TRES

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"Mi madre, una mujer carismática

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"Mi madre, una mujer carismática. No recuerdo haberla visto nunca triste."

CAMINÉ LETÁRGICO AL AULA MÚLTIPLE. Verla alejarse me dejo un sabor amargo en la boca y una sensación de inconformidad. ¿Por qué me siento asi cuando detesto hablar con las personas? ¡Ella intento suicidarse! Cualquiera intentaría alejarse de una loca como ella, pero por una extraña razón quería seguir a su lado.

—Joven Vargas, ¿Qué son estas horas de llegar?

Levanto la mirada y me encuentro con la maestra Elena mirándome con la frente arrugada y los brazos cruzados. Me había olvidado por completo que la clase había comenzado una hora y que estaba a punto de terminar.

Comencé a balbucear.

—Yo, eh...digo, estaba con.

—No me dé explicaciones Joven Vargas. Su compañero Max me dijo que tenía estreñimiento, pero no creí que estaría en el baño durante una hora. —dijo señalando con la mirada a Max quien practicaba una coreografía de salsa de manera muy... sensual.

—Los ojos aquí Joven Vargas —sentencio, chasqueando los dedos en mi cara.

—Ah, sí. Es que, quede atascado en el baño del edificio de deportes durante el descanso y no podía moverme a otro baño. Usted sabe cómo es. —huy mierda— Digo, eh. No estoy diciendo que usted tenga estreñimiento, a menos que lo haya tenido—ya cállate, Mateo—...usted me entendería.

Maldito día de Mierda.

La maestra Elena encorva un poco los labios en una sonrisa, rompiendo en risas finalmente, yo intente reírme con ella, pero la vergüenza no me dejaba. Si no fuera porque la opinión de los demás me vale un pedazo de estiércol, andaría como Ana María intentando complacer a todo mundo.

Ella se recompone rápidamente, y posa su mano en mi hombro, intentando ser compasiva.

—Mateo, ve al médico. Te creo niño —tengo diecisiete—, pídele una incapacidad al Médico y que revise la herida que tienes en la pierna. Veo que sobresale un poco de sangre sobre tu uniforme. Eres el mejor estudiante de esta escuela y sé que nunca faltarías a mi clase.

Me sonríe amablemente y siento calidez en su mirada como la que hacia mi madre. Me aprieta el hombro y se marcha con la carpeta en la mano y la sudadera ancha que siempre usa para las clases de baile.

Camino hacia el edificio de ciencias, hasta el piso dos en donde queda enfermería. Toco la puerta, pero nadie contesta, en cambio, esta se abre y la empujo con mi mano sosteniéndola un poco para asomarme.

—¿Hola?

Nuevamente silencio.

«A lo mejor salió por un café. A todo mundo le gusta el café», pienso.

Abro por completo la puerta y entro al consultorio. Nunca había venido a enfermería, ni cuando en un partido de futbol me obligaron a ser portero y me reventaron la nariz con el balón en los penaltis. El entrenador me recomendó que viniera, pero yo decidí solo lavarme la cara y acostarme en la banca hasta que se detuviera el sangrado.

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⏰ Última actualización: Mar 21, 2022 ⏰

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