4. ¿Trato o susto?

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Badir y yo estamos en la acera contraria a la casa de Renato esperando a que Hilal salga. La luz de la planta alta sigue prendida, aunque se ve movimiento en la parte de abajo, al parecer ese niño consentido no quiere salir de su escondite.

—Si no llamamos a la puerta jamás saldrá —menciona Badir cruzándose de brazos, se recarga en el poste de luz y se vuelve a incorporar con un quejido.

— ¿Estuvo buena la tunda? —Me burlo y solo me gano un empujón que casi me tira al piso.

—Si le hubieras advertido a Darío de la broma esto no hubiera pasado —mi amigo se toca el trasero cerrando los ojos con fuerza.

Después del castigo del señor LeBlanc, Badir, me habló para quejarse de lo sucedido, pero yo no pude fingir más y me eché a reír, todo había salido mucho mejor sin advertirle al profesor.

—Vamos, llámalo de una puta buena vez —se queja mi amigo empujándome de nuevo.

Cruzo la calle y llamo a la puerta, veo una silueta pasar por una de las ventanas; sin embargo, se escucha una puerta abrirse en la planta alta, por lo que levanto la mirada y veo a Hilal asomarse al balcón usando una toalla para cubrir sus partes bajas.

— ¿Qué quieren? —Pregunta molesto y de fondo se escucha una risa profunda.

— ¿¡Trato o susto!? —Gritamos Badir y yo al mismo tiempo.

— ¡Ya no quiero más tratos ni más sustos esta noche! —Declara Hilal viéndose ofendido— Tu bromita me salió muy cara.

Me agacho rápidamente para ocultar una risa que de seguro mi amigo escucha porque maldice a diestra y siniestra sin importarle los transeúntes quienes le dedican miradas de rechazo.

— ¿Entonces qué te parecen unos dulces? —Sugiere Badir mostrando una mochila que lleva a cuestas.

Hilal parece pensarlo un momento, la forma más efectiva para que ese cervatillo caiga en una trampa es poniendo a Renato de intermediario, o unos buenos dulces.

— ¿Traen chocolate blanco? —Pregunta Hilal con recelo.

—Joder, sí, ya abre —me quejo dándole un puñetazo suave a la puerta y casi de inmediato se abre mostrando a un desaliñado Renato.

—Yo les sugeriría que fueran a dar la vuelta —menciona el profesor mirando hacia atrás—, hoy las almas en pena andan sueltas y este no es el mejor lugar para pasar esta noche.

— ¿Acaso tu casa fue un cementerio en el pasado? —Pregunto con sarcasmo pues es la historia clásica de las escuelas de mi país, todas fueron construidas sobre cementerios según las absurdas leyendas.

Renato arquea una ceja y se encoge de hombros dejándonos pasar. Badir vacía la mochila llena de dulces sobre el escritorio y comenzamos a revisarlos en busca de nuestros favoritos. Poco después aparece Hilal completamente vestido haciendo un ruido de sorpresa mientras ve el tesoro sobre el escritorio.

Pasamos unos cuantos minutos contando la triste historia de Badir y el por qué todos estamos sentados menos él, para mi fortuna, mi amigo ya no luce molesto conmigo pues también se divierte devorando unos cuantos dulces en el camino.

Mientras todos platicamos con alegría, se escucha claramente que la llave del agua es abierta como si alguien se estuviera lavando las manos y todos nos quedamos en completo silencio.

—Es el vecino —comenta Renato con desenfado, pero puedo ver que su frente comienza a brillar por el sudor—, a veces se alcanza a escuchar lo que sucede en otras casas.

Todos siguen comiendo con tranquilidad, pero yo no me trago la excusa al verlo un poco nervioso. Y ahora el hecho de que Renato no nos quisiera en su casa esa noche cobra sentido. Le dedico una mirada plana y el asiente expresando un "te lo dije". Yo carraspeo un poco perturbado cuando se escucha la llave cerrarse.

—Hoy hay buenos eventos en los bares —comento con voz un poco apagada, espero que no se note mucho mi nerviosismo— ¿por qué no vamos por unos tragos?

Renato reacciona de una forma inesperada al pararse de inmediato y comienza a guardar los dulces en la mochila sin importar si lleva entre ellos un par de hojas que estaban por debajo de las envolturas. Entre los dos empujamos a Badir y a Hilal fuera de la casa y nos vamos caminando a un bar que está cerca de allí.

— ¿Por qué no me lo dijiste? —Hablo en voz baja hacia Renato quien se mantiene atrás conmigo mientras mis amigos van enfrente comiendo más dulces a la vez que Badir saca su celular de la mochila.

—Porque es raro que se aparezca —responde en el mismo tono bajo.

— ¿Y qué demonios es?

— ¿Qué crees tú? —Responde con una sonrisa sarcástica— Un fantasma, ¿qué más puede ser?

—Sí claro, ¿pero de quién?

Renato sonríe cuando Hilal voltea para ofrecerle su último chocolate. La momentánea distracción me ayuda a poner atención en Badir, quien está hablando por teléfono.

— ¡Vamos, Darío! —Reclama su amigo con voz burlona al aparato— ¡No seas amargado y sal de tu puto encierro! El señor Priego también viene con nosotros, te prometo que te vas a divertir. Deja de quejarte, oso gruñón, solo fue una broma de día de brujas.

Hilal vuelve a poner atención en el camino mientras Renato continúa con su explicación.

—La casa es muy vieja, Alex. Perteneció a una familia acaudalada y se dice que ahí asesinaron al dueño.

—Era de esperarse —murmuro negando porque la gran mayoría de las historias de terror son así, siempre matan al más rico y su alma se queda en las propiedades para asustar a los futuros inquilinos.

El profesor me abraza por los hombros y besa mi frente en un gesto amistoso.

—No te preocupes, esta noche no habrá más sustos. Solo concéntrate en divertirte —me habla al oído y me hace sentir un poco extraño.

Lo aparto con un codazo para soltarme sin mostrarme afectado y hago todo lo posible para seguir su sugerencia. Al llegar al lugar, Badir nos avisa que el señor LeBlanc llegará en unos minutos. Los cuatro entramos al bar abarrotado de gente disfrazada y nosotros estamos dispuestos a divertirnos en nuestra fecha favorita del año. 

¿Trato o susto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora