Capítulo 4. Sector Azul

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El furgón se detuvo y Derrick supo que había llegado a su destino. Durante el viaje de más de dos horas ni el conductor ni él cruzaron una palabra. Derrick lo había intentado los primeros minutos. Había preguntado, pedido, exigido, reclamado y casi suplicado información. Solo había obtenido un largo y sólido silencio por respuesta.

El vehículo circuló por los túneles que había bajo la ciudad para después perderse en mitad de una zona boscosa. El cielo era oscuro y no permitía a Derrick comprobar la posición del sol, por lo que no podía saber con exactitud hacia dónde se dirigían. Si ya de por sí era difícil calcular la velocidad de aquellos furgones, hacerlo a oscuras en los túneles y bajo el cielo de tormenta era casi una misión imposible. El joven se entretuvo unos instantes observando la vegetación. Hacía meses que no veía nada más allá de los muros del sector y le sorprendió cómo empezó a acelerarse su pulso cuantos más árboles y matorrales veía.

Una fina lluvia empezó a mojar las lunas del furgón cuando llegaron a su destino. Derrick bajó del vehículo. O mejor dicho, dos agentes lo sacaron prácticamente a rastras de él y lo condujeron por el suelo embarrado hacia un sector lleno de tiendas de campaña azules. Estaban dispuestas de forma irregular en la parte más exterior y perfectamente ordenadas cuanto más se aproximaban al epicentro. Una de las tiendas destacaba ligeramente sobre las demás, un poco más alta y de un color menos sucio que las otras.

Lo que sabía Derrick de la comandante era que McGregory era alguien... peculiar. Era bastante famosa en el cuerpo y corrían varios rumores sobre ella. Los había más y menos exagerados, pero todos ellos escabrosos. Y ella no desmentía ninguno. Por el contrario, parecía regocijarse con cada uno de ellos. En eso pensaba Derrick cuando, escoltado por los dos agentes, entraba en la tienda de campaña de la comandante.

—Capitán Joevhel Derrick —dijo escrutando al hombre con la mirada—. Bueno, excapitán. Bienvenido al Sector Azul.

McGregory estaba de pie frente a él. Era robusta, algunos centímetros más alta que Derrick. Tenía el pelo rubio, recogido en un moño bajo y prieto. Se dirigió hacia él con total respeto, en un tono dulce e incluso maternal. Ese detalle le sorprendió, teniendo en cuenta que el hombre que le acababa de relegar era el enlace de McGregory en la ciudad.

—Por favor —continuó la comandante, señalando una silla vacía frente al escritorio.
—Estoy bien así. Gracias, comandante —dijo Derrick, rechazando la oferta.
—... Como quiera —concedió. La comandante se dirigió a ocupar su asiento tras el escritorio—. Soy la comandante McGregory, desde este momento su superior.

«A partir de ahora responderá ante mí y únicamente ante mí. Formará parte de un nuevo pelotón, tendrá nuevos compañeros y será partícipe del Sistema. Se le asignará una nueva identificación. Los accesos a antiguos contactos serán restringidos o eliminados. Los nuevos contactos se podrán inscribir únicamente bajo mi previa supervisión personal. No podrá compartir su identificación. Será única y exclusivamente para comunicarse conmigo y con sus nuevos compañeros. Deberá informarme de su posición y el estado de sus misiones de forma puntual. Si le demando información deberá dármela al instante. Sin demora. La infracción de cualquier norma será castigada severamente y se le expulsará del cuerpo militar.»

La comandante lo observó en silencio durante unos segundos. Derrick la miraba, como perdido, sin saber de qué hablaba McGregory. La mujer cruzó los brazos y apoyó los pies embarrados sobre el escritorio y observó con detenimiento al joven relegado. Alto, fuerte. Un capitán más si no fuera por su juventud. Sus rasgos suaves pasaban desapercibidos por la rebeldía que su pelo oscuro demostraba, incluso mojado por la lluvia. La comandante apretó ligeramente los labios y resopló.

—¿Sabe por qué está aquí, señor Derrick?

—No, comandante —reconoció el excapitán. Otro largo silencio ocupó la estancia. El joven se quedó callado, esperando información. La comandante también, y tras unos segundos suspiró.

—Vaya —dijo al fin McGregory, arqueando ambas cejas—. Me temo que eso es todo lo que tenía que decirle, señor Derrick.

Y acto seguido, la comandante se levantó y se dispuso a marcharse de la tienda. Derrick, como una ráfaga, se interpuso en su camino. Tenía preguntas. Muchas preguntas y quería algunas respuestas, por pocas que fueran. La comandante, lo miró fijamente y algo cambió en su mirada y en el tono de su voz.

—Señor Derrick... Créame cuando le digo que entiendo su frustración. Era el gallito de su corral y ahora está en el barro... literalmente —dijo la comandante—. Le han degradado, relegado de su puesto, lo han mandado más allá de los muros y encima le han incomunicado. No lo siento. No es el único. Pero, sinceramente, señor Derrick, me importa una mierda. Así que se lo voy a poner fácil y se lo voy a decir una única vez: vuelva a faltarme el respeto y mandaré un trocito de su putrefacto y despedazado cuerpo a cada uno de sus conocidos. En eso sí que le ayudaré con gusto.

La comandante se colocó la gorra con tranquilidad y abandonó la tienda. Derrick se giró justo cuando la lona de la entrada se cerraba tras la mujer.

Se quedó allí plantado, oyendo las gotas de lluvia golpear contra la tienda, cada vez con más violencia. Miró alrededor, escrutando la tienda. No comprendía qué estaba sucediendo. Había creído que la comandante le daría alguna explicación. El sistema no funcionaba así. No en la ciudad, intramuros. Estaba yendo a ciegas y eso no le gustaba nada. ¿Formar parte del Sistema? ¿Con qué autoridad le podían obligar a eso? Había renunciado a esa ventaja con anterioridad. Varias veces. No quería que le taladraran el cráneo y le metieran un localizador. No quería dejar de ser él. ¿Podían obligarle? ¿Podía fugarse?

Por un instante la idea le pareció viable. Miró el escritorio y se disponía a buscar información en él entre los papeles de la comandante. Se detuvo incluso antes de dar el primer paso. Giró súbitamente y miró hacia la entrada de la tienda de nuevo. Los dos agentes que le habían escoltado seguían ahí. Derrick se extrañó. ¿No habían estado a solas? Advirtió que los uniformes de los agentes apenas estaban mojados. Como el suyo, parecía que solo una lluvia fina los hubiera cubierto. La sangre de Derrick se heló un instante. ¿Era posible? Pensaban que era un bulo. En la ciudad no lo habían visto e incluso dudaban de su existencia. Agentes sigilosos. Androides capaces de reflejar la luz y volverse invisibles. Comprendió que nunca lo habían dejado a solas con McGregory y que lo estarían vigilando. Quizás desde que estaban en la ciudad. ¿Lo habían estado siguiendo? ¿A él? ¿A su equipo?

Un sudor frío le recorrió la espalda. Abortó por completo la idea de la fuga, comprendiendo que de haberse acercado al escritorio quizás ahora ya no estaría respirando.

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⏰ Last updated: Nov 24, 2018 ⏰

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