2. El susto de Darío

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Por más que me esfuerzo en ponerlo en el camino correcto, el idiota de Badir no hace caso a mis regaños, al contrario, parece desafiarme aún más con esa actitud arrogante de mierda. Creí que ya habíamos pasado esa etapa donde él se comportaba como un estúpido adolescente, de verdad confié en que por fin sería un adulto con los pies puestos en la tierra.

Azoté la puerta al salir de mi última clase y comencé a caminar despacio hacia mi oficina, no estaba de humor como para atender las dudas de mis alumnos, no cuando Badir me había hecho enojar de nuevo.

Esta mañana lo encontré acosando a uno de sus compañeros, para mi sorpresa le estaba quitando su dinero, como si de verdad le hiciera falta. Intenté detenerlo, pero después de escapar de mis manos se echó a correr en dirección contraria. No quería hacer una escenita en la universidad, así que guardé silencio jurando que me las pagaría cuando tuviera acceso a él de nuevo.

Más tarde, a la hora del receso, lo encontré discutiendo en voz alta con Matías, ese imbécil quien solo se mantiene cerca de Badir para provocarlo. Los separé de inmediato y antes de que pudiera hacer nada, el profesor Víctor Ferrer se llevó a Badir alegando que algo había roto y debía pagar por el daño.

Y ahora estoy aquí, rechinando los dientes en dirección a mi oficina, esperando encontrarme con Badir para saber qué demonios sucede con él. Debo poner un freno definitivo a esa actitud rebelde.

Al llegar a mi oficina inserto la llave en el pomo, en cuanto lo giro me quedo muy quieto agudizando el oído. La chapa había sido forzada, el chasquido que hizo no era normal. Abro con lentitud la puerta y me asomo notando que todo está en su lugar, inclusive la pequeña lámpara está prendida, tal cual como la dejé esta mañana.

Doy un paso para entrar y de nuevo me quedo quieto, aunque esta vez estoy petrificado. El lugar se siente exageradamente frío, cuando en realidad es una de las oficinas más cálidas y lo peor de todo, no tengo aire acondicionado en este espacio. Un suave movimiento me hace voltear hacia abajo, una neblina espesa comienza a regarse en el piso y no puedo localizar la fuente de ello. Doy un par de pasos más y la puerta se cierra tras de mí; es ahí donde comprendo que todo puede tratarse de una broma.

«Qué infantil», me digo con desenfado, aunque un escalofrío en mi columna vertebral contradice mis pensamientos.

Un olor nauseabundo a carne putrefacta se riega en el ambiente y comienzo a pensar que para tratarse de un teatro está muy bien elaborado. Un gorgoteo muy propio de una garganta cercenada me hace asomarme atrás del escritorio y veo con profundo pánico el cuerpo de Badir en una posición extraña, hay huesos saliendo de la piel y sus ojos están abiertos en una clara expresión de terror. No puedo moverme imaginando qué demonios había sucedido, definitivamente esto no se puede tratar de una broma. Recuerdo haberlo visto discutir con Matías, ¿y si fue él quien lo dejó así? ¿De verdad lo golpeó hasta desfigurarlo y dejarlo tirado en mi oficina?

Todo sucede muy rápido, se escucha una escalofriante risa de fondo a la vez que la mirada de Badir vuelve a la vida y se levanta de un salto para colgarse de mi cuello. Gruñe en un tono poseído como si fuera un zombi hambriento de carne y yo no sé cómo reaccionar.

— ¡Oh, vamos! —Se queja el muchacho con molestia— Es la mejor broma del mundo y tú no te ves ni siquiera un poco afectado.

Al parecer mi inexpresivo rostro me ayuda a ocultar mis verdaderos sentimientos una vez más. Siento mis piernas débiles todavía pensando en que alguien pudiera golpearlo de ese modo si él seguía causando problemas. Por un momento de verdad me creí su muerte, su aspecto parecía tan real que me dejó sin palabras. Lo sujeto de la cintura para inspeccionarlo, todo ese aspecto moribundo es puto maquillaje y prótesis de plástico que no sé de dónde habría conseguido.

— ¿Qué huele tan mal? —Pregunto en voz profunda intentando recuperarme del susto de mi vida al creer que lo había perdido para siempre.

Lo veo girarse para levantar un pedazo de carne oculto, el cual le provoca arcadas y eso me hace apenas sonreír, después lo pone en una bolsa y lo tira en mi cubo de basura. Solo espero que esa porquería no deje líquidos en el recipiente.

—Lo compré hace unos días y lo dejé en el sol para que se pudriera, creí que mi broma al menos te daría un poco de miedo —de verdad se ve frustrado y no sabe qué tanto me afectó su estúpida broma, todavía estoy temblando ante la idea de que alguien en realidad pudiera hacerle ese tipo de daño.

—Pequeña mierda —farfullo molesto cuando siento mi alma regresar a mi cuerpo y comprendo que los problemas matutinos solo habían sido parte de su broma.

Tiro de él sobre mis piernas y al parecer lo tomo por sorpresa pues intenta liberarse de mis manos con brusquedad. Su reacción rebelde me pone más furioso y lo obligo a recostarse boca abajo como un niño que está a punto de recibir la tunda de su vida.

— ¡Suéltame! —Exige Badir dando manotazos al aire, aunque lo detengo de inmediato llevando ambos brazos a su espalda.

—Ahora pagarás tu chistecito —siseo bajando los pantalones del muchacho hasta ver la perfecta curva de su trasero.

Me relamo los labios pensando en otras cosas más interesantes para hacer con esa parte de su cuerpo, pero intento concentrarme en mi objetivo. Debo dejarle muy en claro que con la muerte no se juega. Badir comienza a forcejear de nuevo cuando toco con suavidad ese hermoso culo y mi mano se levanta por sí sola para caer de nuevo, aunque esta vez creando un hermoso sonido que se extiende en la oficina.

Badir suelta un ruido sorprendido entre gemido y queja, de inmediato se queda quieto y al levantar la mano de nuevo puedo ver la carne enrojecida de esas insinuantes caderas. Vuelvo a azotarlo una y otra vez creando un concierto de excitantes sonidos, los golpes sumados a las quejas de Badir que pronto se convierten en gemidos excitados me está llevando al borde de la locura. Lo necesito, necesito joderlo hasta que olvide quien es, necesito obligarlo a vaciar esa terca cabezota y de una vez aprenda a comportarse.

Badir se arquea y yo me obligo a detenerme. Contemplo con viciosa fascinación esa carne magullada que, en algunas partes, se ve un poco morada y me siento orgulloso de haber sido yo quien provocó ese cambio de color. Volteo a ver la cara de Badir la cual está oculta por sus manos, no sé en qué momento lo solté, estaba completamente absorto y ahora tengo miedo de haberlo lastimado de verdad.

— ¿Disfrutaste castigarme? —Pregunta el muchacho con voz quebrada, aunque esta vez no voy a caer en la trampa.

—No tanto como tú al parecer —respondo con burla pues puedo sentir a la perfección la excitación de ese tonto bravucón.

—Es injusto que me conozcas tan bien —se queja en un suspiro apartando las manos y queda completamente laxo sobre mis piernas.

—Buen chico —lo halago mientras me estiro y saco de uno de los cajones una crema e inmediatamente comienzo a untar la enrojecida piel de sus nalgas con el producto, dejando una fina capa brillosa y suave al tacto. Tengo ganas de hacerle muchas cosas a ese bien formado trasero por eso mis caricias y masajes comienzan a abarcar más terreno.

— ¿Y ahora qué vas a hacer? —Pregunta él con curiosidad y por un momento creo que mis pensamientos son tan obvios que él puede escucharlos.

—Te joderé —respondo con fingido desinterés mientras añado más crema a la sensible piel sabiendo que eso le produciría frescor.

—Entonces hazlo —me reta y me siento obligado a corresponder.

Por un momento no entiendo como una broma pesada puede terminar de esta manera. Aunque ya no debería sorprenderme, cualquier cosa puede pasar con este tonto y bravucón estudiante.

¿Trato o susto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora