3- Desde el primer ra-ta-ta

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No es fácil, nunca lo fue y dudaba que jamás lo fuese a ser. Lo sencillo y convencional nunca había sido lo suyo en realidad. Lo de ninguno. Por supuesto que les hubiese gustado conocerse, explorarse y experimentarse de otro modo, y que todo hubiese ido más despacio, poder disfrutar de cada instante, de cada etapa, de cada paso hacia delante y hacia detrás.

Y es que, en el fondo es lo de siempre. "Y si...". Somos adictos a ellos.

Una vez alguien muy sabio dijo a Amaia en uno de estos arrebatos de dudas... "Prefiero pensar que si algo ocurre o no ocurre no es más que simple y llanamente porque no tenía que ser y, si no estoy en lo cierto... ¿Qué más da? Jamás podremos comprobar la alternativa... Simplemente esa no es tu vida y nunca lo será. Tú a lo tuyo, yo a lo mío. Vuelve con tus partituras, con tu piano... deja a las incógnitas vitales tranquilas. Ellas ya se resolverán en su debido momento, ¡Aaay! Querida amiga... los senderos del destino son siempre misteriosos, quién sabe que nos depara el mañana..."

Y así, guiada por esta filosofía de vida, simplemente había pasado los últimos diez años de su existencia. De pronto, en lo que le pareció tan solo un abrir y cerrar de ojos pasó de estar rozando la veintena a, sin comerlo ni beberlo, acariciar la treintena. Y es que la siempre tan sabia Ana War tenía razón, un día te acuestas pensando en que mes es el mejor para lanzar un nuevo proyecto y, a la mañana siguiente, resulta que tienes que parar tu vida porque tus ovarios (junto con tu olvidadiza memoria) han decido sin consultarte que es hora de ser madre.

Todo un shock si nos paramos a meditarlo... pero, eso sí, siempre dejándose guiar, fluyendo y haciendo gala de la más indie máxima vital. Si no puedes contra tu enemigo únete a él, se dijo en diversas ocasiones. Si no puedes cambiar tus circunstancias, si no puedes modificar el pasado, simplemente fluye con lo que te vaya trayendo la vida. Hasta hoy.

Hasta ese lugar pantanoso y desconocido en el que se había metido. Un poco como aquella semana, en la academia (aquel lugar de intensidades desorbitadas)... Aquella semana en la que no sabía cómo, se daba cuenta de que se estaba enamorando del rarito de la clase y que culminó con un dueto a piano con el que hoy era su compañero, no solo en la música sino en la vida.

Pero... cómo, cuándo..? ¿Q-U-É?

Entró siendo unos ojos grandes, llenos de vida y una sonrisa preciosa, un alma con la música en cada célula de su cuerpo. Y terminó con un chico, su libretita de canciones y su trombón predicando su amor a los cuatro vientos.

Y ella lo quería, o al menos sabía que lo estimaba. Algo a su alrededor, algo pasaba cuando estaban cerca. Y ese algo creció. Y pasearon la cosa sin nombre que no era el amor convencional, que parecía innovador, que sorprendía y animaba, entusiasmaba y contagiaba felicidad a todo aquel con el que se tropezaba, lo pasearon, primero por toda España y luego por media Europa.

Pero se lo expropiaron. Lo intentaron vender como un producto explotable más. Como otra fuente más de dinero adolescente inagotable. Hasta que simplemente agotaron la paciencia que hasta entonces les parecía infinita, tanto de la chica inocente de ojazos transparentes como la del chico sensible y generoso de prosa eterna.

Desde entonces, cuidaban y alimentaban el algo, explorando y testando los límites en la intimidad, cortaron toda exposición y midieron con precisión cada aparición.

Ella se dejaba aconsejar sintiendo que era lo correcto, siendo feliz en su elegida ignorancia. Amaia (o casi que Amelie para el caso) era feliz e ignorante de cuanto ocurría a su alrededor pero no tonta. Pues en numerosas ocasiones ocurrió que algo tildado de espontaneo en realidad fuese premeditación minuciosamente maquillada. Siendo estos hechos muy cuestionados y controversiales.

El caso, al final, fue que nunca había sabido estar sola, no tuvo ocasión de aprender teniendo dos hermanos y multitud de compromisos extraescolares. Nunca fue a la universidad y la primera vez que tuvo piso propio, que dejó el hogar familiar, lo hizo junto a Alfred, ella decía que no, pero la realidad es que no podían despearse, la cosa sin nombre se lo impedía.

Que compartía algo maravilloso con el amor de su vida y que era muy afortunada era algo que sabía y se repetía todos los días de su vida desde hacía diez años, cuando empezaron aquella sonada aventura.

Pero... las dudas, ay, las dudas... potenciadas por las hormonas la asaltaban despertándola en plena madrugada para no dejarla volverse a dormir hasta pasados, en ocasiones, los primeros rayos de luz. Horas que, sin embargo, había sabido llenar con música, como siempre había hecho desde que era niña. Pero también con su cuaderno de tapas azules, para anotar la vida. Regalo de otra de las personas más importantes de su vida, su hermano, mentor y manager quien siempre estuvo ahí. Siempre hasta que simplemente dejó de estar.

El mundo se le estaba haciendo muy cuesta arriba y con su próximamente abultado vientre sabía que la cosa no iba a ir a mejor...

Así pues, con todo y sin nada, cada mañana, despertaba a su lado sabiéndose afortunada y acompañada pero, no por ello, menos asustada, bañada en sudor, miedos y dudas...

Hoy, sin embargo, había amanecido sin él y ahora se iba a la cama sola de nuevo. Mientras se quedaba dormida, repasaba cada segundo de la video llamada desde Barcelona que habían mantenido apenas unos minutos antes. Cada sonrisa, cada gesto, cada centímetro de su rostro que conocía de memoria y aún así seguía fascinándole, como si nada ni nadie más perfecto pudiese existir en el mundo.

Pensó en todo lo que aún tenían por vivir juntos, intentó despejar su mente de dañinas dudas y auto convencerse de que, si había alguien adecuado y preparado para la inminente aventura ese era él. Siempre dispuesto a todo. Ahora, más que nunca. Ahora por ambas.

Pero, hoy no, hoy él estaba cumpliendo su sueño, luchando por aquello que tan feliz le hacía y que tanto les había dado a ambos, su música, hoy le tocaba a ella ser fuerte.

Que ella se hubiese retirado de los escenarios, primero por una lesión y luego por el embarazo de riesgo, no significaba que él no pudiese luchar por aquello que más amaba.

Pero los miedos, por todos es sabido pueden más que cualquier otra cosa.

En un impulso, encendió de un golpe seco al interruptor, otra vez, empapada en sudor. Cogió el móvil. FaceTime. Alfred. Llamar...

Unos segundo más tarde una cara preocupada pero casi completamente dormida apareció de entre las sábanas.

-         ¿Alfred? - dijo con un hilillo de voz.

-         ¿Amaia? - preguntó en tono preocupado- ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Estáis bien? - se incorporó de un brinco intentando despejarse frotándose con la mano libre los ojos.

-         Si, si. Perdona. Lo siento. Vuelve a dormirte. Ay jo, lo siento. - se disculpó en un susurro.

-         No, no, da igual, ahora ya estoy dime. ¿Una pesadilla?

-         Bueno, sí, algo así...

-         ¿Necesitas que me quede un rato? ¿Te canto?

-         De verdad... ¿No te importa? Lo siento, de verdad...

-         Amaia, no lo estás preguntando en serio, verdad? Por supuesto que no, sabes que me encanta, pero si fue idea mía - sonrisa sincera, cansada pero sincera- yo también estaba pensando que se me hacía raro no cantarle a la estrellita esta noche...

"Nunca llegué a imaginar, que viajar a la luna sería real..." - entona susurrando el padre.

"Lo pones todo al revés, cuando besas mi frente y descubro porqué..." -contesta con su airada y melódica voz la madre.

Juntos: "Ya no puedo... inventarlo... Siento que bailo por primera vez, eres el arte que endulza la piel... De mi mente viajera que sigue tus pies... Siento que bailo por primera vez..."

JUNTO A TI...

-         Te quiero, gracias

-         Desde el primer "ra-ta-ta" de mi corazón y para siempre... yo también te quiero.

Mi mente viajera (que sigue tus pies)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora