Capítulo 1: En Blanco

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La consciencia vino a mí, sentía las sabanas sobre mi cuerpo en un colchón viejo ya que sentía las bolas del relleno incomodando mi espalda, una almohada bajo mi cabeza arremolinando mi cabello, un cabello ni corto ni largo, pero me cubría la cara, y otra almohada entre mis brazos y piernas apretándola con fuerza, sentía los agujeros en la funda mientras pasaba mis dedos por sobre ella, un relleno blando y cómodo, pero con un olor desagradablemente calmante. Paz... Completa paz... paz que me hizo darme cuenta de algo, que esa paz era lo único que quedaba en mí ser, no tenía recuerdos, no tenía emociones, solo esa paz y un agujero en mi mente y alma.

Mis ojos se fueron abriendo poco a poco. Ante mí solo una habitación de motel barato, un taburete con una jeringa, una liga, un plato con colillas y un cigarro a medio prender. La persiana estaba entreabierta marcando un patrón de sombra en rayas sobre mí, patrón que hacía que la luz llegara directo a mis pupilas y me forzara a levantarme. La que supongo era mi chaqueta de cuero negra sobre el suelo, al igual que mis pantalones de mezclilla del mismo color, sobre mí llevaba mi ropa interior negra, y una camiseta de color azul claro en el pecho y con mangas azul fuerte, me quedaba un poco holgada. Un radiador al lado del taburete.

Dos puertas, ambas viejas, la de la salida era de metal, pero ya estaba oxidada, la bisagra superior se sostenía con un remache que habían metido a martillazos ya que los tornillos al parecer se habían caído con el tiempo de su bisagra que ahora era color acre. La otra, de madera, daba al baño, aparentaba estar mejor cuidada, pero solo era la apariencia, a la madera no le crece oxido, no tenía picaporte tampoco.

Me levanté pensando en que fue lo que me llevó a ese lugar, pero al intentarlo solo venía la bruma, la nada, parece que solo era una drogadicta fiestera.

Entré al baño, a mi izquierda, una tina que estaba cerrada con una cortina de baño con un patrón de rallas cafés, a mi derecha, un retrete con un rollo de papel sobre de él y un par de revistas, en el suelo a su lado, un destapa caños. Enfrente de mí, un lavamanos y un espejo botiquín.

Abrí la llave, metí las manos entre el agua junté un poco y me la eché a la cara para despertar. Me miré al espejo, me empezaba a punzar la cabeza, abrí la caja, había un montón de botes naranjas con etiquetas, cepillos de dientes mohosos, un tubo de pasta dental aplastado y con el contenido seco en el piso alrededor, saqué una que decía vicodín, no sé por qué pero algo me decía que esa era la que necesitaba. La destapé y tambalee la botella sobre mi palma logrando sacarle una pastilla, la última que quedaba, me la tragué así sin más, y pasé a tomar un sorbo de agua de la llave.

Pasé las manos sobre mi cabello, mientras me observaba al espejo, y sentí una punzada cuando la pasaba sobre mi nuca, alejé mis manos de ahí, y en mi mano izquierda veía sangre ya medio seca. *¿Pero qué demonios?* pensé, y abrí la cortina para meterme a bañar y quitarme la sangre seca, después me iría a consultar, cuando vi el contenido de la tina salté hacia atrás y me resbalé chocando mi cabeza contra el inodoro, lo que me hizo cambiar de posición, acostarme de lado y retorcerme sobre la losa encajándome las uñas en mi cabeza para no herirme más la nuca.

*No es verdad, no es verdad, no es verdad, no es verdad*. El pánico se apoderó de mí en segundos, no quedó rastros de que en algún momento hubiera paz. En mi mente se repasaba la imagen. Una alberca de sangre en la tina a medio llenar que lo único que lograba distinguirse, era una mano y una pierna saliendo de la bañera, su rostro... *Por Dios* En su rostro sus ojos estaban totalmente volteados, una boca semiabierta sin gesto alguno, con sangre saliendo de todo agujero, ojos, nariz y boca, la sangre escurría sobre su bigote. Subí la vista y en la pared estaba escrito en rojo... "SALVALA 8513"

Me levanté, tambaleante me fui del baño tropezando con el marco de la puerta, choqué contra el armazón de tubos de aluminio de la cama golpeándome la pierna por debajo de la rodilla, pero por lo que acababa de ver no tenía tiempo para sentir dolor. Me vestí con la ropa que estaba en el suelo chocando contra las paredes saltando en un pie a intervalos, y caí sobre mi espalda, al hacerlo vi por debajo de la cama mis tenis, snickers, los saqué, me coloqué las calcetas y después los tenis, abrí la puerta y me topé con una pareja de adolescentes que se notaba acababan de tener una buena noche de hormonas, ahí fue cuando paré en seco y supe que si quería salir de ahí tenía que hacerlo calmado, sin llamar la atención, tomé la perilla detrás de mí y cerré la puerta actuando completamente natural, era sorprendente la facilidad con la que cambié de expresión, incluso alcancé a sonreírles mientras bajaba mi fleco por sobre de mis ojos para que no vieran mi cara completa, ellos devolvieron la sonrisa.

Sobre el CordelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora