Capítulo 2. Capitán

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Vacío, el habitáculo se iluminó pobremente con una débil luz violácea, creando un ambiente aséptico y estéril. Las ventanas y las puertas quedaron selladas en apenas cinco segundos después de que el mensaje apareciera el letrero. Y el pitido estridente emitía sonidos cada vez más insoportables.

El holograma piramidal giraba lentamente, en mitad del habitáculo, sin testigos que disfrutaran de su precisa geometría.

Los Agentes Pacificadores llegaron al habitáculo en tres minutos tras la señal de alerta. La velocidad de reacción era increíble. El hecho de que hubiera un puesto de Pacificación de la Ciudadanía cada dos sectores garantizaba la rápida actuación de los mismos. Un hombre de gran estatura avanzó por la estancia, seguido de todo el pelotón de agentes. Inspeccionaron rápidamente todo el módulo habitacional, planta por planta, puerta tras puerta. Nada. Ni rastro del fugitivo. Tampoco se extrañaron de que estuviera vacío. No se había detectado ningún ser vivo en su interior cuando hicieron el registro externo con sus detectores de precisión. El problema era que en ningún momento, durante las últimas cuatro horas, se había detectado ningún tipo de ser vivo en su interior y sabían que había habido uno, como mínimo, hacía escasos minutos.

El hombre paseó por el habitáculo en el que flotaba el letrero holográfico. Los demás agentes permanecieron inmóviles, esperando órdenes de su capitán. Este observaba en silencio, esperando. El hombre se detuvo en medio de la sala. Con un gesto indicó a los agentes que iniciaran su inspección. Se pusieron manos a la obra.

—Capitán Derrick —dijo al fin el hombre. Su voz era grave y profunda y rasgó el aparente silencio que impregnaba la estancia mientras los agentes inspeccionaban la zona—. Le ruego que me explique por qué no hay nadie aquí.

Era absurdo. El joven capitán tragó saliva. Sabía que era su responsabilidad. Los sensores de movimiento no habían detectado nada. Ni los de calor, ni ningún dispositivo de vigilancia del sector. La primera alerta había saltado minutos atrás, cuando un mensaje de intrusión apareció en las pantallas de sus visores. Habían bajado rápidamente del puesto de control y corrido como alma que lleva el diablo hacia el módulo habitacional en el que ahora se encontraban. El capitán no tenía repuestas.

—Señor, el fugitivo no respetó la orden de detención. Debió huir al...

—¡Oh! ¿De veras? —cortó el hombre—. No puedo creer lo que dice, Derrick. Un fugitivo huyendo. Qué cosas se le ocurren...

El hombre dio unos pasos más hacia el interior del habitáculo. Los agentes se quedaron pasmados, sin perder la formación. No conocían al hombre que se había unido a ellos en la entrada del módulo habitacional, pero éste se estaba mofando de su capitán. El hombre fijó la vista en un punto del habitáculo, en una estantería yerma, llena de polvo. Repasó con la mirada a los agentes. Uno por uno, los agentes sintieron una punzada en la mirada de aquél hombre. Éste detuvo su reconocimiento en seco, recreándose en el análisis de uno de los agentes. Vestía como los demás, con el uniforme reglamentario. Ese hecho provocó una mueca en el rostro del hombre que ni siquiera se molestó en ocultar en la semipenumbra del habitáculo.

—Tú, androide. Tu número —inquirió.

El androide dio un paso al frente, levantó la barbilla y saludó al hombre cerrando el puño derecho y llevándoselo al centro del pecho, con el pulgar hacia afuera y lleno de orgullo. Sin embargo, no le respondió. En su lugar, habló el capitán.

—Señor, 0/aa15 no dispone de módulo de voz en estos momentos. Están reparando sus componentes, señor —contestó el capitán.

El hombre miró de nuevo al capitán, mostrando en su mirada una sombra de desprecio más oscuro que el habitáculo en donde se encontraban.

FisuraWhere stories live. Discover now