dos.

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—Príncipe Kim.— Los rubios cabellos se movían conforme el viento en aquel balcón de la torre más alta del reino. La Luna adornaba con su brillo los azules luceros y resplandecía en detalle.

—Jamás había tardado tanto en regresar, ¿cierto?— El rubio volvió a su habitación, evitando cruzar miradas con el soldado.

—Estará bien, es su padre después de todo. Jamás ha perdido una batalla.— El contrario asintió, dejando la copa de vino en la mesa cristalina de su habitación.

—¿Por qué insistió en quedarse a mi guardia, Soldado Jeon?— El azabache suspiró.

—Porque es lo más valioso aquí, Príncipe. Fue una orden de su padre primeramente y después yo insistí al ver que dudaba de su decisión. He notado algo peligroso alrededor de usted, no permitiré que nada le suceda.— El rubio frunció el ceño.

—¿Has notado que cuando estoy serio me hablas muy formalmente?— Jungkook sonrió.

—Es una de las leyes de su padre, ¿no es así? Hablarle siempre con todo el respeto posible.— Taehyung sonrió de lado. Un hombro se asomaba por su pijama de seda fina. Él permaneció sentado justo a lado de la mesa cristalina, la copa tocaba delicadamente sus labios al beber de ella.

—Tu brazo...— Los ojos celestes observaban con preocupación un poco de sangre hacerse notar en un punto a la vista de su armadura.

—¿Eh? Ah sí. Fue esta mañana, unos imbéciles trataron de robarle a la señora de las telas cuando fui al centro del reino. No es importante.— El rubio frunció el ceño, un gesto levemente enfadado.

—Siéntate.— Ordenó al contrario.

—Le juro, príncipe. Es algo totalmente insignifican-

—Fue una orden, soldado.— Taehyung agitó la campana y en cuestión de segundos, dos mujeres aparecieron detrás de la puerta, él les abrió sin permitir que vieran al azabache sentado en su cama.— Traigan la canasta de curación, por favor.

—¿Se encuentra bien, Alteza?— Taehyung asintió, ellas hicieron una reverencia y fueron rápidamente por el pedido, sin preguntar nada más. Taehyung se sorprendió de no ver guardias en su puerta.

—¿Por qué no hay guardias en la puerta, Jeon?

—Están un poco más lejos, les dije que tu padre me asignó como guardia personal.— Taehyung rió, escuchando un golpe en su puerta, fue rápido por la canasta.

—Soldado Jeon, retire su armadura y prendas.— Jungkook sonrió travieso, el príncipe rodó los ojos.

El azabache quitó su armadura poco a poco, de una manera ruda pero no apresurada. Taehyung tragó saliva.

Su prenda del torso fue finalmente despojada, dejando al soldado con el abdomen descubierto. Siendo rodeado únicamente por unos pantalones de algodón.

Los ojos celestes analizaban su condición. Bastantes cicatrices descansaban en todo su pecho, otras parecían heridas sin atender.

Llegó al brazo, donde una herida que parecía no ser profunda pero sí larga, seguía brotando sangre fresca.

—¿Por qué no le dijiste a las enfermeras?— El contrario sólo se encogió de hombros.

El príncipe se acomodó en su enorme cama, remojando un paño de tela en alcohol y sacando varios de estos. Colocándolo en la herida.

El soldado parecía ni siquiera sentir un ligero ardor. Taehyung decidió dejar allí el paño y pasear sus manos por los hombros desnudos.

El azabache cerró sus ojos mientras Taehyung lo tocaba desde el abdomen hasta dejar rastro de su calidez en sus cabellos.

—Taehyung...— El príncipe sonrió. Sacando el paño de alcohol de su brazo y colocando sal, logrando parar el flujo de sangre. Cortó en pequeños pedazos una hierba curativa y cubrió la herida. Lo último que hizo fue vendar al contrario.

Guardó todo en la canasta y la dejó a lado de su cama, reincorporándose en la misma.

—Te extraño, Taehyung.— El mencionado evitó la mirada puesta en él.— Te extraño como no tienes idea.— Entrelazó sus manos y recargó su cabeza en el hombro descubierto.

El de ojos celestes recorrió y dio suaves masajes al azabache, dándole tranquilidad.

La respiración del chico esbelto se aceleró, Jungkook había comenzado a repartir besos por su hombro y cuello.

Dejó rastros húmedos de cariño, tomando el lóbulo del contrario entre su dientes. El príncipe comenzó a suspirar fuertemente, humedeciendo sus labios.

—¿Puedo tocarlo, mi príncipe?— El rubio asintió, de verdad lo necesitaba.

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hola uwu.

lágrimas de luna *ೃ༄ kvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora