronos, uno para cada hermana, peró ahora la primogéntica había muerto baja extrañas condiciones, y ahora Rosalinda era la nueva heredera. Su linaje real se notaba en su forma de vestir, sus modales, su porte... sin embargo había algo extraño en la forma en que miraba a Yami, como con una curiosidad voraz.

—Muy tranquila y callada te veo, teniendo en cuenta todo lo que me han contado de ti. —La Princesa se levantó de su trono y empezó a caminar hacia ellas— ¿Acaso no sabes porque estás aquí?

—¡La han acusado injustamente! —Saltó Calisto— Ella es completamente innocente...

—¡Silencio! —Ordenó Rosalinda, y la copia del Guardian que había detrás de ella le tapó la boca con una de sus manos peludas, dejando ver sus afiladas garras—. La hora de los testimonios será más tarde, y será un honor para mi escuchar tu versión Saltadora, de hecho hace poco que se de tu implicación en tu caso. —La princesa ladeó la cabeza mirando a Calisto con curiosidad— Es extranyo que el Príncipe Bostin no te mencionara en ningun momento...

—¿El Hombre Lobo es quien ha puesto la denuncia? —Las palabras salieron de la boca de Yami sin que esta pudiera hacer nada para evitarlo. No entendía porque el licántropo se había arriesgado a hacer algo así, teniendo en cuenta la atrocidad de sus planes y sabiendo que Calisto estaba al tanto de ellos. ¿Acaso pensaba que habría muerto sin poder contarselo a nadie? Puede, estaba muy debilitada cuando Saltó, y si no hubiera sido por las curas de Mar...

—Pues claro que fué él —La voz de la Princesa distrajo su pensamiento— Al fin y al cabo le atacastes y matastes a uno de sus guardias, ¿Es que acaso eras tonta?

—Yo, esto... —tartamudeó Yami, recobrando el temor que la había atenazado hasta hace unos instantes.

—Oh da igual —La curiosidad se había transformado en aburrimiento, peró había algo más. Yami se atrevió a mirarla a los ojos y se quedó confundida; Rosalinda la miraba con frustración, como si esperar que las cosas fueran de otra forma, como si quisiera algo de ella, peró, ¿Que podía ser? —Vais a queder retenidas, os encerraremos en calabozos separados mientras esperais a ser interrogadas. Espero que sepas disculpar este trato Saltadora, es puro protocolo de nuestro Reino y al ser testigo principal como parece que lo eres, ni tu condición de Neutral puede cambiarlo. Pero nos aseguraremos que seas bien atendidad —Hizo un gesto de la cabeza y el Guardian recogió a las tres muchachas, llevandoselas de la sala hacía las mazmorras. Y antes de que se cerrara la puerta, Yami creyó oir como la Princesa refunfuñaba frustada.

Muy lejos de allí, en otro plano de existencia, un cuervo volaba veloz sobre las Cordilleras Afiladas, hacia una de las aldeas principales. Cruzó veloz el poblado y se dirigió hacia la casa principal, digna de un miembro de la realeza. La guardia lo observó durante unos instantes, hasta que lo reconocieron como uno de los suyos y lo dejaron pasar, mientras iban a alertar a su señor. El cuervo sobrevoló la propiedad y se dirigió directamente al jardín privado del amo de las tierras y una vez en este, se transformó en humano. El Conde Azorath salió de sus aposentos y se encaró al otro Tengu.

—¿Traes noticias? —El sirviente asintió y sacó una carta de su túnica— Espero que esta vez sean interesantes, me esta costando un ojo de la cara mantener el espía en el Castillo  —El Conde abrió la carta con aburrimiento, pero pronto sus ojos empezaron a leer con avidez.— Vaya, vaya, vaya... Si que son interesantes si que son interesantes si... ¿Sabemos si esto ha llegado ya a la corte de la Luz? —El criado asintió— Bien, deberemos darnos prisa entonces. Hay mucho en juego. 

Lovely Sweet Hell (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora