Parte III: Izuku se ha Ido

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Summary: Izuku se ha ido y de él solo queda su nombre. Un sonido que se desvanece en el eco de la noche. Cinco letras que se pronuncian con dolor.

[...]

Es como ver una película. Como ser el testigo de una secuencia vívida en tercera dimensión.

Hay dos personas en un callejón, ocultas del movimiento continuo de los coches que cruzan la avenida. Una de esas personas se parece a él. No es él, porque no recuerda nunca haber sido así, pero se parece a él. Tiene el mismo color de ojos, la misma nariz, las mismas pecas en su cara, pero su otro-yo sonríe.

Sus labios se extienden en un gesto natural. Amplio y cálido y absolutamente incomprensible.

No se cansa de mirarlo. No se cansa de buscar semejanzas y diferencias. Podría jurar que son del mismo tamaño, que tienen el mismo lunar en la parte interior del cuello, pero sus ojos son de un esplendoroso verde, brillantes e inmensos llenos de una seguridad férrea.

No son iguales, esa persona parece... feliz. Hay algo en él. Una luz, una energía, una sonrisa, que resulta paralizante. No lo entiende.

La otra persona es más pequeña que él, es rubio y esbelto con los ojos de un color índigo oscuro. Esa persona sonríe, pero su gesto no es ni remotamente similar al de su doble. Hay algo maniaco en esa sonrisa. Turbio y falso, pero su otro-yo no se da cuenta, sonríe y se acerca y charlan.

Sus labios se mueven, pero de ellos solo brota estática, ruido de fondo que le provoca dolor de cabeza. La sensación de incomodidad crece, se extiende por su pecho y anida dentro de él hasta convertirse en un grito que estalla.

Grita mientras las lágrimas se deslizan por sus ojos.

No deja de gritar mientras su otro-yo se gira, como si acabara de oír algo; apenas se ha dado vuelta cuando el rubio empuña un cuchillo brillante, una hoja plateada que desciende hacia su otro-yo a una velocidad cegadora.

Su otro-yo se aparta, no con suficiente rapidez y el cuchillo se entierra en su pecho, cerca de su corazón. Es como si el golpe hubiera sido para él porque su grito se corta como si fuera él quien se queda sin aire.

El rubio sonríe -su gesto ha perdido todo recato y la mueca exhibe dientes y locura- se inclina como si estuviera a punto de probar la sangre mientras sus ojos -de un dorado brillante y animal- se fijan en el punto donde el cuchillo ha cortado la carne.

De pronto un grito feral resuena en el callejón, el sonido es terrible y amenazante. Una sombra borrosa emerge de alguna parte y embiste contra el rubio que se aparta de un salto. Ambos gruñen como animales y su lucha es encarnizada; sin embargo, él no tiene ojos más que para el cuerpo que yace en el suelo.

El hombre que se parece a él pero que no es él.

Cuando se acerca ve la sangre acumulándose en el suelo, el cuchillo brillante que sobresale de su pecho, y sus ojos... ojos verdes deslucidos mirando... mirándolo a él. Su boca se mueve y de ella solo brota estática.

El sonido sigue provocándole dolor así que se aparta. De pronto alguien más, una sombra sin rostro -pelo rubio, espalda oculta bajo una playera negra, hombros torneados- se inclina junto a su otro yo, lo levanta y se lo lleva aun cuando él sabe que es demasiado tarde. Ha visto la sangre, ha visto el cuchillo, ha visto los ojos que pierden su chispa.

Retrocede mientras se toca el pecho y al bajar la mirada nota el cuchillo ahí. Sobresale como una vara plateada cuyo filo le ha destrozado el corazón. Es un acto reflejo el tomar el mango y jalar. El dolor le toma por sorpresa, deja caer el cuchillo que tintinea a sus pies mientras la sangre mana de él.

Tu Nombre es IzukuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora