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Tokio, Japón

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Tokio, Japón.
A una semana de la Purga Anual.


—Hirai Momo. —La voz en las bocinas del hospital resuena por todo el lugar, y me tensiono en mi asiento. —Sus resultados están listos, por favor ingrese al consultorio Diez.

Me levanto y suspiro con nerviosismo, haciendo así que el terrible olor característico de los hospitales inunde mis fosas nasales. 

Siento que mi madre se levanta junto conmigo y le dirijo una mirada de aprobación, a lo cual empezamos a caminar. —Todo estará bien, querida, quita esa cara de espanto y coloca la espalda recta. 

Le miro y asiento, cumpliendo sus ordenes. 

La verdad, ¿Cómo aquella mujer tiene el descaro de decirme que todo estará bien? ¿Acaso no ve que absolutamente nada está bien y por ende nada resultará bien? Siento unas tremendas ganas de gritarle azotando en mi interior pero me contengo y recuerdo las palabras que toda la vida se ha esforzado en recordarme: "Tu no eres nada, yo, en cambio, lo soy todo, no tienes ningún derecho a reprochar nada que salga de mi boca, ¿Entendido, Hirai?"

Aquellas palabras marcaron mi vida para siempre, y su manera de hacer que las recuerde en momentos de rebeldía hace que las entrañas se revuelvan en mi interior. 

Al pasar al consultorio echo un leve vistazo a lo que me rodea, y niego lentamente. He vivido prácticamente toda la vida en hospitales, consultorios, y toda esa mierda horrible, sin embargo aún se me hace difícil acostumbrarme a todo esto.  

—¿Y bien, Doctor? —Escucho la voz de mi madre y me siento en una de las sillas al frente del escritorio del Doctor. 

Sé que, mientras mi madre habla no debo mirarla ni interrumpir lo que dice, así que me limito a observar mis pies mientras ella espera por una respuesta.

—El día de ayer llegaron los resultados de los exámenes echos a su hija, aquí los tengo. —Habla el doctor, y alzo la cabeza para ver que en su mano sostiene un sobre de un color amarillo espantoso. 

—¿Y bien?

—Antes que nada, agradecería que tomara asiento, Señora Hirai. — Y así lo hace. —Verá, hemos hecho la lectura correspondientes de los resultados y, créame, no son buenos.

Sus palabras hacen que una alarma se active dentro de mi, y mi corazón empieza a bombardear con fuerza, como si su objetivo principal fuese salir de mi pecho. 

—Lamento informarle, Señora, pero Momo tiene cáncer cerebral. 

—¡Mierda! ¡Es una jodida mierda, Hirai! —Los gritos de mi madre resuenan por las paredes mientras me apunta con su dedo huesudo y largo

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—¡Mierda! ¡Es una jodida mierda, Hirai! —Los gritos de mi madre resuenan por las paredes mientras me apunta con su dedo huesudo y largo. —¡Eres una maldita inútil!  

Pequeñas lágrimas se deslizan por mi rostro, sin despegar mi mirada de aquella mujer histérica que me dio la vida. No entiendo nada de lo que está pasando, y aún así no me atrevo a preguntar. 

Sin embargo eso no hace que las dudas se dejen de formular en mi interior. ¿Yo una maldita inútil, por tener cáncer? ¿Acaso había sido mi culpa? Es decir, ¿Quién en su jodida vida ha deseado tener cáncer? No es como si me hubiese levantado un día diciendo "Dios, por favor, haz que un tumor se desarrolle en mi maldito cerebro, ah, y que al detectarlo esté avanzado. Gracias y amén"

—Tu, siendo una maldita enferma vas a hacer que esta familia se hunda, ¿Entiendes eso, eh? —Asiento lentamente.

—Bien, así me gusta, niña, que lo entiendas. Ahora, ¿Qué haremos contigo? Tu padre... Tu padre morirá de una decepción cuando se de cuenta, quizá por eso eres tan estúpida, por ese tumor tuyo, pero tranquila, Hirai, tu no vas a morir., porque yo te necesito con vida, a pesar de que no seas nada.

Sus palabras hacían que las lágrimas sólo cayeran y cayeran sin parar. Madre, ¿Por qué eres tan cruel? Aquella pregunta era lo único que proyectaba mi mente en aquel momento. 

Sabía que ella era así, una persona fría, calculadora, manipuladora, y una jode-vidas, y toda mi existencia me lo recordaba, aquellas palabras eran mi pan de cada día, y, aún en mis Veinte años de vida me preguntaba por qué sus palabras seguían hiriéndome como un cuchillo afilado atravesando mi corazón.

—Iremos a Corea del Sur mañana, Japón ya no es para nosotros, ¿Entiendes? Vamos a depurar, y así conseguir el dinero para tu tratamiento. 

Seúl, Corea del Sur

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Seúl, Corea del Sur.
A una semana de la Purga Anual.

Min YoonGi, aquel bastardo que solo se dedicaba a criticar mi vida sin saber si quiera que hacer con la suya. 

Después de que mi, ahora, ex mejor amigo saliera de mi casa sin decir absolutamente nada más me dediqué a llamar a todos los contactos que podrían ofrecerme buen material para el día de La Purga. 

Los llamé a todos, y aún así ninguno estuvo dispuesto a negociar por la cantidad de dinero que les ofrecía. Sabía que sería difícil porque la cantidad que ellos exigen es demasiado alta y yo solo soy un hombre desesperado sin siquiera tener para comer. 

El desespero me recorrió el cuerpo y solté un grito ahogado. Necesitaba el dinero para salir a depurar si quería sobrevivir aquellas Doce horas de infierno sin ser cazado, pero no lo tenía, y se me frustraba, porque sabía que, si no me adelantaba, ellos me cazarían primero, y algo que La Purga me ha hecho aprender es que, si quiero que mi culo siga vivo tendré que cazarlos a ellos.

O son ellos, o soy yo.

Y no voy a quedarme de brazos cruzados observando como me arrebatan la vida mientras disfrutan el placer de ver mi sangre correr por el frío suelo. 

Que empiece la depuración. 


❛  ི CRIMEN PERFECTO: PURGA | [MULTIKPOP] « ⇙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora