42 ━━━ Stark.

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Jamás había ido a Grecia. Esperaba que la primera vez en la que visitara esas tierras fuera por fines más turísticos que otra cosa, pero supongo que no tenía tanta suerte.

¿Y es que cuándo he tenido suerte yo?

Estaba caminando justo al lado de Tony, y por primera vez en mucho tiempo experimenté un auténtica sensación de terror. No se sentía de la misma manera cuando Vladimir regresó, no me sentí asustada cuando Ultron destrozó Sokovia, tampoco cuando el gobierno implementó los acuerdos. En cada una de esas instancias Tony Stark estuvo a mi lado, me sostuvo la mano y me hizo sentir siendo. Ahora, él también estaba aquí, pero sin embargo yo esta aterrorizada.

Esta vez él no fue capaz de quitarme el miedo.

Cada tres pasos volvía el rostro para mirar el suyo que estaba absorto en una conversación con Halley. Me concentraba tanto en sus rasgos que ya había memorizado a la perfección todas las líneas de su rostro, el largo de sus pestañas y el color de su barba. Cada vez que lo hacía, mi corazón se detenía por segundos y tardaba un poco más en volver a latir con regularidad.

En realidad el camino no había resultado tan largo. El Quinjet voló a una velocidad supersónica en el momento que dejamos el complejo, justo después de que yo le diera un beso a Edward y lo dejara en manos de Mirana. El viaje hasta Grecia no había sido para nada reconfortante, básicamente porque resultaba casi imposible soltar palabra alguna. Yo aún no quería estar aquí, pero debía hacerlo. Y mi hermana mayor no estaba haciendo un muy buen trabajo en ayudar a mejorar mis ánimos, pero supuse que ella también la estaba pasando mal con todo esto. No sólo la incesante quemazón de la marca ni el destello dorado que iluminó el cielo, a eso tenía que sumarle la espantosa e irritante voz de Neptune Auberon en mi cabeza. Su incesante parloteo estaba a punto de lanzarme a una espiral de ansiedad, y no quería seguir sintiendo eso. Ya no quería seguir sintiendo eso. Yo quería volver a casa de inmediato, llevarme a Tony conmigo, dejar a mi hermana con Steve y con su hija. Quería sacarlos de aquí y alejarlos lo más que pudiera de la horrorosa y posible amenaza.

—Vieja, ¿cuánto tiempo falta? —le preguntó Tony en voz alta, poniéndole pausa a la conversación con Halley por un instante.

La interpelada, que iba caminando muy adelante de nosotros, se detuvo y se volvió a mirarlo fijamente y con desconcierto. Su rostro parecía el de quien no se ha recuperado de la pesadilla que acaba de despertar.

Súbitamente, todos nos detuvimos. Estábamos de pie a unos cuantos metros de donde el Quinjet había aterrizado, justo antes de subir las escaleras que llevaban al Santuario de las Almas en Atenas.

—Ya estamos aquí —respondió ella con la mirada recorriendo los alrededores. Hizo una mínima pausa y después agregó—: Ni tú ni Halley pueden pasar las escaleras. Bevs y yo iremos solas de aquí en adelante.

—Aún tienes que esperar que sea medianoche para que la barrera se abra —le recordó Halley.

Victoria asintió, pero su expresión no mejoró nada.

Tony ladeó la cabeza.

—¿Entonces tenemos que quedarnos aquí, esperando, porque el santuario mágico de la señora tiene horario de oficina?

Volví la cara hacia él.

—¿Qué clase de oficina trabaja a la medianoche?

—La mía lo hacía —se encogió de hombros.

—Eh —Halley lo miró mal—. Lo que hacías en tu oficina a medianoche no era trabajar.

Quise reírme, pero la risa se me quedó atorada en la garganta. La sensación me dio escalofríos, así que me moví unos pasos hacia la derecha y me apoltroné sobre una roca de color blanco que estaba justo en el linde del final del camino. Seguí con la mirada a Halley, que se alejó de Tony para sentarse junto a Victoria en las escaleras del santuario.

sapphire ▸ tony starkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora