Capítulo 8: Roger e Ina

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Roger apagó el despertador y con un rostro amargado se levantó de su cama

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Roger apagó el despertador y con un rostro amargado se levantó de su cama. Trató de acomodar sus cabellos y solo pasó a lavarse la cara.

Con un ánimo decaído, el rubio tomó asiento y se dispuso a comer el miserable desayuno que se había preparado. Intentó leer el periódico, pero aún la idea de cómo le diría la verdad a su ex-novia rondaba por su mente.
Lavó los platos, cepilló sus dientes y tomó una ducha. Al terminar de secarse, se colocó su ropa y caminó por toda su casa vacía, siempre con la mirada perdida y ambas manos en los bolsillos de sus jeans oscuros. No sabía que hacer, tenía que distraer a su mente, pero la imagen de Connie siempre estaba en él.

Observó el teléfono y recordó que había cancelado la línea, así que sin más remedio el rubio sostuvo las llaves de su auto y decidió ir a la agencia telefónica.
Roger pasó con su auto por la propiedad de la pelinegra, pero no se detuvo, solo siguió su camino.
Al llegar, estacionó el vehículo y con su gorra y gafas negras bien colocadas, pasó a entrar a la tienda.

—Hola —dijo al acercarse al mostrador.

—Buenos días ¿en qué puedo ayudarlo? —preguntó una joven de cabellos claros rizados.

—Hace un día cancelé mi línea y me preguntaba si era posible recuperar la que tenía antes —dijo seriamente, no andaba de buen humor.

—Oh, no creo que eso sea posible...

—Señorita en serio necesito recuperar ese número —la interrumpió.

—Señor, tiene que entender que la política...

La joven no pudo terminar de hablar, pues su expresión cambió al ver como el rubio se quitaba las gafas y la miraba con sus ojos azules.

—¿Por favor? —dijo él.

—Bueno —tartamudeó al saber la identidad del músico—, creo que podremos hacer una excepción —le sonrió tímidamente.

—Gracias —fue amable.

—Solo, espere a que le traiga unos papeles —sonrió y emocionada se retiró a conseguir los formularios.

Roger se volvió a colocar las gafas y volteó para ver a través de la puerta de cristal si su auto se encontraba bien, pero fue su sorpresa al ver a Connie en el otro lado de la pista. Se le veía tranquila, con una mochila en sus manos, caminando por las calles de la capital inglesa. El baterista sonrió al ver como su ex-novia chocó casualmente con un transeúnte, le pareció tierno verla como se disculpaba, deseaba verla así todos los días, feliz, sin preocupaciones. Al músico le mortificaba saber los secretos que ella le confió a Rogerina.

—Aquí está el formulario —mencionó la trabajadora.

—Oh cierto —dijo el rubio al voltear de nuevo hacia el mostrador—, gracias.

Roger llenaba con sus datos la ficha y se dio cuenta que la jovencita que lo estaba atendiendo seguía observándolo con una sonrisa, pero solo trató de ignorarla.

(Roger)ina «Roger Taylor»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora