– ¿Que vamos a qué? – Pregunté perpleja.
No era como si todos los días una loca idea cruzaba la mente del hombre: un cincuentón de pelo gris que trabajaba en la universidad de Versalles como profesor de Filosofía, llevaba consigo una vida rutinaria y normal. Bastante aburrida, a mi parecer. Su estilo retro (pero no cool) no le sumaba contraste con la ciudad de fondo y difícil era distinguirle de entre una masa de gente. O entre la masa de gente que era la ciudad – uno más ordinario que el otro. Me incluyo, lamentablemente.
No era decisión mía haber crecido en tal atmósfera conservadora, ni había sido mi decisión conllevar tal vida por los caminos y pasajes ya marcados de una sociedad pre–fraguada y típica. Digamos, en otras palabras, que me enamoraba de mundos como los que James Dashner había creado – mundos diferentes, en los cuales podías seguir tu propia historia, una llena de originalidad y singularidad. Sin embargo, como cualquier amor no correspondido – y válgame Dios por hablar yo de amor – las probabilidades de que me tocase vivir una aventura eran del cero por ciento. Y por más que lo intentase, era como buscar lluvia en la sequía; no puedes encontrar aquello que yace de la luz si lo único que abunda alrededor tuyo es su antónimo.
Al parecer, papá había comprendido esto y pronto era sólo una gota más yendo con la corriente – si es que siquiera se podía llamar corriente. La cosa es que (y no sólo en mi ciudad, sino que en todo el mundo, creía yo) tu vida está pre–planeada incluso antes de que nacieras. Como lo que te enseñan en la primaria: nacen, crecen, se reproducen, y mueren. El ciclo de la vida. Papá seguía el ciclo de la vida.
Y de pronto, sí, de la divina nada, salta un día como pez fuera del agua – de la corriente, de hecho – y esta idea surge de las fauces de su boca.
– Nos vamos a mudar, sí – dijo asintiendo, casi tratándome de tonta como si la razón por la que le había preguntado era porque una clase de retraso no me dejaba procesar la información. Claro que tal vez sí era el caso, pero válgame que nunca lo reconocería. – Alex, sé que te gusta este lugar – mentira. Lo vi extender el periódico ante él, escondiendo su rostro tras el papel, sumergiendo la nariz en las letras. – Pero conseguí una buena oferta de trabajo en una ciudad muy lejos de aquí, y de alguna forma se me ocurrió que tal vez un nuevo comienzo sería una buena idea.
Fruncí el ceño, sin saber exactamente qué parte me confundía más.
– ¿Que me gusta aquí? Papá, ¿estás viendo con quién hablas? – y bueno, tal vez lo extrañaría; pero no el lugar, no la gente en general. Extrañaría el puente al que íbamos a fumar y los bares a los que nos colábamos con identificaciones falsas; un par de amigos cómplices y alguna vecina que era como una tía para mí.
Papá levantó la nariz del periódico y me miró por encima de sus lentes.
– Osea, ¿estás bien con esto? – preguntó, sus cejas ligeramente arriba. Recorrí mis ojos por el techo de la cocina y suspiré con ambas manos alzadas a los costados. – ¿No te incomoda?
– Me vale. Más que incomodarme, me sorprende – pensé en el lugar en el que había crecido. La misma cocina que me rodeaba era el mismo lugar al que me había despertado durante toda mi vida. El olor a panqueques de mamá (cuando se dignaba a cocinarnos el desayuno) y el ruido de la nevera que ya tenía más años que yo. No soy una persona de sujetarse a objetos, pero por favor, era un cambio. Un cambio es un cambio. En mi vida pasé por un cambio. – ¿Qué es esta oferta de trabajo que te tiene con ganas de gatearles hasta allá?
– Alex... – advirtió mamá mientras revolvía la sartén sobre la cocina.
– Un proyecto de astronomía. Necesitan una buena clase de filosofía para los estudiantes que son parte de este proyecto. Además – añadió, dejando finalmente el periódica en la mesa luego de doblarlo. – Tienen una universidad excepcional, por lo que me han contado, y una vez que yo trabaje allí, tú y tu hermano tendrán becas casi completamente gratis. Lucas ya está para empezar a estudiar, y a ti sólo te falta un año. Hay que tener la mente en plan, Alex.
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Este No Es Un Loco Libro Juvenil
Ficțiune adolescențiAlex Ruecos (no) disfruta de una vida ordinaria, que le pone los pelos de punta y la paciencia al más mínimo nivel. Se podría decir que se alimenta a base de odio y es toda una hater de las novelas juveniles románticas. Sin embargo, todo cambia cu...