Epílogo

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Connie se despidió de sus compañeros y salió por la puerta trasera de su centro de trabajo. Acomodó su mochila en su hombro pero no dio ningún paso, pues había notado el auto de su ex-novio estacionado frente a ella.
Roger, quien había pasado seis horas esperando a que ella terminara de trabajar, salió rápidamente del auto e intentó acercarse pero los otros trabajadores empezaron a salir del local.

La joven de veinticuatro años al notar que sus compañeros observaban la escena, giró y les hizo una señal para que se retiraran. Pero seguía con la mirada baja, había comenzado a llorar y él lo notó.

—¿Por qué lo hiciste? —alzó su mirada para poder verlo.

Él con ambas manos dentro de sus bolsillos no sabía que responderle.

—Yo pensé que había encontrado a una amiga —continuó hablando—, puede sonar estúpido —dijo al limpiarse las lágrimas—, pero ella —se refirió a Rogerina—, me hizo recordar a mi hermana. Parecía alguien confiable —pausó y sin quitarle la mirada sobre él, prosiguió—. Sabes que no soy de tener muchos amigos y cuando la conocí —rió sarcásticamente—, no sé porque le digo "ella" a alguien que no existe —rodó los ojos—, pero el punto es que sentí que nos llevaríamos bien. Sin duda alguna sentí una conexión, pero en realidad era esa tension entre tú y yo que aún no acababa. ¡Y eso me jode tanto! —su voz estaba entrecortada— Odio saber que aún siento cosas por ti, a pesar de toda la mierda que acabas de hacer.

—Yo no quería que terminara de esta manera —dijo al acercarse.

—¡Entonces nunca debiste de haberlo iniciado!

—¡No sabía que hacer! —intentó defenderse— Fue mi orgullo —pausó—, no quería que me vieras de esa forma.

—¿Y por eso tuviste que crear otra identidad?

—No sabía que hacer en ese entonces —estaba nervioso, se movía de un lado a otro tratando de controlarse—, te había vuelto a ver, te tenía frente a mi, pero yo iba de mujer ¡¿qué rayos querías que hiciera?!

—Oh, no lo sé, tal vez ¿decirme la verdad? —fue sarcástica.

—No hubiéramos tenido oportunidad de hablar como lo hicimos en estos días —fue sincero.

—No cambies de tema —lo interrumpió.

—No lo hago, solo digo que si no fuera por ella, nunca me habrías escuchado.

—Esto tiene que ser una broma —agachó la mirada.

La joven de un metro sesenta y nueve intentaba no ver al hombre de treinta y cuatro años que le llevaba diez centímetros más de altura. Él se encontraba frente a ella, ni tan cerca ni tan lejos. Y eso a ambos los ponía nerviosos.

—Connie —susurró al verla—, tienes todo el derecho a enojarte conmigo, esto no tiene justificación y lo entiendo. Se me pasó de las manos —pausó—. Lo siento mucho. No sé que decirte.

La muchacha alzó la mirada y negó con la cabeza.

—Lo veía venir y aunque parecieras en realidad una mujer —lo miró—, te maquillabas horrible —rodó los ojos—. Ya nadie se maquilla así —cruzó los brazos y trataba de evitar de ver al hombre que se encontraba a cuarenta centímetros de distancia—. Tenía mis sospechas ¿sabes? Cada vez que veía sus ojos, me sentía extraña, porque me recordaba a ti y cuando saliste llorando en el restaurante, sabía que algo ocurría —pausó—. Hasta pensé que estaba loca —sus ojos café se reflejaban en los azules de él—. ¿Qué querías ganar con esto? ¿Recuperarme?

—Siempre te he querido de vuelta —estaba nervioso, por momentos se limpiaba el rostro, pues las lágrimas seguían cayendo—. Se que no fue la mejor manera de acercarme a ti, me confiaste cosas que no debía de enterarme y en serio me arrepiento de ello.

(Roger)ina «Roger Taylor»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora