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Hacía ya seis años desde que mi madre había muerto cuando a un hijo de puta asgardiano llamado Loki se le antojó matar a mi padre, la única persona que me quedaba. Se llamaba Phil y, a pesar de las múltiples veces en las que el Director Furia me repitió que había sido un gran acto de valentía por su parte y que había incitado a Los Vengadores a acabar con el conflicto y cerrar el portal de una vez por todas, para mí hubiese resultado mucho menos doloroso si un chitauri me hubiese atravesado el esternón con una de esas armas alienígenas suyas. 

No he vuelto a poner un pie en el helitransporte o en la Torre Stark desde entonces. Podría decir que no he tenido ningún tipo de relación con SHIELD desde que aquello ocurrió hace algo así como dos años y no estaría mintiendo si no fuera por la Academia. Me estaba formando para entrar en la división de ciencias e investigación de SHIELD antes de que papá falleciera y, pese a lo devastada que me encontraba emocionalmente, el Director Furia insistió en que acabara mi formación, que si me concentraba en ello me evadiría de mis problemas. Me tragaré mi orgullo y diré que estaba en lo cierto. 

Entrar hoy en las instalaciones de SHIELD me trae de golpe todos los recuerdos que he estado intentando bloquear. Para empezar, recuerdo el día en que encontraron al Capitán América en el hielo. El fanatismo que compartían mi madre y mi padre por él fue lo que les unió. Por lo visto, mi madre tenía repetido el único cromo vintage que le faltaba a mi padre para completar su colección y viceversa. Ambos habían puesto un anuncio en el periódico (ah, aquellos tiempos en los que no existía Internet...) y así fue como se conocieron. Recuerdo cómo, aquel día, papá me enseñó emocionado al Capiestalactita. No hizo falta que me lo dijera, pero las lágrimas que le encharcaban los ojos se transcribían ellas solas por "Ojalá tu madre pudiera ver esto". Para él la resurrección del héroe supuso una dolorosa satisfacción.

La Agente Hill me ha recibido en la entrada y me ha ido guiando hacia el despacho del Director Furia. Salgo de mis pensamientos cuando me indica con una cortés sonrisa que ya hemos llegado. Después se retira alegando estar ocupada con una misión. Yo asiento y la miro alejarse hasta que tuerce una esquina y la pierdo de vista. No es más que un intento desesperado por retrasar lo inevitable: mi encuentro con Furia. La mano me suda alrededor del picaporte plateado de la puerta negra del despacho del Director de SHIELD. Mientras se libra una batalla que amenaza con desatar una crisis nerviosa en mi cerebro, alguien, llamémoslo "destino", se adelanta desde el interior del despacho y abre la puerta.

Mi mirada se desplaza desde el lugar donde mi mano solía aguantar el picaporte a través de un uniforme de color azul marino hasta unos ojos de color azul cielo que me transportan al día de la muerte de mi padre. Me recuerdo a mí misma sentada en el duro suelo de algún pasillo del helitransporte de SHIELD con mi cabeza apoyada sobre mis propias rodillas dobladas. Recuerdo un frenético ir y venir de pies que calzaban botas negras o de algún otro color oscuro frente a una chica de veinte años que lo había perdido todo y para quien nadie tuvo tiempo. Recuerdo esos ojos azules que la vieron. Esos fuertes brazos, entonces cansados y heridos, que la atraparon en un abrazo. Recuerdo la ironía: el hombre sin tiempo, el único que se tomó unos minutos para reconfortarla cuando ella más lo necesitaba. Recuerdo su mano en mi cabello castaño oscuro, en la parte trasera de mi cabeza, mientras mis lágrimas llovían sobre su maltrecho uniforme de barras y estrellas.

Tantos recuerdos, tantos sentimientos, el escalofrío que me hace cosquillas en la nuca...

Y solo se me ocurre decir:

—Capitán Rogers.

Veo en su rostro una mezcla entre sorpresa y un cierto toque de melancólica alegría. Quizá también él esté pensando en aquel cálido abrazo.

—Señorita Coulson.

Nos quedamos mirándonos el uno al otro sin saber qué más decir hasta que, en algún momento, el Director Furia interviene y yo agradezco la rotura de esta extraña atmósfera que empezaba a impedirme respirar.

El Héroe de mi Padre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora