Primer contacto

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-¿Te escribió?

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-¿Te escribió?

-Te dije que no. Estoy todo el día pegado al teléfono esperando su mensaje. Supongo que debe estar arreglando todo lo de la gira. Dios... Siento que cuando lo haga me va a dar algo.

Su amiga chasqueó la lengua, regalándole una sonrisa.

-Tú trata de mantener la compostura, actúa normal, desmáyate cuando lo tengas enfrente. ¿Le avisaste a tu madre?

-Sí, me armó un escándalo porque voy a perderme el primer semestre de la carrera. Aunque creo que al final entendió. No puedo perderme esta oportunidad, creo que me va a suceder solo una vez en la vida. Tengo que aprovechar el golpe de suerte.

-Vale la pena, aunque tiene razón, cuando regreses vas a tener que quemarte las pestañas estudiando para dar los exámenes libres o recursar.

Manuel se rió, dedicándole a su amiga una sonrisa pícara.

-Para eso tengo a mi amiga, para que me pase todos los apuntes mientras yo lo paso bomba con Ian.

-¡Te detesto!

Entraron a clases un par de minutos después. Manuel había soñado toda su vida con ser profesor de literatura. Cuando estaban en secundaria, él y Valeria, habían prometido entrar a la misma universidad y trabajar juntos tras graduarse. Manuel no podía negar que sentía un poquito de culpa por abandonar sus estudios durante tanto tiempo. Regresaría justo para comenzar el segundo módulo, pero tendría más trabajo para hacer. De todas maneras, esas preocupaciones quedaban en segundo plano cuando se imaginaba junto a Ian; era una oportunidad que no podía desperdiciar.

Las clases terminaron cerca de las cinco de la tarde. Manuel acompañó a Valeria a la biblioteca, luego pasaron a tomarse un helado y a las ocho de la noche ya estaba en su apartamento.

Se llevó un bocado de pasta recalentada en el microondas mientras esperaba que su laptop iniciara. Se conectó a sus redes sociales y cuando revisó la casilla de mensajes, había uno que se había archivado en la casilla de "otros". Cuando leyó el nombre de quien le escribía, sintió ganas de devolver toda su comida.

«¡Hola, soy Ian! Es un placer conocerte, te escribo por lo del sorteo. Primero me gustaría felicitarte y agradecerte por participar. Luego, necesito que me envíes una foto de tu documento de identidad y de tu pasaporte, para verificar que todo esté en orden».

Tomó su teléfono, que descansaba cerca del plato de comida, pero las manos le temblaban demasiado como para marcar el número de su amiga o siquiera escribirle una palabra completa. Luego, miró nuevamente la pantalla de su computadora y notó que Ian había mandado ese mensaje la noche anterior, y todavía esperaba respuesta. Se abalanzó sobre el teclado y de forma torpe comenzó a redactar la respuesta. Pasó alrededor de quince minutos borrando y escribiendo, hasta que al final consiguió algo más o menos decente.

«Dios mío, no puedo creer que por fin esté hablando contigo. Gracias por darme esta oportunidad, ¡nunca gano nada! Te pasaré toda la documentación enseguida».

Revolvió su mochila para buscar sus documentos y, aún con las manos temblorosas, tomó las fotos y las envió. Ignoró el hecho de que Ian vería las horrendas foto carnet de ambos documentos, de lo contrario, acabaría colapsando allí mismo.

Mientras esperaba respuesta, buscó el chat de su mejor amiga para contarle lo sucedido.

«Ian me escribió.»

Puso de forma escueta. Su amiga comenzó a escribir y al mismo tiempo, vio los tres puntitos bailoteando en el chat de Ian, que indicaban que también estaba escribiendo.

«¡AY DIOS, PÁSAME CAPTURA!»

Se apresuró a buscar el chat en su teléfono y le mandó una captura a su mejor amiga. Justo en ese momento, Ian respondió, y el corazón de Manuel amenazó con salir fuera de su pecho.

«Bueno, parece que todo está en orden, necesito que me pases tu número de teléfono, mi mánager se va a comunicar contigo en los siguientes días para ultimar los detalles. ¡Será un placer conocerte!»

Antes de responder, se metió al perfil de Ian y revisó una y otra vez, buscando que aquello no fuera más que una mala broma. El tic celeste junto a su nombre verificaba que todo era cierto, pero Manuel seguía sin poder creerlo. Regresó al chat, escribió su número sin más, y lo envió. Tenía muchísimas cosas que decirle, pero al mismo tiempo, la vergüenza y el miedo no le permitían formar una frase completa. Además, prefería expresarle todo lo que sentía cuando por fin estuvieran cara a cara.

. . .

Arrastraba la maleta negra de rueditas por el amplio pasillo del aeropuerto, atestado de gente. Los nervios le apretaron el estómago cuando cayó en cuenta de que cada vez faltaba menos para encontrarse con Ian. A pesar de haber ensayado su discurso miles de veces, no sabía qué iba a decirle. Ya se había resignado a que los nervios lo traicionaran y le hicieran pasar la mayor vergüenza de su vida.

Su teléfono comenzó a vibrar con insistencia dentro de su bolsillo al detectar la señal de wi-fi del establecimiento. Se detuvo unos momentos para sacarlo y discar el número de Valeria, que aguardaba señales de vida en cuanto se bajara del avión. Esperó paciente a que la muchacha atendiera y cuando escuchó su voz, una sonrisa apareció en su rostro.

-Llegué bien, recién pude agarrar wi-fi, pero tengo poca señal.

-Bueno, al menos sabemos que estás sano y salvo. Estoy con tu mamá. ¿Hay alguien esperándote?

-Se suponía que sí, pero no encuentro al tipo que supuestamente iba a venir por mí, esto está repleto de gente -comentó, dando una rápida vista panorámica.

-No desconectes tu wi-fi en ningún momento, si ves algo extraño acércate a algún policía o algo, ¿cuánta carga ti...?

Todo sucedió demasiado rápido luego de eso: Un hombre fornido lo agarró con firmeza de un brazo y lo arrastró fuera del aeropuerto. Sus pies se movieron por inercia y en cuestión de unos minutos ambos estaban metidos en medio de una estampida de gente que gritaba el nombre de Ian. Manuel sentía cómo tiraban de su ropa y de su cabello mientras el hombre que lo había interceptado intentaba protegerlo de aquel tumulto enardecido. A un par de metros de la salida, una camioneta negra de cuatro puertas los esperaba, Manuel sabía que posiblemente Ian estaría adentro, pero estaba demasiado asustado como para emocionarse. El hombre le rodeó la cintura con un brazo, y cuando consiguió llegar hasta una de las puertas traseras, la abrió lo suficiente como para que su cuerpo pudiera pasar, y lo lanzó dentro como si de un saco de papas se tratara. Su cuerpo cayó de forma brusca sobre el asiento y cuando la puerta se cerró, el chófer emprendió marcha. Manuel se acomodó en el asiento, con el corazón palpitándole en las sienes y la respiración agitada. tenía arañazos en los brazos, el jersey roto y ni siquiera sabía a dónde había ido a parar su equipaje y su teléfono. Escuchaba el golpeteo en las puertas y en los vidrios, y el griterío de los fans de Ian alejándose a medida que la camioneta iba avanzando. Aquello le recordó a una película de zombies.

-Yo no haría eso si fuera tú... -escuchó una voz detrás de él cuando hizo el amague de acercarse a la ventanilla para echar un vistazo-. Si rompen el vidrio estás jodido.

Se giró con lentitud, abriendo la boca para permitir el paso del aire.

-I-I-Ian... -tartamudeó, cubriéndose la boca con ambas manos.

. . .

El show de IanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora