IX

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Al pasar unas tres horas los jóvenes artistas habían terminado lo último que les quedaba de su trabajo, completamente satisfechos con el resultado y una gran sonrisa en sus rostros. Ahora esperaban que todo saliera perfecto al momento de la puesta en escena, si bien todo eso no les había costado tanto como al resto de la clase por su talento nato, nada les aseguraba que no pudiera surgir un imprevisto de último momento, para los desastres repentinos estos dos eran como imanes.
Decidieron darse un merecido descanso luego de trabajar sin parar, ahora se encontraban conversando abiertamente de trivialidades casi sin importancia solo para pasar el rato con comodidad mientras tomaban un café sentados en un sofá negro que Nathaniel tenía en la sala de su casa.

— Recuerdo que estaba aprendiendo, pero la primera vez que me caí no quise saber nada con esa cosa hasta después de un año que eso sucedió. — comentaba el pelirrojo sobre su primera experiencia en el intento de saber manejar una bicicleta, pese a que se sentía algo avergonzado por haber sido tan infantil en ese entonces, se lo contaba con una ligera sonrisa en el rostro.

— No se suele ser un genio a la primera Nath, no se nace sabiendo o con un manual de instrucciones. — dijo la azabache con una amable sonrisa en su rostro, no recordaba el momento en que ambos dejaron de sentirse abochornados por la compañía del otro.

Al mismo tiempo pero en otro lugar, en la casa de Adrien para ser más específicos, se encontraba el rubio en su habitación con una sonrisa algo torcida, algo inusual en el amable y apacible modelo, eso perturbaba un poco a su pequeño compañero.

— Adrien, no es como si me importara porque de verdad me importa un comino, pero no se me hace una buena idea. Lo que sea que tu cabeza loca esté maquinando en estos momentos, es mejor que se retire y no vuelva. — espetó incómodo el mini kwami felino, esperando que la nublada visión del mencionado se ilumine y la neblina frente a sus narices se disipe un poco.

— Qué dices Plagg, este plan es perfecto y aprueba de tontos. ¡No puede fallar! Ella será mía, los dos lados de la moneda me amarán. — exclamó con algo de malicia en su rostro.

— No puedes decir que será tuya, ella al igual que cualquier ser vivo no es un objeto. Realmente no me gusta cómo se ve esto a futuro, si no recapacita tendría que... — murmuró alejado de su portador, no le gustaba la idea de esa última solución, el adolescente le caía bien aunque no quisiera admitirlo. Pero el alma del joven había sido manchada con la envidia y los celos, eso era algo terrible y difícil de limpiar, a no ser... No. El chico no podía ser así. Como guía del nuevo Chat Noir, debía llevarlo por el buen camino y este no era uno, ya vería cómo resolverlo, pero había algo que no podía dejar pasar de largo ante una situación como esta; avisarle a sus compañeras kwami y hablar con el maestro. Recordando esto, rápidamente se fue sin que el rubio se diera cuenta de que se marchó sin el felino negro.

— Mañana pondré el plan en marcha, ahora seguiré mi itinerario para no levantar sospechas. — salió de su habitación con una de sus mejores sonrisas y se dirigió al vehículo que lo esperaba afuera con su chófer para ir a sus actividades, fingiendo que nada de lo que se habló en su habitación, sucedió.

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Tch, al fin actualicé algo. Esto para demostrar que la historia sigue, aunque me demore siglos en escribir. Gracias al Kiribaku pude tener algo de inspiración para hacer esta parte, damn. Trataré de que la próxima actualización sea pronto y con el cap un poco más largo.
Gracias por su paciencia.

Celos (Nathanette y Adrien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora