[Este es un regalo para mi amiga, es una adaptación del fanfic EXO "Absolute Chanyeol".]
Chico,
Tu mejor excusa esta simplemente llena de dudas para mí,
Tal vez es amor,
Una ola muy lenta,
Una ola muy lenta.
PARTE II
-Lo he devuelto.
Erik dejó de juguetear en su silla y giró abruptamente la cabeza hacia Moira.
Charles apartó la mirada de Erik.
-¿El qué has devuelto?
-A Mark.
Moira sorbió su café con la mirada fija en la taza.
Al lado de Charles, Erik frunció el ceño.
-¿Por qué has hecho eso?
Moira evitó los ojos de Erik y miró a Charles.
-Tuve que hacerlo. Me di cuenta... me di cuenta de que ya no lo quería conmigo. No quiero un novio falso. Quiero a alguien real.
-Pero él era real...
Moira sacudió la cabeza.
-Era un muñeco. Un muñeco perfecto, pero yo no quiero perfección. Quiero...
Erik se movió en su asiento.
-No era un muñeco. Era real, igual que yo. ¿Por qué lo has hecho...? ¿Por qué lo has devuelto? ¿Por qué lo has comprado si después ibas a romperle así el corazón?
-Él no tiene corazón... -respondió Moira con brusquedad, de pronto sintiéndose enfadado.
Charles dio unas palmaditas a Erik en la rodilla para calmarlo, pidiéndole que siguiera jugando con el cubo de rubic. Los ojos brillantes de Erik se desplazaron de Charles a Moira y de nuevo a él.
-¿Por qué...?
-Está bien -le dijo Charles-. Hablaré con él, no te preocupes. Yo nunca te enviaré de vuelta.
Después de haber tranquilizado a Erik, Charles tiró de Moira hacia el pasillo para charlar un rato. Moira se quedó a unos pasos alejado de él, cabizbaja.
-¿Por qué discutes así con él? Ya sabes lo sensible que es.
-No te entiendo. -dijo Moira mirándolo fijamente.
El bello de los brazos Charles se erizaron ante su hostilidad.
-¿No me entiendes?
-¿Cómo puedes pasar de ni siquiera verlos útiles a engañarte a ti mismo para apoyar sus fantasías? Él no es real, hyung. Ni él lo es ni Mark lo era. Son objetos. No tienen sentimientos.
-¿Cómo puedes decir eso? Sabes de sobra que Mark habría hecho cualquier cosa por ti...
-¿A quién le importa? -dijo con brusquedad, frotándose la cara-. ¿A quién demonios le importa? Él no es real. Nunca será real. Me cansé de vivir una ilusión y lo devolví. Un robot es lo peor que un ser humano podría comprar jamás.
Charles permaneció en silencio.
Moira persistió.
-¿Te has mirado al espejo últimamente? Se supone que es él quien debe ser tu juguete, pero es contigo con quien están jugando. Devuélvelo y búscate a alguien humano, alguien que cometa errores y que tenga defectos... y que sepa artes marciales.
-¿Que sepa artes marciales? -Moira suspiró. En las sombras, parecía años mayor de lo que en realidad era-. Así... no era como pensaba confesarme o decirte que siento celos de tu nuevo juguete. Compré a Mark porque pensé que podría, de alguna forma, volcar lo que sentía por ti en él, pero tú te conseguiste uno también y... no me gusta. Me molesta. Lo único que me molesta más que tu robot es lo unido que estás a él. Vamos, despierta de esta ilusión ya. Esta moda ha durado ya demasiado tiempo. Devuélvelo.
Charles se negó.
-Lo siento -dice-. Siento no poder corresponder tus sentimientos, Moira, pero no pienso devolverlo. No me importa si no es humano, no estoy aquí para discutir contigo sobre qué hace que algo sea «humano». Pero él es real. Sé que es real. Es real y tiene sentimientos y no quiere irse nunca. Él es feliz conmigo y yo... yo también soy feliz con él. Lo siento, nada de lo que digas podrá hacerme cambiar de opinión con respecto a esto, a él, o a ti. Estoy...
-No te disculpes más, lo entiendo -Moira evitó mirarlo a los ojos-. Si... si Mark tenía de verdad sentimientos, entonces me merezco este rechazo por pensar diferente y haberlo devuelto sin ampararlo. Yo también lo siento. No sacaré nunca más este tema.
Esa noche, en cama, de repente Erik se giró hacia él.
-Tú... tú no vas a devolverme, ¿verdad?
Charles gime.
-Erik, ¿acaso no sabes qué hora es...?
-Por favor... -Erik respira profundamente. El sonido que produce su procesador se escucha fuerte en el silencio de la noche.
Charles abre los ojos.
-No. No te devolveré...
-Bien, porque sé que Mark... sé que él sufrió. No sabes lo que es ser uno de nosotros. No recordamos cómo nacemos. En un momento no somos más que un montón de tuercas y tornillos y al siguiente parecemos un ser humano y tenemos un corazón como el suyo. Mark quería ser humano, lo sé. Quiere. Todos lo hacemos. Devolverlo significa... eso significa que fracasó como ser humano. No hay peor cosa que podrías hacer a los de mi clase. Por favor, nunca me...
Charles se incorporó, ahuecando la cara Erik entre sus manos.
Erik sonaba como si fuera a romperse en llanto en cualquier momento, y eso le rompía el corazón.
-Deja de pensar en esto... -le pidió en voz baja-. Lo siento por Mark de verdad que sí, pero me... me gusta tenerte aquí. Es... agradable.
-¿Estás seguro? -Erik se aproximó más a él, rozando con su nariz a Charles.
Charles se estremeció.
-Sí. Estoy seguro. N... No entiendo completamente cómo funciona todo esto, pero creo que estoy empezando a entenderte mucho mejor y doy gracias por tenerte... en mi vida.
-No te... -el aliento de Erik le resultaba sorprendentemente cálido en contacto con su cara; Charles intentó poner cierta distancia entre ellos, sin lograrlo-. No te importa que no sea humano, ¿no? Porque lo estoy intentando, lo estoy intentando con todas mis fuerzas. No sabía que ser humano fuera así de difícil...
Charles, mitad adormilado y mitad feliz, besó a Erik lentamente, acunando todavía su rostro con las manos. El casto beso se convirtió en un contacto más íntimo de labios que Charles no había experimentado jamás, lleno de movimiento y lenguas curiosas. Solo se rompió cuando los pulmones de Charles reclamaron oxígeno y éste se dejó caer hacia atrás en la cama, seguido por un Erik ansioso que quería proseguir con el beso.
Sus labios ardientes recorrieron el cuello de Charles y éste se retorció, avergonzado por el sofoco que empezaba a agolparse en sus mejillas. La oleada de vergüenza solo duró hasta que Erik le sujetó la cabeza y rozó sus labios suavemente contra los suyos, como si se sintiera ávido de saborearlos un poco más. Sus suaves labios amortiguaron el más mínimo jadeo de Charles.
El tiempo se detuvo bajo el peso de sus besos y antes de que Charles se diese cuenta, el sol ya asomaba por el horizonte. Era fin de semana, pero solo ocurrirían cosas peligrosas si Charles permitía que aquello continuase, no importaba lo agradable que fuese. Lo real que fuese.
Moira fue aceptando más a Erik, lento pero seguro. Charles no quería perder a su buen amigo, así que obligó a Moira a venir y pasar tiempo con ellos dos. Su propósito no era cambiar la forma de pensar de Moira, solo quería más compañía.
Últimamente, estar a solas con Erik era demasiado sofocante. Erik lo miraba con demasiada intensidad y solo sonreía cuando Charles le preguntaba si le sucedía algo.
-Simplemente me gusta mirarte... -decía Erik con un pequeño tic. Cuando su corazón daba un pequeño vuelco, Charles se cuestionaba sus decisiones una vez más.
Tratar de negar la atracción que sentía por Erik era como negar que ambos caminaban sobre dos patas. Estaba seguro de que era evidente, sobre todo cuando parecía que Erik iba a besarle y ambos se quedaban congelados. El rubor de sus mejillas era un poco más intenso que el de Erik, se percató.
Erik tampoco tenía ningún problema con Moira, y eso Charles lo agradecía. Moira era muy cuidadoso con lo que decía y no mencionaba nada de qué era o dejaba de ser Erik; la mayoría de sus conversaciones giraban, curiosamente, en torno a Charles.
-Deberías verlo cuando intenta quedarse dormido -dijo Erik una vez, con los ojos brillantes de emoción-. Hace unos pequeños ruidos cuando intenta dormir, es tan tierno.
-Oye, yo no hago eso! -intervino Charles.
Cuando Moira le miró, con la ceja derecha levantada, Charles se sonrojó sin necesidad.
-¿Qué?
-Vosotros dos... ¿dormís juntos?
-¡Por supuesto! -Erik saltó en su asiento-. Mantengo a Charles caliente toda la noche.
-Charles... -repitió Moira, pronunciando el nombre lentamente.
Erik, Dios bendiga su alma, no percibió el repentino ambiente tenso que se cernió en torno a Moira y siguió hablando y hablando, sacando a colación más hábitos de Charles. En vez de defenderse de las certeras acusaciones, Charles intentó desviar la conversación.
-Eh, oye, Moira... ¿cómo te va todo?
Moira se encogió de hombros.
-Como siempre. Estoy pensando en comprarme una mascota. Mi apartamento es demasiado grande para mí, ahora.
-¡Deberías comprarte un escarabajo! ¡Son fantásticos!
-Erik, los escarabajos no son mascotas... -Charles sonrió-. Ya lo sabes.
-Oh, sí, pero sigo pensando que estaría genial tener uno como mascota. Son muy inteligentes.
La cara de Moira mostró su desacuerdo. No aguantaba demasiado bajo el sondeo de Erik y decidió irse no mucho después.
-Todavía duele... -fue todo lo que dijo cuando Charles intentó convencerle de que se quedara un poco más. Pero Charles no tenía respuesta para eso.
Cuando cerró la puerta y se dio la vuelta, Erik estaba allí de pie, mirándole con preocupación.
-Mo...Moira... -dijo con una pronunciación perfecta-. ¿Está... enamorada de ti?
-¿Enamorada de mí? -Charles se inclinó contra la puerta-. No lo creo. Creo que simplemente le gusto un poco más de lo debido, es todo.
-¿Él... también te gusta más de lo debido? ¿Los sentimientos de los humanos son siempre... recíprocos?
-No siempre, y definitivamente en este caso tampoco -Charles avanzó hacia él-. Moira es solo una buena amiga y mi vecina. No lo veo de la misma forma en que vería a alguien que... me gustase. ¿Comprendes?
Erik vacila.
-Un poco. Me siento mal por él. Creo que echa de menos a Mark.
-¿Qué les pasa a... los seres como tú que son devueltos? ¿Los revenden?
-No -con una leve sacudida de cabeza, Erik retrocedió unos pasos-. No los revenden. Los despiezan y fabrican con ellos nuevos modelos y «seres» diferentes, como tú mismo has dicho. El Mark que conocimos probablemente ya no existe.
Se había ido para siempre.
El primer fallo en el sistema de Erik se produjo días después del aniversario de su segundo mes juntos (no era que Charles hubiese estado llevando cuenta por motivos ~sentimentales~ o algo parecido).
Charles estaba redactando su trabajo de historia cuando Erik se desplomó en el suelo. Segundos después de la caída, Charles era incapaz de moverse y seguía mirándolo. Erik permanecía en el suelo, no muy lejos de él, con los ojos cerrados.
Cuando hubo reaccionado, Charles apartó de un empujón el portátil, haciendo que se estrellara contra el suelo, y corrió junto a Erik.
-¡Hey! ¡Erik! -gritó tratando de hacerlo reaccionar. Erik estaba frío y no se movió, ni siquiera cuando Charles le gritó al oído.
Con una intensa sensación de frío recorriendo su cuerpo, Charles corrió a su habitación para buscar el manual de instrucciones de Erik. Lo encontró por fin tras dejar su cuarto patas arriba con las manos temblorosas. Temblaban con tal violencia que le costó leer el apartado de «Solución de problemas», así que se conformó con llamar a la empresa fabricante.
Charles solo se dio cuenta de que estaba gritando cuando la operadora le pidió que se calmara. La persona al otro lado de la línea obviamente no entendía que ¡no podía! No podía oírse a sí mismo por encima de los fuertes latidos de su corazón. Sus todavía temblorosas manos alcanzaron la frente Erik, buscando el sonido de su procesador.
Era débil, pero seguía allí.
-¡Haga algo! -gritó después de mantenerse a la espera por no más de cinco minutos. Estaba llegando al límite de su paciencia. El estrés mental que le producía la idea de perder a Erik le jugó una mala pasada y comenzó a sudar por cada uno de sus poros, sin saber si quería llorar o gritar o qué.
Por fin se escuchó un golpe en la puerta y entró un grupo de «médicos de Roboboyfriend».
Uno de ellos intentó explicarle que la factura «médica» no sería barata, pero a Charles nada de eso le importaba y se dirigió junto a Erik, todavía desplomado en el suelo del salón.
-Es posible que quieras alejarte un poco, a menos que quieras que la magia desaparezca -sugirió uno de ellos.
Iban a abrirlo, comprendió Charles de inmediato.
Casi cayó de bruces al suelo con las prisas de encerrarse en el baño. Los nervios le habían presionado tanto el estómago que en cuanto levantó la tapa del inodoro, dijo adiós a la cena de aquella noche.
Loco de preocupación, decidió permanecer allí y contar los azulejos del baño hasta que los «médicos» (mejor dicho, ingenieros) lo llamasen. Se sentía patético por la forma en la que había manejado la situación, pero la idea de perderlo anulaba cualquier vestigio de vergüenza que pudiese sentir por sus acciones. Erik se estaba convirtiendo rápidamente en su razón de ser.
En algún momento entre la primera vez que había visto a aquel muñeco desnudo dentro de una caja y vivir y dormir con una persona... entidad... ser... de cara dulce y sonriente, éste se había convertido en algo mucho más importante de lo que Charles hubiese podido llegar a imaginar.
Erik no necesitaba una etiqueta. Era simplemente Erik. Le gustaba jugar con los insectos y ver el amanecer. Subía a cuantos árboles podía cuando iban al parque y le gustaba ver las comedias cursis que emitían a la hora de la cena. Erik era simplemente Erik y a Charles... le gustaba.
Le gustaba muchísimo. Con toda la intensidad de las emociones y complejidades «reales» del ser humano. No podía permitirse el lujo de seguir pasando por alto ese tema, sobre todo porque se estaba agotando el plazo de los 100 días y no sabía si Erik sobreviviría para ver el día 101. La posibilidad de no estar con él era casi imposible de imaginar.
¿Cómo no iba a estar Erik nunca más con él?
¿Cómo podría regresar a casa y que él no estuviese allí, esperándole en el sofá, o en la cocina, o en cualquier otra parte que hubiese captado su atención ese día?
Era imposible.
Allí, acurrucado en el suelo del baño, Charles juró vivir el resto de sus días junto a Erik, al máximo y honestamente. Mantendría la esperanza de poder estar con él por mucho tiempo, pero sin olvidar que sus días podrían estar contados.
Más tarde, una voz llamándolo sacó a Charle de sus pensamientos. Se levantó y abrió la puerta para ver a Erik allí, con los brazos abiertos y su sonrisa de siempre iluminando su rostro.
-Mira, ¡tengo una tirita! -dijo alegremente, señalando la cinta azul que tenía en la frente.
Charles sintió que algo se acumulaba en su pecho y comenzó a reírse para aliviar la presión, tratando de ignorar el escozor de sus ojos.
-¿Qué pasa, Charles? ¿No te gusta mi tirita?
Charles se arrojó a los brazos de Erik, amortiguando un sollozo que no admitiría ni aunque tuviese que ir hasta los confines de la Tierra. Erik lo acogió y se rio, envolviendo con fuerza sus brazos alrededor del cuerpo más pequeño de Charles. Fue él también quien despidió en el exterior a los «médicos», dándoles las gracias alegremente mientras mantenía a CharleS firmemente abrazado contra su cuerpo.
Charles enterró la cara en su cálida clavícula, con los ojos todavía irritados. Podía escuchar el fuerte sonido del procesador de Erik a través de la ropa y eso alivió, temporalmente, sus angustiosos pensamientos.
-Pensaba en ti... -confesó Erik cuando ambos estaban ya en cama. Todavía sostenía a Charles contra su pecho, besando ligeramente su frente.
-¿Qué? -preguntó Charles medio dormido.
-Antes de desplomarme... -aclaró Erik-. Pensaba en ti y vi tu rostro. Lo siguiente que recuerdo es ver a esos médicos buenos despertándome e inyectándome algo. Dijeron... me preguntaron si... si yo era uno de los modelos capaces de amar y entonces... entonces me preguntaron si te amaba. Me dijeron que no pasaba nada si te quería pero... que no debía permitir que tú me quisieses a mí.
Charles se incorporó.
-¿Por qué? ¿Por qué no?
Sin dejar de sonreír, Erik acarició sus mejillas con ambos pulgares.
-No soy... el modelo perfecto. Ni siquiera me aproximo a la perfección. Tengo suerte de que me siguieras queriendo después de ver cómo soy y cómo me comporto. Me dijeron que no me queda mucho tiempo...
-Basta, por favor -Charles capturó sus muñecas, manteniendo el contacto de sus manos sobre su cara-. Por favor, no digas nada más...
-Lo siento, Charles. Ojalá me hubieran fabricado perfecto para ti. Me hubiera gustado ser todo lo que hubieras deseado...
-¿No lo entiendes? -Charles lo sujetó con más fuerza, resistiendo el contacto visual-. No puedo.... -las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas. Algunas cayeron sobre Erik, quien trató de atraparlas y hacerlas regresar.
-Charles, ¡estás goteando!
-Erik... -dijo Charles seriamente. Más lágrimas abandonaron sus ojos-. No me importan tus defectos ni tus fallos. No me importa tu tic facial ni me importa si... si no te queda el tiempo suficiente. Para mí ya eres perfecto. Ya eres todo lo que alguna vez hubiera deseado. No me arrepiento de haberte comprado. Lo único que lamento es haber tardado tanto... en besarte por primera vez.
-Charles...
-Está bien -continuó Charles, sonriendo entre lágrimas-. Sacaremos el máximo provecho de los días que nos quedan. No tengo ningún motivo por el que estar así. Sé... sé que pase lo que pase, no te voy a perder.
El beso que Erik le dio fue para tranquilizarlo, pero lo único que logró fue derrumbar la última coraza que protegía el corazón de Charles. Erik lo besó como si él también estuviera asustado y su labio inferior tembló cuando Charles lo empujó con cuidado sobre la cama.
-No gotees más... -suplicó Erik, acariciando su mejilla con los labios-. No me gusta. Por favor, no lo hagas.
-Se llama «llorar» -susurró Charles-. Lo hacemos cuando estamos tristes o felices.
-¿Estás feliz ahora?
-Sí... Sí, porque estoy contigo.
Los días pasaron despacio, Charles se aseguró de ello. Hacía la mayor parte de sus deberes inmediatamente después de llegar de la universidad y pasaba el resto de los días paseando con Erik por todos lados.
Su primera parada era una heladería, donde le compraba el helado con el mayor número de bolas posibles, para incredulidad de la dependienta. Cuando Erik se lo acababa con la misma rapidez con la que se comería una sola bola, la dependienta se quedaba atónita.
-No puedo saborearlo. En realidad, no... -dijo Erik mientras caminaban cogidos de la mano por la calle-. ¡Pero me gusta la sensación agradable que produce dentro de mi boca! Wah, Charles, tienes un poco en la mejilla. Deja que te lo quite...
Charle esperaba que una manga o una mano le frotasen la cara, no unos suaves labios y una lengua audaz. Erik le lamió la mejilla hasta que quedó limpia y sonrosada, riéndose cuando el helado de Charles cayó al suelo por sostenerlo con demasiada fuerza.
Se comportaban como si fueran novios y Charles pensaba que eso eran, aunque no le hubieran puesto nombre.
Su relación iba más allá de las palabras.
En el parque, Erik persiguió a un perro callejero y luego arrojó con cuidado a Charle al suelo para tirarse sobre él y rodar ambos sobre el césped hasta que olían a hierba y a luz del sol. Charles no creía haber sido nunca antes tan feliz con una persona. Erik quería correr por todas partes y tocarlo todo y él se lo permitía, siempre que fuese legal.
Fueron hasta el mirador más alto y el viaje mereció la pena para Charle por ver los ojos abiertos de
Erik y su brillante sonrisa.
-¿No sería genial poder volar, Charles? Si pudiese volar, ¡te llevaría volando sobre mi espalda por todo el mundo! Hay un lugar llamado Nueva York que parece bonito por las fotos que he visto.
De pronto Charles se prometió a sí mismo que lo llevaría a Nueva York dentro de 5 años, aunque solo fuese para ver la felicidad de Erik alcanzando límites insospechados.
Recorrieron toda la ciudad, asimilando todas las vistas y sonidos de su metrópolis. Erik mostró su sonrisa amable cuando lo atacó un grupo de estudiantes de primaria, que aun sabiendo que no era de su misma especie, no tuvieron ningún reparo en ignorar todo eso y declararlo su nuevo amigo.
-Le gustas mucho... -sonrió Charles, viendo como una de las niñas más pequeñas cogía a Erik de la mano y se negaba a soltarlo.
-Creo que quiere llevarme con ella... -dijo Erik, haciéndole cosquillas en la barbilla-. Hola, pequeña. Ahora tengo que irme con Charles, ¿de acuerdo? Debes irte a casa con tu mamá y tu papá, que creo que te están esperando...
La niña miró alrededor y observó detenidamente a Charles.
-¿Ese es Charles?
Charles la saludó con la mano torpemente.
-¡Sí, es él! Es mi... -Erik cerró la boca, parpadeando-. Es mi... Bueno, no se me ocurre qué nombre debo utilizar para él, así que te lo diré de otra forma, pequeña -Erik se puso de cuclillas hasta quedar a la misma altura que la niña, sonriendo-. Él es la persona que amo.
Se produjo una pausa y luego la niña sonrió, comprendiendo.
-Ámalo mucho, ¿de acuerdo?
-Lo haré -prometió Erik dedicándole una sonrisa cómplice.
Estando lo suficientemente cerca de ellos como para escuchar su conversación, Charles sonrió con su pecho a punto de estallar. Su corazón ya había crecido gracias al cariño que Erik siempre le profesaba, pero ahora, con sus palabras, se hinchó un poco más.
Si su corazón creciese demasiado, pronto le resultaría difícil hasta respirar.
Su primera ducha juntos es la única que Charles recuerda. Erik no tenía ningún problema en desnudarse y se metió primero en la bañera, instando a Charles a que se reuniera con él.
Para Erik, bañarse era como comer: no tenía por qué, pero le gustaba hacerlo de todas formas, aunque sólo fuera para estar con él. Charles se sintió un poco estúpido cuando le pidió que cerrase los ojos para sacarse los boxers, pero se sintió aún más tonto cuando intentó sentarse en medio de las piernas de Erik, quien ocupaba mucho espacio en la bañera.
-Estás muy sucio, ¿Charles? -preguntó Erik, posando sus manos en la parte superior de los muslos de Charles.
-Me he duchado esta mañana, así que no.
-¿Puedo lavarte de todos modos? Quiero saber cómo es.
Todavía un poco indeciso, y quizás avergonzado, Charles le pasó el jabón y la esponja a Erik. Aguardó el refrescante contacto de la espuma de jabón en su espalda, pero recibió en su lugar una serie de cálidos besos detrás de la oreja.
-¿Qué... qué haces? -dijo sonrojándose.
-Simplemente... quería hacerlo. ¿Te importa si... sigo?
A Charles no se le había pasado por la mente nada de aquello, pero Erik ya estaba listo para enjabonar cada centímetro de su cuerpo cuidadosamente, porque todo lo que él le hacía a Charles, lo hacía con sumo cuidado. El nudo que tenía en la garganta era demasiado grande como para permitirle hablar, así que asintió con la cabeza.
Erik dejó un rastro de pequeños besos en sus hombros y su cuello, frotándole primero la espalda y luego acariciando su pecho y su abdomen con la esponja. Charles no sintió nada salvo cálida humedad cuando Erik le dio un beso furtivo en la mejilla, y se rio en voz baja cuando Charles dio un respingo de sorpresa.
-No me estás aseando muy bien... -le acusó Charles tratando de que su tono de voz sonase a fastidio. Era muy difícil enfadarse con él cuando le estaba lamiendo las gotas de agua que tenía en la clavícula.
-Te estoy aseando con mi lengua. ¿Eso cuenta?
No, no contaba pero de pronto su cuerpo le pareció muy pesado y caliente como para poder quejarse. Recostó la espalda contra el pecho de Erik, haciendo que el agua chapotease entre ellos.
-¿Tienes sueño, Charles?
-Un poco. El agua está templada y es agradable.
En el borde opuesto de la bañera, Charles observó como Erik movía los dedos de los pies.
-Ésta es una temperatura agradable -dijo Erik-. Me gusta el color del que se pone tu piel. Pareces una cereza, Charles. ¿Las cerezas tienen un sabor dulce como tú?
Charles contrajo los labios.
-Algunas, pero a mí solo me gustan las ácidas.
-No sé cómo saben las cosas «ácidas» -Erik siguió decorando la parte superior de su cuerpo con la boca, acariciándolo perezosamente con la lengua-. Pero sí sé cómo sabes tú. Creo que es el único sabor que puedo distinguir con certeza.
-¿Y soy dulce?
-Dulce y caliente. Me gusta sentir tu sabor en mi lengua. No puedo dejar de besarte ahora mismo porque el agua hace que sepas aún mejor.
Charles quiso decirle algo sobre las feromonas, pero no quería arruinar el ambiente con anécdotas «intelectuales». Solo quería disfrutar de la atención de Erik, incapaz de resistirse a él cuando éste lo tomó de la barbilla y le giró la cara para besarlo en la comisura de los labios.
Sus días estaban contados.
La semana anterior Charles había tirado a la basura el calendario, ya que verlo lo estaba volviendo loco. Los días empezaban a no significar nada para ellos, pero tenía la esperanza de que solo fuese porque estaban demasiado ensimismados el uno en el otro. ¿Qué eran cien días para una persona enamorada? El corazón no sabía nada del tiempo.
Aquellos cien días podrían haber sido fácilmente tres o treinta años y Charles sabía que sus sentimientos no cambiarían. Pensaba estúpidamente que le gustaría poder pasar el resto de su vida en aquella posición, con Erik rodeándolo con sus brazos y su cálida presencia detrás de él.
Era mucho pedir.
El tiempo era la única ilusión a la que los humanos se habían arrojado, aparte de la vida misma. Charles podría quedarse allí y fingir que el mañana no le apartaría de Erik pero las falsas ilusiones no llegaban muy lejos. Él amaba a Erik. No creía haber conocido el amor antes de él y su sonrisa, pero ahora lo conocía y lo conocía muy bien.
El amor estaba en aquellos pequeños y callados momentos. El amor estaba en una caricia, una sonrisa fácil. El amor fue lo que hizo que se girase para hundirse en los brazos de Erik y besarlo de lleno en la boca, como si quisiera obligar a sus labios a alcanzar el centro de su ser.
Erik se rio mientras se besaban, y el sonido se arremolinó en la boca de Charles y viajó hasta llegar a su cerebro. Quería recordar aquella risa por el resto de su vida. Entonces rompió el beso, recordando algo más que deseaba retener en su memoria. Sus ojos.
-¿Charles? -preguntó Erik, sonriendo. Esta vez apareció el tic de su ojo izquierdo. El corazón de Baekhyun se encogió.
-Mi Erik es tan guapo... -susurró, besándolo de nuevo al sentir que iba a empezar gotear en cualquier momento.
-Mi hermoso Charles... -respondió Erik contra sus labios.
Aquel momento.
Aquel era el momento que Charles desearía que durase para siempre.
![](https://img.wattpad.com/cover/21213594-288-k881143.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Absolute Cherik.
FanficSabia que cosas pasarían al revisar ese artículo. Solo que jamás pensó que el amor vendría ahí.