Capítulo 8: En las mazmorras

53 6 0
                                    

Pire escuchó un ruido metálico y supuso que era de unas llaves, pués poco después oyó abrirse una puerta a lo lejos. Unos pasos le indicaron que alguien se acercaba, eran lentos y descompasados, insinuando que el caminente presentaba algún tipo de cojera. Pire se preguntó entonces si podría tumbarle, quizás el tuviera las llaves de sus grilletes y si se acercaba lo suficiente... pero los pasos pasaron de largo de su celda y se dirigieron hacia la izquierda, avanzando varios pasos más, hasta que se detuvieron en lo que Pire dedujo que sería otra celda, pués poco después oyó de nuevo el ruido metálico de las llaves y una puerta abriendose. El vampiro aguzó sus sentidos al máximo, intentando escuchar lo que sucedía, pero no alcanzó a atisbar nada. Esperó durante un buen rato, preguntándose que estaría pasando en la celda de al lado y si quizás era donde retenían preso aquello que había venido buscando...

Sangre. Olor a sangre fresca llegó de repente a su nariz y le despertó una hambre voraz que le hizo rugir el estómago, recordándole que hacía días que no se alimentaba. Sin embargo había algo raro en el olor, no parecía sangre humana. De repente se escuhó un sonido de una puerta que se cerraba y los pasos volvieron a reanudarse, acercándose cada vez más a la celda de Pire, provocando que el olor fuera cada vez más intenso y que se hiciera cada vez más patente el contenido mágico que poseía, el alto contenido mágico.

—No puede ser... —susurró. 

El guardia pasó de largo de la celda de el vampiro, aún sujeto a escalofríos. Pese a sus sospechas y a los indicios que había encontrado, en el fondo había deseado que todo fuera un malentendido, que los rumores no fueran ciertos, peró ahí estaba la prueba irrefutable. Esa sangre no era humana, esa sangre era...


***

—Demonio —se escuchó un murmullo agudo y un tanto estridente, acompañado de un zumbido y un ligero resplandor— ¡Psss! aquí arriba.

—Peró, ¿qué...? —Yami alzó la cabeza, entrecerrando los ojos por el súbito cambio de iluminación. Lo que parecía una luciérnaga estaba volando alrededor de los barrotes de la diminuta ventana que había en el calabozo, iluminando con un tenue brillo las sucias y húmedas paredes de piedra. Mirarla directamente le resultaba doloroso, pero había algo que desconcertaba a la diablesa y esta no podía evitar fijarse en ella para ver el que—-. ¿Qué... Qué eres?

—Oh, perdona —le contestó una voz aguda, y la luz se fué atenuando hasta casi extinguirse, iluminando ligeramente a un diminuto cuerpo humano, de apenas un palmo de altura. De su espalda brotaban quatro alas parecidas a las de la libélulas, transparentes y delicadas, que brillaban por si solas. Su pelo rubio estaba recogido en un moño y desde los pendientes de sus puntiagudas orejas hasta los accesorios que adornaban su indumentaria hecha de lo que parecían pétalos y hojas, estaban construidos de materiales reflectantes, que ampliaban la luz producida por ese pequeño ser.

—Una hada —susurró Yami, con una mezcla de sorpresa y de asco en su voz—. ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con recelo, apartándose lo más que pudo de la ventana, hasta empotrarse contra la puerta de su celda.

—Yo... esto....

La hada se veía cortada e intranquila, pero la diablesa no estaba mucho más cómoda pues sus especies rara vez se encontraban y cuando lo hacían no era precisamente para tomar un té o cualquiera de esas dulces bebidas que preparaban esas diminutas personillas a base de miel y vete a saber que más. Yami aprobechó para mirar discretamente a los alrededores, hechó un vistazo al pasillo del calabazo, a sus espaldas, y recorrió con los ojos lo poco que se divisaba a través de la ventana, para asegurarse que la hada estaba sola.

—He venido a buscarte Yami Akumu —la diablesa se agitó al oír su nombre, peró antes de que pudiera abrir la boca el hada continuo— He venido a rescatar a Calisto, la Saltadora, y me ha pedido que viniera a por ti también.

La diablesa dudó, no tenía ni pies ni cabezas que una hada intentara ayudarla peró por otra parte Calisto era Neutral y no la veía capaz de dejarla en la esctacada. Sin embargo, ¿Estaría bien escapar? No se meterían aún en más líos? Al fin y al cabo ella no había hecho nada malo y ambas testificarían a su favor, y estaba convencida de que la Princesa Rosalinda tenía formas de sacar la verdad si quisiera. Por otro lado, si el licántropo que había atacado era un Príncipe, tendría recursos e influencias y...

—Un momento —Yami frenó sus pensamientos— ¿Por qué tienes que ayudar a Calis? Ella es inocente de todo cargo, es más, ni siquiera está culpada de nada, así que por mucho que la juzgaran no podrían condenarla, por no decir que es Neutral y que por tanto la Princesa no tiene potestad para hacerlo. Y eso me lleva a pensar... ¿Por que la Luz se mete por en medio de un juicio de la Oscuridad? Ninguna de las involucradas son súbditos de tus reyes...

—¿Por que la Oscuridad tiene presa a una Saltadora? —La hada le cortó el discurso—. Mira, formo parte del servicio de inteligencia de la Luz, ¿Vale? Últimamente hemos detectado movimientos extraños de la Oscuridad alrededor de los Saltadores y en cuanto nos hemos enterado de esta detención hemos decidido intervenir. Tú amiga me ha pedido que te sacara de aquí a ti también, si quieres venir bien, si no tu verás; ya te puedes imaginar que a mi esto me hace tanta gracia como a ti.

Yami se quedó callada durante unos instantes, ¿Haría bien en fugarse? ¿No sería peor? Pero luego pensó que si esa hada se llevaba a Calisto y a Mar de allí -pues supuso que si había accedido a sacarla a ella, también lo haría con la humana-, a ella no le quedarían testigos a su favor y sin duda la condenarían sin dudarlo por culpa de ese estúpido Licántropo... Y por otra parte, allí dentro no podrían descubrir nunca que estaba tramando.

—¡Decídete rápido! No tenemos mucho tiempo —la apremió el hada— si no vas a venir, yo me largó de aquí con tus dos amigas.

—Esta bien, vendré contigo.

Lovely Sweet Hell (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora