Prefacio

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La vida es dura. Simple y francamente, es la única lección que puedo dar a cualquiera que me pidiera consejo.

Con 18 años he vivido situaciones que no desearía a nadie, he sentido que estaba acabada en numerosas ocasiones, me he perdido en muchas otras y no estoy segura de, a días de hoy, haberme encontrado.

2 días, hace 2 días que perdí a María. María es mi madre, no es una madre cualquiera, ella me eligió, ella me cuidó, ella adaptó toda su vida a mi alrededor.

Me dijeron que no sufrió, murió plácidamente, un día simplemente se fue a dormir y no despertó. Cuando no la encontré en el salón, leyendo las noticias en el sofá café en mano, no imaginé esto. Lo más lógico era pensar que su faceta perfeccionista e increíblemente profesional la llevó a trabajar hasta altas horas de la madrugada, que despertarse se le hizo un mundo y simplemente ignoró la alarma, como tantas otras mañanas. Cuando fui a su cuarto a despertarla, parecía dormida, estaba con el cuerpo de lado, sus hermosos ojos verdes cerrados, su largo cabello rubio cayendo sobre su rostro, inmutable, tranquila. No despertó, ni se movió, ni mis palabras, ni mis zarandeos sobre su cuerpo, lograron cambiar lo que en el fondo ya sabía. María no volvería. Llamé a una ambulancia y a Alex, su ayudante. La ambulancia no pudo hacer mucho más, había fallecido. Alex se derrumbó conmigo, no lo culpo, vivió años enamorado de una mujer que jamás supo lo que sentía por ella. Alex se encargó de todo, el papeleo, el velatorio, el entierro... todo tenía ese deje de elegancia simple tan característico de María, ni ella lo hubiera hecho mejor.

Toc, toc toc

Me dirijo a abrir la puerta, no tengo humor para hablar con nadie, pero si algo me enseñó María es a mantener el tipo, la compostura era algo importante para ella. Ahora más que nunca su educación sería algo que no estaba dispuesta a olvidar.

Miré a mis lados, nadie, no había nadie. Algo brilló y captó mi atención, miré hacia abajo, una caja de metal, con una carta bajo esta. ¿Qué demonios?

Cogí la carta y el sobre y entré dentro de casa. Lo primero que hice fue abrir el sobre, era una carta:

"Querida Lídia,

Lo siento mucho, si has recibido esta caja, con esta carta, es que te he dejado, y no solo eso, te he dejado de la manera más cruel posible, ocultando secretos. Soy una mujer egoísta Lídia, y he sido egoísta respecto a ti desde el momento en que te conocí. Primero ansié tu caso, luego te quise como hija, y luego cuando quisieron arrancarte de mis brazos me aferré a ti más fuertemente que nunca. Eres mi hija, quiero que tengas eso claro, justamente ese sentimiento me llevó a esconder entre las sombras el contenido de esta caja. Te quiero Lídia, más que a nada, más que a nadie. Desde que eras una niña, has sido más fuerte que la mayoría de adultos que conozco, estabas destruïda, pero seguías adelante, no te has rendido jamás, eso te hace muy grande. Una vez más, lo siento, te he dejado sola. Me refugio en el saber que tengo de que saldrás adelante, como siempre. No queriendo meterme demasiado en temas legales, que confío que Alex llevará a cabo, te hago heredera universal de todo mi patrimonio, jamás pasarás más penurias hija, puedes ser independiente. Pero la família es la família, y espero que le des una oportunidad al contenido de esas cartas. Mi error fue encerrarte en una torre, tu tienes la llave para escapar, lánzate a descubrir el mundo y a vivir, de una vez por todas, la vida que te coresponde.

Te quiere, mamá."

Abrí la caja, leí carta tras carta, incrédula, una lágrima traicionera surcó mi rostro. Mi madre, mi madre biológica, no se olvidó de mí. Me quería, me quiere, se disculpa en numerosas ocasiones por dejarme. La tinta del bolígrafo se encuentra corrida en numerosas ocasiones por sus lágrimas, puedo sentir la emoción tras cada palabra, el pesar tras cada carta, la culpabilidad en cada una de sus disculpas. Hay una dirección en todas las cartas, incluida la más reciente, que data de hace un mes .

¿Debería ir? ¿Será verdad todo lo que dice?

Lo haré. Me lanzaré. María me instó a vivir, a arriesgarme, no perdía nada. dudo que nadie pueda destruirme ya.

Aprendiendo a confiar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora