Capitulo 8

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Estaba sentada en la cama, sin mirarla, sin decir nada, con la vista puesta en el marrón chocolate que tenía la cómoda.

Sin embargo, ella era todo lo contrario, estaba delante mia, con sus ojos fijos en mi, sonriendo.

Yo esperaba a que dijera algo, que moviera ficha, había sido ella la que había querido entrar al terreno de juego, por lo tanto, le tocaba mover su ficha.

-Se que me he portado mal- Dijo finalmente.

-Lo se, me lo has dicho en el comedor, y también me has pedido perdón

-¿No me piensas perdonar Miriam? Que si, que te he hablado mal y no debía, pero estaba cabreada y lo pagué contigo.

-Ese es el problema, que has hecho algo mal, y te tengo que perdonar, que vienes aquí como si nada hubiese pasado, que estoy cansada Ana, estoy cansada.- Hice una pausa, no estaba muy segura de seguir la conversación o no. Y por una vez me calle, calle lo que quería gritar, quería decirle que me estaba volviendo loca con sus idas y venidas, que esto no era por que me hubiese tratado como una mierda, que también, pero principalmente era por su actitud de cría, por el hoy te quiero conmigo y mañana no. Y lo peor, es que estaba cabreada conmigo, no con ella, por que por mucho que me doliese admitir, yo a Ana la había perdonado desde el momento uno, en el que me envió el mensaje.

-Mimi...lo siento- se agacho junto a mi y me cogió las manos.

-No estaba bien Mimi, me había llamado Jadel y a todos les digo que estoy bien, pero en realidad no es así, esto me afecta y me afecta aún más si sé que tú estás cabreada conmigo.- Una lágrima rebelde se atrevió a bajar por su rostro y velozmente la seque antes de que llegara a su pómulo

-Lo siento yo también, a veces hago de un grano una montaña- Se levantó y me dio un leve empujón lanzándome a la cama para tumbarse encima mia mientras me abrazaba.

-¿Todo bien entonces?- Preguntó

-Todo bien

Nos quedamos un rato más en esa postura, me retransmitía paz, eso era Ana para mi, era paz.
Ana era mi tormenta y mi paz, a veces cuando lograba tener todo en su sitio perfectamente calculado, llegaba ese torbellino de ojos marrones que conseguía que todo lo que había construido se desmoronara con una simple palabra, caricia, sonrisa, abrazo. Bueno no, sus abrazos no me destruían, sus abrazos eran como la grúa que poco a poco se encargaba de construir mis cimientos, y al poco tiempo, siempre antes de que estuvieran finalizados, esa misma grúa, convertida ahora en bola de demolición, era la responsable de destruirlos, de nuevo, con alguna palabra, caricia, sonrisa. Esa era mi rutina, mi particular rutina, pero es lo que siempre dicen; Para ti, lo tuyo siempre será lo mejor. Y esa particular manía de querer a Ana, era especial, era especial por que era nuestra. Solo ella sabía romperme y arreglarme y solo me conformaba si era con ella.
Mis compañeros me intentaban hacer ver que lo nuestro a pesar de ser muy previsible nunca pasaría, pero ¿sabéis? Es muy difícil decir que no, y más, cuando estas enamorada.

Al rato, Ana se incorporó y cogió una de las bolsas de gominolas que había traído. Se sentó en la cama con los pies cruzados y no me quitaba la mirada de encima, me empezaba a intimidar, pero no en plan mal, era más bien una intimidación cariñosa, así como de tranquilidad ¿Me entendéis?

-Mimi, quiero conocerte más, aunque ya te conozco mucho.

-Y ¿A que te refieres con eso?

-Juguemos a algo

-No me fío de ti, verás

-Cada una coge tres chuches, y serán los comodines, nos hacemos preguntas y si no quieres responder te comes una gominola, hasta el momento en el que no queden o hasta que nos cansemos

SOLO SI ES CONTIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora