Pesadilla

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Había resultado un día duro, increíblemente emocional y necesitaba un descanso. Después de haber hablado con mi nueva familia sentía que de algún modo dejaba atrás a muchos de mis demonios, sentía que merecía comenzar de cero.

Me excusé y mi madre me acompañó a mi habitación. Me aseguró que sería provisional y que con el tiempo la decoraríamos a mi gusto, gusto que quería conocer. Mentiría si dijera que escuchar eso no me emocionó. Lo hizo, y mucho. Me fijé en mi madre, pelo rubio ceniza, de estatura media, con unos ojos azules profundos, pacíficos y cálidos. Me despedí con un beso en su mejilla y un abrazo. Fue entonces cuando me fijé en la habitación decorada en tonos marrones y grises, era una habitación moderna pero fría, cualquiera podría darse cuenta de que era la habitación de invitados, dada su falta de presencia humana en la decoración. Mi maleta se encontraba cerrada sobre la cama, probablemente Axel o su padre la habrían dejado allí. Saqué un pijama, me lavé los dientes y el rostro en el lavabo privado de la habitación y me metí a la cama, cayendo por fin, en los brazos de Morfeo.

"Había una niña rubia de unos 7 años jugando con bloques de construcción delante de mis ojos, no jugaba con muchas ganas, sus hombros estaban hundidos. Intenté acercarme, no podía, era como si unas cadenas transparentes me impidiesen moverme. De pronto me fije en los alrededores, una habitación de juegos infantil, sin más niños que esa pequeña, a la qual no podía ver el rostro. Unos pasos irrumpieron mi inspección, un hombre de mediana edad, con una bata, se aproximaba a la niña, su rostro era taciturno, un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Román. Esa niña, esa niña era yo. Sabía lo que significaba esa sala de juegos, sabía lo que significaba ese hombre, dolor, destrucción. El hombre, por llamarlo de alguna manera, sujetó a la niña, me sujetó. Grité, intenté moverme pero era inútil, ni siquiera podía mover la mirada, sólo podía restar inmóvil.

-Eres una niñita mala- le dijo a la niña- y a las niñas malas se las castiga.

Comenzó a desnudarla, delante de mis ojos, ella estaba acostumbrada, no se resistía. Comenzó a bajar sus manos hacia sus pechos, tocaba sin reparos. La puso de rodillas y"

-¡Lídia! ¡Lídia! ¡Despierta!- alguien me zarandeó y me hizo volver a la realidad.

Con la respiración agitada miré a Axel, no podía hablar, no podía pensar. Hacía tiempo que no tenía otra de mis pesadillas.

-¿Estás bien? Me has dado un buen susto- se sentó en mi cama.

Antes de formular cualquier palabra lo miré, era muy atractivo y por alguna razón desprendía calma y confianza.

-Yo, yo, tengo pesadillas sobre mi infancia, hacía tiempo que no las sufría, pero el volver aquí ha debido de provocarla esta vez.

-Es normal, la situación es nueva, han pasado muchas cosas en tu vida y necesitas tomarte las cosas con calma ¿Quieres hablar de ello?

- No es algo que esconda, mi caso fue mediático y con los años y la ayuda de María y de teràpia, he aprendido a aceptar mi pasado, por oscuro que resulte.Hablar de ello suele ayudar a calmarme, siempre lo hablaba con mi madre, quiero decir María, pero- me interrumpió

-Háblalo conmigo.

Respiré profundamente- Cuando te dan en adopción muchas veces no vas a un orfanato a diferencia de lo que la gente piensa, yo fui de casa en casa. La adopciones en España son complicadas. Recursos sociales se encargó de mí. Tenían la esperanza de que al ser un bebé alguna familia se apiadaría de mi condición y me adoptaría, pero no fue así. Al parecer lloraba mucho y tenía fuertes cólicos, y tener que soportar algo así cuando no era la hija biológica de esas familias, supongo que era lo que les llevaba a devolverme. No me gusta esa palabra, parece que seamos objetos-me reí sin gracia, le miré y continué- Con 4 años ya tengo memória de vivir en el orfanato, un año después llegó un doctor, Román. Al principio jugaba conmigo, era amable hasta que un día comenzó a tocarme y a- respire- a obligarme a que le tocase. Los-los abusos siguieron durante dos años más, hasta que una niña nos vio y llamó a las encargadas del comedor, estas llamaron a la policía y ahí acabó todo. Mi madre adoptiva María, era mi abogada, ella me defendía y según sus propias palabras, se enamoró de mí. Pronto me adoptó y dejé de sentirme tan sola. Aunque a medida que crecía quería respuestas, me sentía buena para nada ni nadie y dejé de confiar en todo aquel que no conocía. Ahí entró en juego la terapia. Fue de gran ayuda. Ahora, ahora estoy feliz de tener una família de nuevo, de tener respuestas y siento que poco a poco podré recuperar la confianza en mí misma y en los demás.

No me dio tiempo a reaccionar cuando tenía sus brazos envolviendo mi cuerpo -No volverás a estar sola pequeña. No te volverán a hacer daño. Ahora somos una familia y las familias de verdad se apoyan y ayudan- sus palabras eran ahogadas por sollozos llenos de dolor.

En este instante todo cobraba sentido, sentía que tenía un hogar, una familia...por primera vez en mi vida sentía que estaba volviendo a confiar

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⏰ Última actualización: Nov 05, 2018 ⏰

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