Capítulo 6

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—Solo tienes que entrar, decir todo tal y como lo practicamos, pagar y salir sin prisa alguna.

— ¿Estás seguro de eso? ¿Qué tienen de especial esas personas que puedan decirte donde encontrar a la mujer que buscas? —Abril se recargó en la pared, junto a Fénix, refugiados de los rayos del sol.

—Son buenos en los negocios, venden, intercambian y compran utilidades que van más allá de tu naturaleza —Fénix miraba hacia la entrada del descuidado local de los brujos—. La información es uno de sus productos más básicos, pero también de los más caros.

— ¿Entonces como voy a pagar? ¿Pretendes que saque mi bolsillo y...?

Fénix dejó caer un gran fajo de billetes sobre la mano de Abril, eran tan grueso que la mujer tenía que abrir la mano más de lo común para poder sostenerlo entre sus dedos.

— ¡¿Pero que?! ¿De dónde sacaste todo esto? ¿Me dirás que ahora también eres millonario?

—Fue anoche qué conseguí todo ese efectivo.

—Pero... ¿Cómo?

-No debe ser de tu interés. Lo importante es que aquí está, y lo usarás para entrar allí y pagar por la información que necesito.

—Que necesitamos. Ahora somos un equipo ¿no? Así que si tú requieres encontrar a esa mujer, yo también.

Fénix soltó una leve carcajada por el obstinado comentario de Abril. Sin nada más que decir, le hizo un gesto para invitarla a ir hacia la tienda de los brujos.

Ella, sin muchas ganas de entrar, accedió y caminó lentamente hacia el lugar. Algo dentro de ella le provocaba una sensación negativa que le sugería no seguir avanzando, como si una cuerda tirara de ella y quisiera detenerla. Pero quizá solo se tratara del irremediable miedo al adentrarse a lo desconocido, a la verdad. En definitiva, no iba a parar.

Abrió la sucia y descuidada puerta y se adentró en la extravagante y poco común tienda; estacas, frascos con contenidos misteriosos, símbolos... Una infinidad de curiosidades que llamaban mucho su atención, tanto que podía sentirse atraída por el detalle de cada estaca o los trazos de algunos de los símbolos...

— ¡Hola! ¿Puedo ayudarle? ¿Qué la trae por aquí bella mujer? Estoy seguro de que podemos complacer sus necesidades con alguno de nuestros productos.

Fénix esperaba afuera, aun bajo la sombra. Debía ser paciente, Abril parecía una menor apta para ayudarlo a cumplir sus cometidos. Tenía que confiar no en ella, si no en su decisión al aceptar volverla su aliada.

Luego de la mala relación qué entabló con los brujos, y ahora que estaba al tanto de que enviaron matones a por él, no podía entrar a su establecimiento, y debía limitarse a esperar afuera.

Pero los minutos transcurrían y Abril no salía. No contaba el tiempo, pero después de un rato cambiando de pierna para recargar su peso, ya debería de haber pasado un cuarto de hora al menos. Su paciencia no cambiaba, pero la preocupación aparecía. Nadie podía tardar tanto en hacer una negociación tan simple con los brujos, al menos que le estuviera costando entenderse con ellos, o por el contrario, que ya se estuviera metiendo en problemas. Lo peor era que no podía asomarse ni un poco a ver que estaba sucediendo, si los brujos lo veían cerca detendrían la compra de Abril y perdería la oportunidad de hallar a Nilia. Se veía obligado a seguir esperando en la sombra.

Pero el tiempo seguía avanzando y ni señales de Abril. La sombra en la que se refugiaba ya se extendía demostrando que ya había pasado casi una hora. No pudo más con la preocupación, tuvo que sacrificarse un poco, con avanzar unos pasos e intentar ver algo dentro era suficiente, le bastaba con ver que Abril continuara de pie frente al mostrador, alegando o cualquier cosa. Caminó un poco, dejando que el sol lo alumbrara; se inclinó acercando la cabeza y fijando su vista hacia los ventanales del lugar, entrecerrando en busca de la mujer, pero era tan difícil ver dentro que acercarse más era necesario, solo un poco, un paso, otro y uno último, se incinó y acercó tanto como pudo la mirada, discretamente y sin llamar la atención... Un ardor rodeó su muñeca derecha apretando con violencia, después de lado izquierdo. Dos látigos lo aprisionaron en menos de un segundo. Antes de que pudiera reaccionar, éstos lo arrojaron hacia atrás; y sin poder ponerse de pie, una fuerte cadena con el mismo brillo dorado opaco de los látigos le rodeó el cuello y lo obligó a quedarse quieto de rodillas.

La Biblia de los Caídos, Testamento de FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora