Enamorarse

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Cinco meses han pasado desde que las clases dieron su inicio. Todos los alumnos ya están bastantes aburridos de las clases, pero sobre todos se encuentra Celeste, quién tan solo quiere terminar rápido la escuela para irse a la universidad a como dé lugar. Tan solo faltan unos meses para que ocurra lo que quiere, pero cada día se le hace más insoportable la tarea de esperar.

—¡Para, ahora! —la voz de Celeste sale ahogada y con dolor.

Su madre no se encuentra en casa y su hermanito se ha quedado con su padrastro. Decir que el trato que le da el hombre al pequeño es bueno sería mentir, su trato es rudo y tosco, como si en verdad no estuviera tratando con un niño pequeño.

—Agh, ya vienes a molestar de nuevo. Se supone que es mi hijo, yo puedo tratarlo como se me plazca —el hombre la mira con odio, y seguido a ello toma nuevamente al pequeño con brusquedad, este solo llora sin entender muy bien qué pasa.

—No seas tan brusco, imbécil. Es un bebé, hay que tratarlo con cuidado —se acerca para arrebatarle a su hermano de los brazos —Un papá no trataría a un hijo así, ¡tú no eres su padre!

—Ah ya sé, entonces este pequeño bastardo es hijo de tu padre, ¿no? —el hermanito de Celeste llora más fuerte cuando el hombre lo lanza hacia ella.

Con mucho esfuerzo Celeste lo atrapa, apretándolo contra su pecho con suavidad, asegurándose que no está herido.

—Sabía que tu mamá era una cualquiera, de todas formas no me sorprende. Es igual a ti y a tu padre, no tiene ni los ojos azules ni cabello rubio como yo, es tan asqueroso... como tú.

Celeste aprieta sus dientes, aguantando las ganas de ir a golpear al hombre por hablar así de su familia. Lo mira con odio, con un odio tan inmenso que no entiende si es posible odiar tanto a alguien y a la vez tenerle tanto miedo.

—Solo cállate y vete. Anda a tomar con tus amigos o lo que sea. ¡Por una vez en tu vida deja de joder la vida de mi familia! —sus ojos se llenan de lágrimas ante la impotencia de no poder hacer nada para alejar a su madre y a su hermano de ese monstruo.

—Cállate tú, niña. He gastado gran parte de mi puto dinero para mantenerte a ti, a tu hermano y tu madre. ¿Sabes cuánto tiempo he desperdiciado para no tener absolutamente nada? ¡¿Lo sabes?! ¡Claro que no! Lo único que haces es quejarte de todo, que tu padre murió, que les trato mal, que soy un monstruo. Dime, ¿acaso los monstruos se hacen cargo de tanta basura como ustedes? ¡Obviamente no! Yo soy el único estúpido que lo hace, ¿y sabes por qué? Porque tu "familia" da pena y lástima, esa es la razón.

—E-eso no es cier...

—¡Sí lo es! Apuesto que tú eres igual de puta que tu madre ¿Alguno de tus enamorados se parece a tu difunto padre? Apuesto que sí, las dos tienen gustos horribles para los hombres.

—¡No todos los hombres son como tú! ¡Tú eres el único malnacido!

Celeste no reacciona a tiempo y cuando ya es consciente de lo que hace se da cuenta de que su mano ha impactado en la mejilla del hombre frente a ella. Su hermanito guarda silencio dejando de llorar y el hombre la mira totalmente sorprendido, con su rostro hirviendo de rabia.

La chica retrocede un par de pasos con su mejilla ardiendo inmensamente, sus lágrimas ya no salen, cosa que agradece o si no se deslizarían por su adolorida mejilla. Su padrastro sale apresuradamente de la casa, sin siquiera mirar si se encuentra bien.

Y Celeste por temor a que regrese con compañía toma en brazos firmemente a su hermanito y sale por la puerta trasera de su casa para hacer tiempo si aún su padrastro está cerca. Cuando pasa un par de minutos sale al antejardín por un pasillo al costado de la casa y finalmente se va de allí.

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